?Qui¨¦n teme a las mujeres?
Como se viene diciendo, tal vez seamos las mujeres las que, en los ¨²ltimos treinta a?os, hemos visto -y protagonizado- en nuestras propias vidas los cambios m¨¢s profundos que se han dado en nuestro pa¨ªs. Sin embargo, las luces que ahora nos favorecen, sobre todo a las mujeres m¨¢s j¨®venes, no deben ocultarnos las sombras que a¨²n persisten, las cuales, por otro lado, podr¨ªan alargarse en estos tiempos dif¨ªciles, en los que los derechos adquiridos parecen m¨¢s fr¨¢giles. Por nuestra parte, los universitarios tendemos a representarnos como un colectivo particular, en donde determinados valores, de libertad, igualdad y solidaridad, se respetar¨ªan con mayor facilidad que en otros ¨¢mbitos sociales. En nuestra Universitat de Val¨¨ncia, sin embargo, existen patentes desigualdades que afectar¨ªan de manera negativa a las mujeres, las cuales, aun cuando son iguales -o m¨¢s- en n¨²mero que los hombres, ocupan menos c¨¢tedras, menos decanatos, menos jefaturas de servicio, etc.. As¨ª, por ejemplo, se pone de manifiesto en las ¨²ltimas elecciones a Claustro, en donde el porcentaje de mujeres elegidas no guarda proporci¨®n con el n¨²mero de profesoras del centro. Entre el personal de Administraci¨®n y Servicios, donde las mujeres constituyen el 60% de la plantilla, su representaci¨®n en claustro es del 46,6 % y, entre los estudiantes, sorprende la mayor proporci¨®n de hombres en las listas presentadas por los distintos colectivos: s¨®lo el 28,3 % de los elegidos son mujeres. Los n¨²meros, por otro lado, demuestran que esta tendencia se va corrigiendo con una gran lentitud.
El Plan de Igualdad de la Universitat de Val¨¨ncia ha sido recibido con frialdad
Con todo, en nuestra Universitat se comprenden mal las pol¨ªticas de igualdad que pretenden corregir determinados desajustes. S¨®lo recientemente se ha logrado aprobar un Primer Plan de Igualdad, el cual, dicho sea de paso, ha sido recibido con frialdad y est¨¢n por ver los esfuerzos que se despliegan para que las medidas que se contemplan en el mismo no sean papel mojado.
En estos d¨ªas, sin embargo, en la Universitat y fuera de ella, se ha hablado con insistencia del hecho de que por primera vez haya un candidato mujer al rectorado. La cuesti¨®n no es nueva, cada vez que una mujer aparece por primera vez en una escena que parec¨ªa reservada a los hombres se desatan los comentarios impertinentes en muchos casos. As¨ª, una vez m¨¢s, hemos podido o¨ªr las quejas de los que se indignan ante la posibilidad -que suponen- de que se vote a las mujeres por el hecho de serlo. ?No ir¨¦is a votar a fulanita porque es mujer?, habr¨¢ que fijarse en sus m¨¦ritos, nos dicen. Sin embargo, estos mismos no parecen percatarse de que cuando una mujer llega arriba suele tener ya muchos m¨¦ritos. Tampoco se le ocurrir¨ªa recalcar que hay que mirar bien los m¨¦ritos de los hombres que se propongan. ?Por qu¨¦ ser¨¢? ?Por qu¨¦ cuesta tanto eliminar las sospechas? Cu¨¢n distintas podr¨ªan haber sido las cosas si, en lugar de alimentar la indiferencia o la negaci¨®n del problema buscando las razones de la desigualdad en el pasado, se hubieran hecho algunos esfuerzos m¨¢s para propiciar la visibilidad y el reconocimiento de las y los mejores -mujeres y hombres- , reconociendo, si cabe, que somos las mujeres una competencia ineludible que pide paso para situarse en los lugares que en otros tiempos hubieran ocupado, en exclusiva, los hombres. Pero para esto, ciertamente, m¨¢s generosidad, honestidad y reivindicaciones fuertes.
En estos d¨ªas, hemos o¨ªdo tambi¨¦n los entusiasmos renovados de los que se apuntan a la novedad. ?Por fin una mujer candidata! Bien est¨¢ que haya una mujer candidata. Otra cosa no ser¨ªa normal (aunque, de no mediar tantas fuerzas retardatarias ser¨ªa normal que hubiera m¨¢s de una candidata). No cabe duda de que la presencia de mujeres como candidatas tiene un significado simb¨®lico importante. Pero la experiencia nos ha ense?ado la fragilidad de los s¨ªmbolos cuando no se quiere ir m¨¢s lejos, cuando no van acompa?ados de pol¨ªticas de igualdad continuadas y eficaces. Lo que de verdad ayudar¨ªa a conseguir mayor equilibrio y progreso en las relaciones entre mujeres y hombres ser¨ªan los cambios del pensamiento y de las actitudes y, por supuesto, el apoyo a las pol¨ªticas de Igualdad que venimos proponiendo. Para todo ello se necesita el concurso de todos, mujeres y hombres. ?Por qu¨¦ habr¨ªa que excluir a los hombres de la tarea y la responsabilidad de trabajar por la igualdad y por un mejor reparto de los deberes y de los derechos entre mujeres y hombres? No ser¨ªa bueno hacerlo. Las pr¨®ximas elecciones al rectorado de la Universitat de Val¨¨ncia, por otro lado, son una nueva oportunidad para avanzar. Veremos lo que se nos plantea en el terreno de la Igualdad, entre otros.
Isabel Morant es profesora de Historia de la Universitat de Valencia.
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