Robinsones vascos
En las ¨²ltimas d¨¦cadas se ha comparado innumerables veces el Pa¨ªs Vasco con el Ulster. Se han se?alado ciertas similitudes y tambi¨¦n m¨²ltiples diferencias. Pues bien, vayamos con una m¨¢s. ?Se imaginan ustedes un caso parecido al del se?or y la se?ora Robinson en nuestro paisito? Por supuesto, no me refiero a los aspectos pol¨ªticamente m¨¢s relevantes del esc¨¢ndalo, es decir, a los indicios de corrupci¨®n (la forma en que pudo conseguir el dinero y la licencia para que su joven amante pudiera montar un negocio), sino a los puramente sexuales y morales. Porque, a todas luces, la impresi¨®n que da el asunto es que la principal acusaci¨®n dirigida contra Mrs. Robinson es de hipocres¨ªa (por su estricta religiosidad), acrecentada por el "pecado" (para una mujer) de tener un amante 40 a?os menor (de 19). ?A qu¨¦ vendr¨ªa si no airear que ha tenido otros amantes m¨¢s, aunque no est¨¦n relacionados con ninguna falta pol¨ªtica? Como sabr¨¢n, la descomunal presi¨®n suscitada ha llevado a Mr. Robinson, ministro principal para Irlanda del Norte, a apartarse temporalmente de su cargo; y a ella a dimitir de sus diferentes cargos pol¨ªticos y a recibir "tratamiento psiqui¨¢trico agudo", que no suena muy bien precisamente.
En la pol¨ªtica vasca -corr¨ªjanme si me equivoco- nunca hemos tenido un caso ni remotamente parecido. Un esc¨¢ndalo relacionado con la moral sexual que afectara seriamente a un pol¨ªtico en activo, quiero decir. En los corrillos pol¨ªticos o period¨ªsticos se cuentan, c¨®mo no, todo tipo de chascarrillos de aventuras, infidelidades o inclinaciones varias, pero no suelen alcanzar las p¨¢ginas de los peri¨®dicos, ni apenas las voces desatadas de los tertulianos. Es la vida ¨ªntima de cada cual, y as¨ª debe seguir siendo (a menos que haya un delito de por medio, claro est¨¢). S¨®lo a alguien que predica pol¨ªticamente una determinada moral sexual, como la cristiana se?ora Robinson, puede estallarle tan brutalmente la propia incongruencia. La hipocres¨ªa, la doblez o la mentira de nuestros pol¨ªticos, en todo caso, suele ir por otros derroteros.
Sin embargo, no deja de ser llamativo lo discretos que somos los vascos para estas cuestiones. Discret¨ªsimos, vamos. No es ya que apenas sepamos ni m¨² sobre la vida er¨®tico-sentimental de nuestros pol¨ªticos, famosos o personalidades patrias (a menos que hayan saltado las fronteras hasta llegar a los dominios del ?Hola!, el S¨¢lvame, etc.), sino que tampoco nos interesa. ?Pudorosos, celosos de nuestra intimidad? No hay ni una sola revista, ni un programa de la ETB (de la 2; de la 1, en euskera, ?es m¨¢s inimaginable todav¨ªa!) que hable espec¨ªficamente del "coraz¨®n" (o v¨ªsceras aleda?as) de la beautiful people vasca. Tampoco hay ning¨²n talk-show, donde la gente venga a confesar sus miserias, a pelearse en directo con sus vecinos o a declararse a su cu?ado. Y bien, ?nos perdemos algo con esta escasez de Robinsones vascos? No creo.
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