Los cien a?os de una amiga
Cuando escribo estas l¨ªneas falta un d¨ªa -ser¨¢ el 28 de diciembre- para que una amiga de mis padres, Mar¨ªa Rosa Alonso, cumpla cien a?os. Probablemente a ella la fastidien, o por lo menos la importunen, los agasajos que van a llegarle por este motivo, sobre todo en sus tierras canarias. Leo que una editorial de all¨ª est¨¢ publicando sus obras completas, en diez vol¨²menes, y aunque su nombre no sea muy conocido en el conjunto del pa¨ªs, es sin duda una de esas empresas que valen la pena. Los libros hechos y presentados con modestia por sus autores corren el peligro de pasar inadvertidos, m¨¢s a¨²n en estos tiempos imp¨²dicos de permanente autobombo por parte de cualquier debutante o indocumentado. No por ello tienen menos valor del que tienen, y en el caso de Mar¨ªa Rosa Alonso sus escritos lo tienen mucho.
Una mujer de las que desmienten que con la edad se pierdan la curiosidad y la vehemencia"
Pero para m¨ª ella no ha sido nunca "una escritora", sino una vieja amiga a la que recuerdo desde que tengo memoria, primero de mis padres y luego, a cierta distancia y en la medida de lo posible, tambi¨¦n m¨ªa. Si no me confundo, los tres eran compa?eros de Facultad, all¨¢ en los a?os treinta, aunque Mar¨ªa Rosa, a la vista de lo que se celebra ahora, les llevaba unos cuantos a mis progenitores. Era una mujer enormemente alegre, o a¨²n ser¨ªa m¨¢s adecuado decir jovial, que entraba en la casa lanzando risotadas y tomando un poco el pelo, suave y cari?osamente, a todo el mundo, lo mismo a los adultos que a los ni?os. Pese a que ¨¦stos pueden ser muy serios y no siempre toleran que se les tome el pelo, esa actitud suya no nos hac¨ªa rehuirla ni desconfiar de ella, sino todo lo contrario. Porque se notaba que carec¨ªa de toda doblez y porque esa iron¨ªa suya era festiva o incluso celebratoria, m¨¢s producto de un car¨¢cter bromista, generoso, animado y risue?o que de ninguna otra cosa. Por decirlo de alguna manera, yo ten¨ªa la seguridad, de ni?o, de que se pod¨ªa contar con ella para lo que fuera, rezumaba lealtad e incondicionalidad y afecto. Sin duda ha sido una excelente amiga de sus amigos, lo cual significa que no se habr¨¢ abstenido nunca de decirles, a cada uno, lo que no le pareciera bien de ellos. En eso consiste la lealtad tambi¨¦n, en procurar que quienes uno quiere no se equivoquen demasiado o no se tuerzan, cuando uno cree que lo est¨¢n haciendo.
Siendo yo ya un joven -tendr¨ªa unos veinte a?os-, recuerdo que qued¨¦ a almorzar con ella en Roma. Fue la primera vez que la vi a solas, fuera del contexto familiar y sin su tutela, y en que me habl¨® como a una persona con autonom¨ªa, no como al hijo de sus viejos amigos o a una especie de sobrino. Descubr¨ª a una Mar¨ªa Rosa con m¨¢s sufrimiento a sus espaldas del que le supon¨ªa, que hab¨ªa atravesado numerosas dificultades sola, antes, durante y despu¨¦s de la Guerra Civil (con una larga emigraci¨®n a Venezuela); tambi¨¦n m¨¢s pol¨ªtica -en el mejor sentido de la palabra-, m¨¢s radical en su antifranquismo -a¨²n viv¨ªa el dictador-, alguien de gran franqueza y que no estaba para majader¨ªas. Tan simp¨¢tica y cari?osa como siempre, pero que no se llamaba a enga?o en ning¨²n aspecto de la vida. Alguien, en suma, muy fuerte. As¨ª ha seguido durante el mucho tiempo transcurrido desde entonces, aunque nuestro trato, sobre todo desde que por edad hubo de regresar a Canarias y perder su querid¨ªsima independencia, haya sido epistolar eminentemente. Sus cartas, escritas a mano con letra firme y clara, est¨¢n llenas de una energ¨ªa que para m¨ª quisiera. Suelen comenzar con una disculpa por la tardanza en responder o en haber le¨ªdo algo que le he enviado: "Mi mesa rebosa de papeles y quisiera acabar un trabajo que me urge", me dec¨ªa con casi noventa y siete a?os. Y un mes despu¨¦s: "Sigo atragantada de trabajo y no doy av¨ªo a lo que quisiera terminar antes de cascar, que no tardar¨¦". Siempre activa y siempre atareada, en no pocas ocasiones metida en pol¨¦micas con alg¨²n ignorante que ha soltado idioteces en la prensa canaria. Una mujer sagaz y alerta, de las que desmienten que con la edad se pierdan la curiosidad y la vehemencia. Con una vejez as¨ª, ojal¨¢ le queden a¨²n muchos a?os y estos cien que ahora cumple entre fastos no la dejen agotada ni asqueada por el empalago (al que contribuyo con estas l¨ªneas, ya lo s¨¦: mis disculpas).
Por otra parte, ya he dicho que Mar¨ªa Rosa posee entereza y es de las que no se enga?an. Espero que no se tome a mal que cite de otra de sus cartas: "Morir es dejar de vivir, y convertirse en lo que se escribe sobre la tumba del Cardenal Portocarrero: 'Pulvis, cinis et nihil'. Me dir¨¢s que se refer¨ªa s¨®lo al cuerpo, pero lo ampl¨ªo al ser total: la nada ? Los muertos no vuelven y es el Tiempo, nuestro enemigo, quien marca nuestra vida, que s¨®lo vale vivir cuando se es joven y maduro, porque cuando eres ni?o y adolescente est¨¢s en 'todav¨ªa' y cuando llegas a viejo, 'ya no' ? Mi tiempo, como es l¨®gico, se est¨¢ acabando. Y me convertir¨¦ en nada, y dentro de veinte a?os nadie me recordar¨¢, como yo no recuerdo a cierta gente de la tanta que he conocido y hasta he querido. Los que por algo me impresionaron claro que son inolvidables".
Felicidades a Mar¨ªa Rosa Alonso en su envidiable y largo 'ya no' que sin raz¨®n desde?a, en el que todav¨ªa es alguien -y no nada- y en el que a¨²n no da "av¨ªo". En lo que a m¨ª respecta, adem¨¢s, se cuenta entre los que, "por algo", me han impresionado. Y me ser¨¢, por tanto, inolvidable.
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