Puertas al campo
La ¨²ltima propuesta de la ministra de Cultura para acabar con las descargas descontroladas en Internet, que contempla la intervenci¨®n, nada menos, que de un juez de la Audiencia Nacional para bloquear las p¨¢ginas que atenten contra los derechos de autor, supone el en¨¦simo intento de poner puertas al campo cibern¨¦tico.
Desde que hace m¨¢s de 500 a?os Gutenberg inventase la imprenta y con ello la posibilidad de realizar copias seriadas de un documento, siempre ha habido mentes preocupadas por poner freno a la libre reproducci¨®n de cualquier tipo de archivo. La aparici¨®n de la fotocopiadora gener¨® enormes dolores de cabeza a las editoriales. Incluso se plante¨® que se prohibiese expl¨ªcitamente la fotocopia de libros. El lanzamiento del casete cre¨® gran inquietud en la industria del vinilo. Las grabadoras de CDs han sido la pesadilla de las discogr¨¢ficas.Con Internet ning¨²n ¨¢mbito escapa al intercambio de ficheros. El cine ha sido la ¨²ltima v¨ªctima. La popularizaci¨®n de los e-books hace temer que la literatura sea la pr¨®xima damnificada.
Dejando claro mi convencimiento de que todo autor tiene derecho a cobrar por el fruto de su trabajo, me da la impresi¨®n de que Gonz¨¢lez-Sinde no termina de entender el cambio de escenario que la irrupci¨®n de Internet est¨¢ suponiendo a la hora de redefinir la gesti¨®n de la propiedad intelectual.
Cuando Tim Berners-Lee desarroll¨® en torno a 1989 una serie de herramientas que desembocaron en el nacimiento de la web, lo hizo con un objetivo fundamental: facilitar el intercambio de aportaciones entre los cient¨ªficos del Centro Europeo de Investigaci¨®n Nuclear. Esta ha sido, precisamente, la principal caracter¨ªstica de la red desde su nacimiento: compartir entre los usuarios todo tipo documentos, sean ¨¦stos textuales o audiovisuales. La Wikipedia o Youtube son hijos de esa filosof¨ªa.Las tentativas de distintas entidades por poner freno a esta puesta en com¨²n de bits, sometidos o no a derechos de autor, se han saldado hasta la fecha con sonoros fracasos. Al cierre de Napster le sigui¨® el nacimiento de Emule. El acoso a las web de descargas propici¨® la aparici¨®n de sitios de enlaces hacia macroservidores como rapidshare (ubicado en Suiza) o megaupload (sito en Hong Kong), a donde, de momento, no llegan los largos tent¨¢culos de la SGAE.
Tampoco es del todo exacto el argumento de que determinadas p¨¢ginas se "est¨¦n forrando" gracias a fomentar la pirater¨ªa. Quienes hasta ahora se han llevado la parte del le¨®n en el negocio de Internet han sido los proveedores de acceso, los fabricantes de ordenadores y las empresas de telefon¨ªa m¨®vil. Quiz¨¢ es hacia ese sector hacia el que tendr¨ªa que dirigirse la atenci¨®n de la ministra. Por suerte, y a pesar de sus muchos defectos e inconvenientes, la web sigue siendo uno de los pocos espacios donde todav¨ªa sobrevive la generosidad en un mundo tan ego¨ªsta como el actual.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.