Una d¨¦cada decisiva
Al comienzo de este tercer decenio del mundo surgido de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, Espa?a propone una presidencia de la UE que sirva para definir eso que existe aunque no est¨¦ articulado: el inter¨¦s general europeo
Entramos no s¨®lo en una nueva d¨¦cada -aunque el guarismo se empe?e en decirnos que t¨¦cnicamente no hasta 2011- sino, sobre todo, en la tercera del cambio de mundo que empez¨® con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn en aquel noviembre de 1989. No s¨®lo es un cambio geopol¨ªtico, sino tambi¨¦n social y econ¨®mico, como vemos, por ejemplo, con el impacto en t¨¦rminos de capacitaci¨®n en poder social a trav¨¦s de las redes, a comenzar por Internet. En base a otros precedentes hist¨®ricos, esta transici¨®n global deber¨ªa durar 30 a?os, es decir, dos generaciones. Esta ¨²ltima d¨¦cada puede y debe ser decisiva para el mundo y para la Uni¨®n Europea.
La primera d¨¦cada vio la destrucci¨®n de un orden; destrucci¨®n creativa, al menos para Europa, que comenz¨® un periodo de unificaci¨®n del continente, sent¨® las bases para su uni¨®n monetaria y se enfrasc¨® en un largo debate institucional y constitucional (del que finalmente ha salido con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa).
Si Clinton fue el presidente globalista y Bush el imperial, Obama es el multipolar
El mundo espera de la UE una pol¨ªtica econ¨®mica coordinada y una pol¨ªtica exterior com¨²n
La segunda d¨¦cada, la de la confusi¨®n, empez¨® con la erupci¨®n del terrorismo yihadista aquel 11 de septiembre de 2001, la transformaci¨®n de Estados Unidos en ef¨ªmero imperio que, como dec¨ªa la Administraci¨®n de Bush, cambia la realidad al actuar, la confirmaci¨®n de la radicalizaci¨®n e influencia de algunas minor¨ªas religiosas, el surgimiento como potencia de China y el avance hacia un mundo multipolar que se ha visto acelerado por la crisis econ¨®mica y financiera que empez¨® en el verano de 2008. Este nuevo orden reposa no s¨®lo sobre los grandes polos, sino tambi¨¦n sobre esa textura de potencias intermedias que Parag Khanna ha llamado "el Segundo Mundo".
La tercera d¨¦cada se ha iniciado con el fracaso de la cumbre de Copenhague sobre cambio clim¨¢tico, que ha puesto de relieve, entre otros elementos, que las piezas globales se van perfilando aunque a¨²n no han encajado, y tardar¨¢n en hacerlo. Esta d¨¦cada debe ser la de la consolidaci¨®n de un nuevo orden, de nuevos actores y nuevas reglas e instituciones. Por ello era importante que estuviera Espa?a en ese foro definitorio que es el G-20 y por eso es importante que la Uni¨®n Europea se ponga en forma ante los retos que se le plantean para defender sus valores y sus intereses.
Pero la Uni¨®n s¨®lo lograr¨¢ ser fuerte hacia fuera si lo es hacia dentro. Son agendas ¨ªntimamente ligadas, especialmente con la crisis, cuyas secuelas van a condicionar el nuevo orden: m¨¢s incertidumbre, menos confianza en el mercado, dudas sobre los efectos de la globalizaci¨®n y, a resultas de todo, mayor presencia del Estado.
Si Bill Clinton fue el presidente globalista y George W. Bush el imperial, Obama es el presidente multipolar, aunque ahora su Administraci¨®n prefiere usar el t¨¦rmino multipartner, multipartenariado o red de asociaciones, concepto que, tal como lo expuso la secretaria de Estado, Hillary Clinton, versa no s¨®lo sobre Estados, sino sobre grupos e individuos privados o del Tercer Sector.
Esta nueva visi¨®n demuestra que Estados Unidos ya no cree posible defender sus intereses y gestionar el mundo en solitario, pero s¨ª pretende seguir estando en el cruce de ejes. Sigue siendo la primera potencia militar, cultural (incluida, pese a la crisis, la cultura financiera) y econ¨®mica. Y lo ser¨¢ durante bastante tiempo, m¨¢s all¨¢ de esta transici¨®n.
En otros tiempos, esta transici¨®n se habr¨ªa hecho con violencia entre o en el seno de los polos. Pero la guerra a gran escala ya no es posible, o al menos no es probable, porque destruir¨ªa demasiado, incluso sin armas nucleares. Habr¨¢ otro tipo de competici¨®n y de coordinaci¨®n, a veces regional, otras global. Siguen las guerras, aunque nunca ha habido menos en los ¨²ltimos tiempos, a pesar de Irak y Afganist¨¢n. Lo que s¨ª hay es ese terrorismo de nuevo cu?o que surgi¨® en la d¨¦cada anterior, aunque sus semillas se plantaron anteriormente.
La idea del progreso se ha desvanecido. Hay un colapso del futuro en el presente, como lo expresa Fernando Valles-p¨ªn. La idea de que nuestros hijos vivir¨¢n peor que nosotros choca con la del progreso, al menos en Occidente, pues el gran cambio de estas d¨¦cadas pasadas ha sido el que 2.000 millones de personas hayan salido de la pobreza y se est¨¦ conformando una nueva gran clase media global, aunque queden m¨¢s de 1.000 millones, y creciendo, en esa situaci¨®n. De ah¨ª la importancia de un volantazo -que Espa?a pretende que la Uni¨®n Europea impulse en este semestre- para el cumplimiento efectivo en 2015 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que han de desembocar en un enorme ejercicio de inclusi¨®n.
Es necesario que Europa sea uno de los polos y se sit¨²e. Ya no es s¨®lo una cuesti¨®n de voz conjunta, sino de actuar los europeos en y como una uni¨®n. Alg¨²n progreso importante se ha dado en esta crisis en el terreno financiero y econ¨®mico. Salir de ella bien exigir¨¢ una pol¨ªtica econ¨®mica coordinada, que no ¨²nica.
Como la pol¨ªtica exterior ha de ser com¨²n pero no ¨²nica. Implica tener una voz y una acci¨®n comunes en el mundo. Estados Unidos, el socio con el que nos unen m¨¢s lazos econ¨®micos y con los que, junto con Am¨¦rica Latina, compartimos m¨¢s valores, lo espera. No se necesita tanto un tel¨¦fono cuanto una capacidad de interlocuci¨®n y acci¨®n conjunta en todos los campos por parte de la Uni¨®n Europea. Y Rusia y China se han de convencer de que Europa pesa pol¨ªticamente, de lo que no est¨¢n convencidos hasta ahora.
Pero el Tratado de Lisboa ser¨¢ poco sin voluntad pol¨ªtica de avanzar. Las instituciones, ahora reforzadas, son necesarias, m¨¢s no suficientes. De ah¨ª la importancia de esta presidencia espa?ola que acaba de empezar y que va a ser fundacional en la puesta en marcha del Tratado de Lisboa y de sus autoridades, en pleno no ya respeto sino impulso de su letra y de su esp¨ªritu, lo que implica pol¨ªtica econ¨®mica y pol¨ªtica exterior. ?sa es la apuesta de Espa?a, lo que significa una presidencia europe¨ªsta, que sirva para definir eso que existe, aunque no est¨¦ articulado: el inter¨¦s general europeo.
Cabr¨ªa parafrasear a Kennedy y preguntarse no s¨®lo qu¨¦ puede hacer Europa por nosotros, sino qu¨¦ podemos hacer nosotros por Europa. No es cuesti¨®n de generosidad, sino de sentido com¨²n, incluso de ego¨ªsmo bien entendido, pues m¨¢s y mejor Europa redundar¨¢ en nuestro beneficio. Pensar que podemos sobrevivir e influir solos como Estados naciones, como se ha tendido a pensar en varias capitales en los ¨²ltimos a?os, es un espejismo. Esta tercera d¨¦cada ha de ser la de la consolidaci¨®n de Europa en todos los ¨¢mbitos, desde luego en el econ¨®mico, so pena de perder el tren. Es lo que se ha entendido al preparar la presidencia espa?ola, al asentar el papel del presidente del Consejo Europeo y de la Alta Representante para la Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad. Se invierte la sentencia orteguiana, ampliamente cumplida, de que "Espa?a es el problema y Europa la soluci¨®n". Hoy Europa tiene problemas y Espa?a (y Francia, y Alemania y todos los 27) son su soluci¨®n si a¨²nan sus voluntades, y al salvar su circunstancia europea se salvan a s¨ª mismas.
El Tratado de Lisboa requiere una puesta en marcha, pero su entrada en vigor nos permite dejar atr¨¢s los debates institucionales para centrarnos en lo concreto, que es lo que esperan los ciudadanos y que es lo necesario para salir de la crisis, hacer ciudadan¨ªa, y asentar a la Uni¨®n como actor pleno en el nuevo escenario mundial que se va a fijar en los pr¨®ximos a?os. Es tambi¨¦n la forma de recuperar la idea del progreso en Europa en todos los ¨¢mbitos, pol¨ªtico, social, econ¨®mico y medioambiental. Europa puede liderar si como el Bar¨®n de Munchausen se tira a s¨ª misma de los pelos, sale del hoyo y contribuye decisivamente a definir el nuevo mundo desde sus intereses y unos valores necesarios en este mundo.
Andr¨¦s Ortega es director del Departamento de An¨¢lisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno.
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