"Me metieron en una perrera"
El director de Greenpeace reconstruye sus 21 d¨ªas encarcelado en Dinamarca
La celda n¨²mero 5 de los "presos del clima", en la vieja c¨¢rcel de Vestre Faengsel, en Copenhague, es un cuarto estrecho de seis o siete pasos de largo; pasos lentos para no llegar demasiado pronto al fondo. Son los que daba para un lado y para otro Juan L¨®pez de Uralde, director ejecutivo de Greenpeace Espa?a, puesto en libertad el pasado mi¨¦rcoles, tras 21 d¨ªas detenido. ?Delito? Colarse vestido de etiqueta durante la Cumbre del Clima en la cena de gala que ofrec¨ªa la reina Margarita II en el Palacio de Christiansborg y mostrar una pancarta con el lema: Los pol¨ªticos hablan, los l¨ªderes act¨²an.
Esta celda, con un grueso portal¨®n met¨¢lico, se encuentra en una galer¨ªa de cuatro plantas en la que hasta comienzos de a?o casi todos los reclusos hab¨ªan sido arrestados en protestas durante la cumbre. Est¨¢ en la planta baja, en la hilera de puertas del lado derecho, al fondo. Algo m¨¢s apartada de las otras del mismo piso en las que estuvieron encerrados los otros tresactivistas de Greenpeace que dejaron en evidencia a las fuerzas de seguridad danesas en la recepci¨®n de la reina Margarita II. A la noruega Nora Christiansen, que irrumpi¨® con un vestido de noche rojo, la metieron en la celda 27; al suizo Christian Schmutz, que actu¨® como guardaspaldas, en la 36; y al holand¨¦s Joris Thijssen, responsable de Cambio Clim¨¢tico de Greenpeace Internacional, al que detuvieron un d¨ªa despu¨¦s, en la 26.
Los ecologistas tuvieron que pasar 20 horas aislados en un cuarto
A L¨®pez de Uralde le confundieron con el presidente de Georgia
"Lo peor ha sido no poder explicar a tus hijos qu¨¦ ha pasado", dice Uralde
Si quer¨ªa ir al v¨¢ter, tendr¨ªa que apretar un timbre y esperar a que la abrieran
L¨®pez de Uralde fue el primer sorprendido de que su limusina, con un letrero en el parabrisas que lo identificaba como "Jefe de Estado de Greenpeace en nombre de la Madre Tierra", pasara los controles hacia el palacio. "Entramos de pura chiripa, porque se dieron muchas casualidades; nosotros no ten¨ªamos moto que nos abriera el camino, pero justo ese d¨ªa se hab¨ªan retirado la de los coches oficiales", relata el ecologista espa?ol al que confundieron con el presidente de Georgia. Recuerda como una pesadilla las horas siguientes a su detenci¨®n el 17 de diciembre por la noche hasta entrar en prisi¨®n al final del 18.
Primero les llevaron a las jaulas port¨¢tiles montadas expresamente por la polic¨ªa danesa en el suburbio de Valby para las protestas durante la cumbre, el bautizado como el "Guant¨¢namo del clima", al que iban a parar los muchos arrestados de forma preventiva (entre ellos 22 espa?oles, seg¨²n la Embajada de Espa?a en Copenhague) y luego a una comisar¨ªa en la que los ecologistas tuvieron que pasar 20 horas aislados en un cuarto una colchoneta en el suelo, una luz siempre encendida y una c¨¢mara vigil¨¢ndoles. "Era una perrera y luego nos metieron en el agujero. Yo encima llevaba el esmoquin todav¨ªa puesto e, ingenuo de m¨ª, le dije a la polic¨ªa que la luz deb¨ªa estar estropeada".
Fue ya despu¨¦s cuando entraron en las celdas de Vestre Faengsel en prisi¨®n preventiva, para dar tiempo a la polic¨ªa a investigar su implicaci¨®n en tres cargos: suplantaci¨®n de personalidad p¨²blica, falsificaci¨®n de matr¨ªculas y allanamiento de morada (los mismos con los que salieron en libertad el pasado mi¨¦rcoles). Las horas anteriores hab¨ªan sido tan duras que L¨®pez de Uralde pens¨® que el cuarto en el que acababa de entrar no pod¨ªa ser su celda. Ten¨ªa delante suyo una habitaci¨®n con un lavabo y un sof¨¢ cama en la pared izquierda, y una neverita, un armario y una c¨®moda con una peque?a tele y una radio en la derecha. Adem¨¢s, al fondo pod¨ªa abrir una ventana con rejas que daba al patio.
La puerta de esa celda estar¨ªa la mayor parte de las horas cerrada. Si quer¨ªa ir al v¨¢ter, tendr¨ªa que apretar un timbre y esperar a que la abrieran. "En la celda piensas, ves la tele, lees un libro, oyes m¨²sica, te das paseos; lo haces todo muy despacio para que el tiempo pase", comenta el director de Greenpeace Espa?a. "Si has pedido que te dejen salir para ducharte, vas casi como andando para atr¨¢s a ver si te encuentras alguna celda abierta, pues aunque siempre est¨¢n cerradas, quiz¨¢ haya suerte y veas a alguien".
Todas las ma?anas, un guardia pasaba con un carrito con el desayuno. Siempre lo mismo: t¨¦ y pan de molde con una loncha de queso, y los domingos caf¨¦ y un bollo. Es el momento en el que se pregunta a los reclusos si van a querer salir a las duchas, limpiar su celda o lavar ropa sucia. Cuando L¨®pez de Uralde ped¨ªa hacer su "habitaci¨®n", pasaba todo lo lento que pod¨ªa la escoba y la fregona aprovechando que su puerta estar¨ªa mientras tanto abierta. Y es que lo m¨¢s duro en prisi¨®n es la soledad. Los cuatro de Greenpeace no fueron encarcelados en r¨¦gimen de aislamiento, pero s¨ª estaban sujetos a un estricto control de correspondencia y visitas, conforme a los art¨ªculos 771 y 772 de la Ley de Enjuiciamiento Civil y Criminal de Dinamarca. Esto implicaba no tener contactos con su familia o con el exterior, salvo las reuniones con sus abogados, que se limitaban a comentar el proceso judicial. "Ha sido lo peor, el no poder hablar con la familia, el no poder explicar a tus hijos qu¨¦ ha pasado, pero tambi¨¦n el no saber qu¨¦ estaba pasando", cuenta el ecologista, padre de dos hijos. "Eso ha sido lo m¨¢s dif¨ªcil, porque no entiendes nada, no entiendes por qu¨¦ est¨¢s ah¨ª".
Casi todo lo que sab¨ªan del exterior les llegaba por la televisi¨®n o por la radio, aunque la mayor¨ªa era en dan¨¦s. La activista noruega Nora Christiansen, casada con el director ejecutivo de Greenpeace Dinamarca, Mads Christiansen, era la que les sol¨ªa traducir las noticias de lo que hab¨ªa o¨ªdo por la radio cuando pod¨ªan juntarse en la hora de patio, de 10 a 11, o en los turnos de "vida social", de dos a cuatro y de seis a ocho, en los que los reclusos pod¨ªan elegir a otros dos compa?eros para reunirse en una celda. As¨ª fue como al sexto d¨ªa de estar all¨ª Nora cont¨® al espa?ol que 300 personas estaban protestando en la Embajada de Dinamarca en Madrid pidiendo su liberaci¨®n. "Comenc¨¦ a saber lo que se estaba montando por eso y porque unos d¨ªas despu¨¦s un preso pregunt¨® gritando desde la celda al patio qui¨¦n de nosotros era el de las 50.000 firmas
[las recogidas por Greenpeace en Espa?a exigiendo el final de su encarcelamiento]".
Aparte de los cuatro amigos de Greenpeace, Juancho (L¨®pez de Uralde), Nora, Christian y Joris tambi¨¦n se turnaron en sus horas de "vida social" con Luca, un activista italiano de la celda 25, acusado de tirar unas botellas en una protesta en Christiania. A final de a?o, la prisi¨®n fue vaci¨¢ndose de presos del clima y Nora se convirti¨® en la ¨²nica mujer en la galer¨ªa. "A la pobre la ten¨ªan frita, pero aunque hab¨ªa salas para mujeres, ella quer¨ªa quedarse. Creo que ese fue el ¨²nico gesto un poco humano que tuvieron con nosotros: permitir que Nora se quedara", asegura el dirigente ecologista. Aunque ya antes conviv¨ªan con unos pocos presos comunes, las celdas empezaron a llenarse otra vez con ellos de forma masiva con el nuevo a?o. Las cosas cambiaron, pues fue entonces cuando conocieron de verdad un ambiente carcelario.
L¨®pez de Uralde tuvo trato con un chileno al que ayudaba a hacerse entender con los guardias en ingl¨¦s. "Le pregunt¨¦ porqu¨¦ estaba en la c¨¢rcel y me dijo que por un asuntillo en una joyer¨ªa, no le volv¨ª a hacer m¨¢s preguntas". Pero sobre todo congeniaron con Jim, un marroqu¨ª-dan¨¦s acusado de tr¨¢fico de drogas, que fue qui¨¦n les introdujo en el submundo de la prisi¨®n. "Nos ayud¨® mucho a entender. Nos ense?¨® que en la c¨¢rcel no hay que tener esperanzas, porque luego te desesperas. Que tienes que vivir el d¨ªa a d¨ªa y no pensar que vaya a cambiar nada. Y era verdad. Los peores d¨ªas fueron los del principio, cuando ten¨ªamos esperanza, como el d¨ªa que los abogados presentaron el recurso. Si lo pierdes te quedas hundido en la miseria".
Al tercer d¨ªa en prisi¨®n, el dirigente ecologista recibi¨® por la ma?ana una visita inesperada. Era Juan Su?¨¦, encargado de negocios de la Embajada de Espa?a en Copenhague, que c¨®mo luego har¨ªa tambi¨¦n el c¨®nsul de Espa?a, Nu?o Bordallo, se ocuparon de ver de forma regular al director de Greenpeace. Ambos se encontraron a un L¨®pez de Uralde bastante animado, pero muy enfadado por las limitaciones de contacto con el exterior. En total fueron seis las visitas permitidas en las que hablaron de todo, seis visitas que L¨®pez de Uralde agradeci¨® con un sentido abrazo a Bordallo al despedirse en el aeropuerto de Copenhague de regreso a Madrid. "Esas visitas fueron para m¨ª muy importantes", asegura. Las gestiones de la Embajada tambi¨¦n fueron clave para que en los ¨²ltimos d¨ªas se permitiera que el ecologista fuera visitado por su esposa y su hermano, aunque acompa?ados de un polic¨ªa y una traductora que les interrump¨ªan cada vez que hablaban del caso.
Esta visita de su familia se produjo a s¨®lo 48 horas de la vista judicial donde deb¨ªa decidirse si los cuatro de Greenpeace continuaban en prisi¨®n. Y ese mismo d¨ªa, martes, fue tambi¨¦n cuando la polic¨ªa danesa les interrog¨® por primera vez desde su detenci¨®n. Los cuatro tem¨ªan la vista judicial, pero ¨¦sta no lleg¨®. Justo el d¨ªa de antes, mi¨¦rcoles, oyeron a su abogado decir por tel¨¦fono que iban a ser liberados. Tras 21 d¨ªas detenidos, sal¨ªan a la calle.
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