Las reglas del terror
Es de sobra sabido que uno de los objetivos principales de la estrategia terrorista consiste en provocar una alteraci¨®n sustancial en los mecanismos de an¨¢lisis y valoraci¨®n propios de la mentalidad democr¨¢tica. Con excesiva frecuencia, los grupos sociales golpeados por el terrorismo tienden a rehuir la b¨²squeda de las causas efectivas de aquello que acaban de sufrir y la sustituyen por la designaci¨®n de chivos expiatorios, cuando no por la elucubraci¨®n masoquista acerca de las responsabilidades y de las culpas propias que explicar¨ªan el acto de castigo. Lo ocurrido despu¨¦s del 11-S y del 11-M proporciona abundantes pruebas de ambos tipos de reacci¨®n. El p¨¦ndulo oscil¨® desde la satanizaci¨®n pura y simple del Islam a la resurrecci¨®n de un marxismo para andar por casa que present¨® al megaterrorismo como respuesta a las opresiones del capitalismo y de la incomprensi¨®n propia de Occidente. La buena conciencia queda as¨ª satisfecha y de nada valdr¨¢ la acumulaci¨®n de datos sobre la condici¨®n social privilegiada de yihadistas como el propio Bin Laden o como el ¨²ltimo y frustrado protagonista nigeriano del terror. Mirar de frente la realidad debe resultar para algunos y algunas demasiado duro, y por a?adidura poco rentable en un marco institucional como el nuestro, dispuesto a practicar una y otra vez la ceguera voluntaria con tal de seguir promoviendo la est¨¦ril Alianza de Civilizaciones.
Porque el episodio del terrorista solitario no debe servir ¨²nicamente para reforzar las medidas de seguridad o para mostrar la pertinencia de nuevas y costosas intervenciones militares, sino asimismo para recordar que la estrategia de Al Qaeda desde el 11-S supone el inicio de una guerra mundial de nuevo tipo, basada en conjugar una concentraci¨®n del megaterrorismo en espacios cr¨ªticos, como Pakist¨¢n o Afganist¨¢n, con acciones recurrentes de distinta ¨ªndole (secuestros en Mauritania, explosi¨®n de aviones civiles como la frustrada), dirigidas a imprimir la idea de que la causa del Islam no cesar¨¢ en su beligerancia hasta la derrota del enemigo. Son los nuevos cruzados, que encarnan la perversidad intr¨ªnseca de Occidente. Una estrategia global que requiere una respuesta tambi¨¦n global.
De cara a la misma el caso Faruq nos ilustra acerca de la importancia de la formaci¨®n doctrinal en la g¨¦nesis del yihadismo y de su c¨ªrculo de simpatizantes. Unos colectivos musulmanes que ejercen dignamente su religi¨®n no son un problema para nuestras sociedades democr¨¢ticas; la difusi¨®n directa o indirecta de planteamientos islamistas radicales en la ense?anza y en la predicaci¨®n, s¨ª son fuente inevitable de conflictos futuros. Pero meter esto en la cabeza de nuestros gobernantes, es algo tan dif¨ªcil como convencer a monse?or Rouco de las ventajas de la nueva ley del aborto.
No es ¨¦ste el ¨²nico aspecto en que aquellos dotados de poder se sirven del mismo para hacer m¨¢s fr¨¢gil la resistencia al terror. La distancia temporal entre atentados interviene adem¨¢s como fuerza coadyuvante para apuntalar las pol¨ªticas de avestruz. Cuando las acciones terroristas se espacian, cobra forma una falsa conciencia de seguridad, como si fuera imposible su reanudaci¨®n, hasta el punto de censurar a quien recuerde la persistencia del peligro. Lo ocurrido con la advertencia de Rubalcaba ha sido una buena muestra de tal actitud, como si al ministro le divirtiera sembrar el temor entre los ciudadanos y no fuese muy ¨²til que todos los implicados se mantuviesen en estado de alerta. Seg¨²n era de esperar, el PNV ha encabezado las cr¨ªticas, culminando su incansable labor de deslegitimaci¨®n de la nueva pol¨ªtica antiterrorista del Gobierno vasco, encubierta mediante el pacto econ¨®mico con Zapatero que le presenta como partido razonable, apegado siempre a los intereses vascos.
Una vez m¨¢s, el doble juego del partido sabiniano ha sido rentable, exhibiendo una condena de ETA en la punta de los labios, compatible con la siniestra difusi¨®n de una ignorancia culpable acerca de lo logrado con la pol¨ªtica anti-ETA llevada a cabo en Madrid y en Vitoria. Ni una palabra de autocr¨ªtica acerca del sinsentido de sus pasadas campa?as contra la Ley de Partidos tras el fallo de Estrasburgo, ni una simple mirada a los argumentos judiciales que indican el nexo entre ETA y la nueva Batasuna, ni un solo atisbo de reconocimiento al fin de la visibilidad de los s¨ªmbolos de ETA. Ni un paso orientado hacia una redacci¨®n conjunta del pacto antiterrorista. Calumnia y desgasta en todo momento, que algo queda. Los resultados del ¨²ltimo Euskobar¨®metro prueban la eficacia de un planteamiento pol¨ªtico que entreabre de nuevo la puerta a una eventual acci¨®n asimismo eficaz del terror.
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