?Ser¨¢ 2010 el a?o de Camus?
Nuestro mundo necesita m¨¢s que nunca la disciplina de la lucidez, la abominaci¨®n de lo absoluto, el cultivo de la duda y el hero¨ªsmo en el comedimiento que caracterizaron al autor de 'El primer hombre'.
Este nuevo a?o es camusiano? Me hago esta pregunta porque escribo en el d¨ªa del quincuag¨¦simo aniversario de la muerte del autor de El primer hombre. La respuesta es "s¨ª". Y no porque los prodigiosos homenajes que se le est¨¢n dedicando dejen at¨®nitos a quienes saben del purgatorio, e incluso infierno, al que le relegaron durante tanto tiempo la mayor¨ªa de los intelectuales franceses. Sino porque el hombre que reflexion¨® sobre el suicidio, el asesinato, la revoluci¨®n y la rebeli¨®n, imponi¨¦ndose como disciplina una lucidez extrema, el pensador que abomin¨® de lo absoluto, cultiv¨® la duda, introdujo hero¨ªsmo en el comedimiento y anticip¨® que en lo sucesivo tendr¨ªamos que intentar conservar el mundo en vez de intentar cambiarlo, ese hombre defini¨® un comportamiento y una actitud en vez de un credo. Y eso es exactamente lo que necesita nuestra ¨¦poca.
Los musulmanes constituyen entre el 85% y el 90% de las v¨ªctimas de los atentados islamistas
Hay toda una corriente partidaria de modernizar el islam en vez de islamizar la modernidad
Hace ya mucho, adem¨¢s, que no o¨ªmos a nadie evocar un "futuro mejor", ni a los pa¨ªses que van hacia el Sol naciente, celebrar las "primeras ma?anas del mundo". Tampoco se habla ya de las ilusiones que se originaron tras la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, ni de la muerte de las ideolog¨ªas, ni del fin de la Historia, ni del reinado universal de la democracia y la econom¨ªa de mercado. Y aqu¨ª estamos, privados de sue?os y carentes de futuro.
Pasemos a las realidades.
La primera es que, seg¨²n las conclusiones de la cumbre de la FAO, celebrada en Roma, hay mil millones de personas que sufren de malnutrici¨®n.
?Mil millones! Una cifra extra?a y desoladora. Si la cito en primer lugar es porque, desgraciadamente, para los que se hartan de comer, la tentaci¨®n de considerar esta aterradora constataci¨®n de la FAO como una abstracci¨®n, producto de una invencible fatalidad, siempre es grande. Lo mismo que la de pensar que, como el remedio no est¨¢ a nuestro alcance, podemos dejar para luego la obligaci¨®n de pensar en ello.
Sin embargo, yo tambi¨¦n voy a hacerlo ahora, para evocar el enfrentamiento que domina la escena mundial en este comienzo del siglo XXI.
Anta?o, luchamos contra las ideolog¨ªas marxista y nazi, que se transformaron en religiones. Hoy, en ciertas zonas del mundo, es al rev¨¦s. Tenemos que enfrentarnos con unas religiones que se transforman en ideolog¨ªas: el islamismo, sobre todo -que a¨²n golpea en Irak, Afganist¨¢n y parte de Pakist¨¢n-, una forma mesi¨¢nica del sionismo judeoamericano y una m¨ªstica, la de los evang¨¦licos estadounidenses, que empuj¨® a Georges W. Bush a desencadenar la guerra en Irak.
Este retorno al imperialismo religioso ha cobrado una importancia mucho mayor a¨²n desde la revoluci¨®n iran¨ª de 1979 y desde que las autoridades de Teher¨¢n consolidaron su liderazgo sobre los puestos avanzados del Hezbol¨¢ liban¨¦s, el Ham¨¢s palestino y, ahora, de los rebeldes de Yemen, que amenazan a Arabia Saud¨ª. Varios Estados musulmanes de la regi¨®n temen a Ir¨¢n hasta el punto de desear una intervenci¨®n militar, aunque sea israel¨ª, contra el r¨¦gimen de los mul¨¢s.
Se trata de las relaciones que Occidente mantiene con el islam y que Barack Obama se ha propuesto transformar, en particular con su discurso de junio del pasado a?o en El Cairo. Pero, sin embargo, hay un hecho que no debemos olvidar nunca: entre el 85% y el 90% de las v¨ªctimas de los atentados islamistas son musulmanes. Junto a la amenaza del "choque de civilizaciones", est¨¢ la inmensa realidad de una verdadera guerra civil y religiosa.
Seguramente, en la observancia de los cinco mandamientos de Dios establecidos en el Cor¨¢n, hay factores unitarios que pueden dar p¨¢bulo a la ilusi¨®n de un poder musulm¨¢n cuya fuerza se basa en mil millones de creyentes. Pero, aunque el islam sea uno, los musulmanes nunca han sido tan diversos ni han estado tan divididos.
De hecho, dos grandes corrientes de pensamiento separan a los partidarios de una interpretaci¨®n radical, e incluso violenta, del mensaje cor¨¢nico de aquellos que, por el contrario, pretenden modernizar el islam en vez de islamizar la modernidad. Un n¨²mero creciente de musulmanes estima, en efecto, que el islam no tiene nada que perder en adoptar unos valores universales que, equivocadamente, suelen denominarse "occidentales", cuando, a menudo, fueron los orientales quienes contribuyeron a establecerlos.
Esta ¨²ltima constataci¨®n nos incita a volver sobre el incre¨ªble desbarajuste que ha provocado el Estado sarkozysta al plantear el debate sobre la identidad nacional francesa como lo ha hecho. Peor imposible. Me explico. Personalmente, yo deseaba que Francia definiera y propusiera la forma republicana de nuestra naci¨®n como un ejemplo de ¨¦xito, como un recurso positivo a ojos de los millones de musulmanes que luchan contra la regresi¨®n islamista. Desde mi ¨®ptica, no se trataba en absoluto de una forma de exclusi¨®n, sino de una incitaci¨®n a transformar a los ciudadanos musulmanes en copart¨ªcipes de la fidelidad a una tradici¨®n y a un proyecto.
Esos ciudadanos musulmanes comprenden cada vez mejor que, para ofrecer la imagen m¨¢s moderna posible del islam, la m¨¢s abierta y fraternal, conviene evitar todos los signos de aislamiento, de separaci¨®n y repliegue sobre s¨ª mismos. En otras palabras: todo lo que puede justificar las reacciones m¨¢s aberrantes, que han ido desde la denuncia de un nuevo fascismo (Emmanuel Todd), hasta la investigaci¨®n de las disfunciones de las leyes para la concesi¨®n de la nacionalidad francesa.
Es hora de volver a lo m¨¢s b¨¢sico y fundamental. Francia no es un pa¨ªs racista. Si no, todos esos millones de j¨®venes magreb¨ªes no so?ar¨ªan en venir aqu¨ª. No es un pa¨ªs fascista. Si no, nadie tendr¨ªa la libertad de proferir tal acusaci¨®n. Como todos pudimos ver en las pantallas televisivas durante las pasadas fiestas navide?as, los best of del a?o que acaba de terminar demuestran que raramente un jefe de Estado y un Gobierno han sido tan estigmatizados y ridiculizados en Francia como los actuales.
Una vez dicho todo esto, no se comprende por qu¨¦ iba nadie a prohibirnos plantearnos en Francia las mismas preguntas sobre el islam que se hacen millones de musulmanes en todo el mundo. Por mi parte, yo observo que si bien, por miedo a pasar por islam¨®fobos, muchos franceses no musulmanes se indignan ante la sola idea de que se abra un debate sobre este asunto, por su parte, muchos musulmanes lo aceptan bajo la forma que yo he pretendido preconizar.
En mi vida, he tenido tres buenos amigos entre los grandes escritores franc¨®fonos y musulmanes: Kateb Yacine, Mohammed Dib y Rachid Mimouni. Una de las cuestiones prioritarias para los tres era atajar la ola de regresi¨®n islamista, que un d¨ªa podr¨ªa alcanzar al islam europeo. (Sobre este ¨²ltimo punto, hay que leer o releer el ¨²ltimo libro de Kateb Yacine, El poeta como boxeador, publicado a t¨ªtulo p¨®stumo en 1994 por Ediciones Seuil).
Jean Daniel, fundador y editorialista de Le Nouvel Observateur, recibi¨® en 2004 el Premio Pr¨ªncipe de Asturias. Sobre Oriente Pr¨®ximo ha publicado Dieu est-il fanatique? (Arl¨¦a), La prison juive (Odile Jacob) e Isra?l, les Arabes, la Palestine: chroniques 1956-2008 (Galaade). Su ¨²ltimo libro es Les Miens (Grasset). Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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