Una m¨¢s
Comienza 2010 con su fugaz espejismo de novedad, pero por debajo arrastra viejos problemas enquistados. Como el de X. Hace tiempo ya escrib¨ª una columna sobre X, un joven de 34 a?os con trastorno l¨ªmite de personalidad, dolencia mental de la que se sabe muy poco y que todo el mundo se quita de encima como una patata caliente. Todo el mundo menos las madres de los afectados, claro est¨¢, esas mujeres desbordadas y acongojadas que son quienes se hacen cargo de los enfermos, quienes dejan sus trabajos para dedicarse a cuidarlos, quienes se encierran de por vida con el hijo en el domicilio familiar, convertido en c¨¢rcel perpetua para dos, en peque?o infierno dom¨¦stico del que huyen a toda prisa los dem¨¢s, incluidos los padres demasiado a menudo.
Ahora la madre de X vuelve a escribirme porque todo sigue igual, es decir, peor, que es lo que siempre sucede cuando las malas cosas se eternizan. X nunca ha sido f¨ªsicamente violento, pero s¨ª verbalmente, y le da por obsesionarse con personas. Les acosa, les llama por tel¨¦fono a todas horas. Ahora est¨¢ molestando a una chica que le ha puesto varias denuncias, como es l¨®gico: ser perseguido as¨ª es muy angustioso.
Van a meter a X en la c¨¢rcel, porque seg¨²n el forense es consciente de sus actos. Esto es t¨ªpico del trastorno l¨ªmite: no les diagnostican bien, no hay m¨¦dicos que se hagan cargo de ellos, no hay hospitales que los admitan. Si no fuera por esas madres, ?qu¨¦ ser¨ªa de ellos? "Mi hijo no est¨¢ para ir a prisi¨®n, sino a un centro donde le ayuden a superar sus crisis". X padece depresiones y ha intentado matarse varias veces. "Hay muchas familias con este problema y nuestros hijos acaban presos o suicid¨¢ndose ante la impasibilidad de la Administraci¨®n. Ya no puedo m¨¢s".
Me pide que oculte el nombre del chico. Ella se llama Margarita y es una m¨¢s entre muchas madres semejantes.
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