Sonre¨ªr hasta morir
Si t¨² sonr¨ªes a la vida, la vida te sonr¨ªe a ti. Esa antigua teor¨ªa, seg¨²n la cual todo te ir¨¢ mucho mejor si adoptas una actitud positiva frente a todo lo que te pase, fue de alguna manera confirmada por los psic¨®logos y expertos en comunicaci¨®n no verbal Paul Ekman y Wallace Friesen hace m¨¢s de 20 a?os, aunque ellos lo que realmente establecieron es que al sonre¨ªr los m¨²sculos de la cara activan una serie de reacciones en el cerebro que generan un sentimiento de mayor satisfacci¨®n con el mundo que te rodea. O sea, que si sonr¨ªes, aunque te pisen los callos, te sientes bien.
El caso es que, seg¨²n datos del Ministerio de Justicia que ha publicado recientemente este peri¨®dico, 125 personas padecieron injustamente entre 2002 y 2009 grav¨ªsimos errores judiciales, como prisiones preventivas o condenas carcelarias y que s¨®lo en 17 casos dieron lugar a una indemnizaci¨®n del Estado, las m¨¢s de las veces, rid¨ªcula. Porque, ?c¨®mo te resarcen por haber pasado dos a?os de tu vida en la c¨¢rcel acusado falsamente de haber matado a golpes y mordiscos a un compa?ero de residencia, como le ocurri¨® a un joven discapacitado de M¨¢laga? En ese caso, la Sala de lo Contencioso otorg¨® una indemnizaci¨®n elevada para lo que suele ser habitual: 90.000 euros.
Las indemnizaciones por errores judiciales son muy escasas y su cuant¨ªa, las m¨¢s de las veces, rid¨ªcula
Nunca se han repercutido sobre los jueces las cantidades empleadas para reparar las equivocaciones
Pero ¨¦stos son los casos m¨¢s graves, porque en esos siete a?os hasta 1.318 personas fueron privadas de libertad y luego quedaron libres de culpa porque sus procesos fueron archivados por falta de pruebas.
Y ?qu¨¦ pasa cuando los jueces con sus resoluciones arruinan a una familia o hunden una empresa? Pues poco o nada. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos conden¨® a Espa?a a pagar una indemnizaci¨®n de 8.000 euros por violar el derecho a un juicio justo en un plazo razonable. Claro que el pleito del que proced¨ªa se inici¨® en 1988 en Santa Cruz de Tenerife y diez a?os despu¨¦s la Audiencia Provincial hab¨ªa fijado para los demandantes el pago de 84.249.290 euros que nunca llegaron a cobrar. La condena del Tribunal de Estrasburgo se ha producido en 2009, es decir, menos del uno por diez mil y 21 a?os despu¨¦s. Grandioso.
Anta?o, cuando errores de ese calibre ocurr¨ªan en la empresa privada, como por ejemplo grandes p¨¦rdidas de dinero por inversiones arriesgadas o actos de alg¨²n ejecutivo, los responsables sol¨ªan ser despedidos o duramente castigados, salvo que el culpable fuera el hijo pijo del presidente del consejo de administraci¨®n. Debo reconocer que tras el crack bancario de septiembre de 2008, en el que los ejecutivos bancarios responsables de la crisis se est¨¢n repartiendo beneficios y compensaciones salariales millonarias con cargo a los fondos que los Estados concedieron a sus entidades para afrontar la crisis, ya no sabr¨ªa qu¨¦ decir. Pero en el caso de los jueces, aparte de que nunca son sancionados por sus equivocaciones, tampoco se han repercutido nunca las indemnizaciones, por rid¨ªculas que fueran, sobre sus sueldos. ?Se lo imaginan? Seguro que tendr¨ªan mucho m¨¢s cuidado. (Me estoy refiriendo a errores. Es muy distinto que el juez haya metido en la c¨¢rcel a un empresario para hacerle chantaje, como en el caso de Pascual Estevill).
El caso es que Ekman y Friesen se hicieron famosos al establecer que los gestos de la cara para expresar emociones son iguales en todos los pueblos y culturas y que de su estudio se puede determinar qui¨¦n dice la verdad y qui¨¦n miente. La serie de televisi¨®n Mi¨¦nteme (Lie to me) se basa en los estudios de Ekman y en la actualidad este psic¨®logo est¨¢ trabajando en un detector de mentiras basado en las expresiones faciales.
No se descarta que en un futuro, cuando lo perfeccionen, el aparato sea utilizado en los juzgados norteamericanos e incluso que la experiencia pueda ser trasvasada alg¨²n d¨ªa a la Justicia espa?ola.
Quiz¨¢ las 125 personas que padecieron injustamente los errores judiciales no conoc¨ªan a Ekman y Friesen y no sonrieron suficientemente a la vida para que la vida les sonriera. Tal como van la Justicia y la crisis econ¨®mica habr¨¢ que sonre¨ªr m¨¢s, sonre¨ªr continuamente, sonre¨ªr hasta morir, aunque parezcamos imb¨¦ciles con la que est¨¢ cayendo.
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