El baile del 'hiyab'
Soy el pa?uelo que tienes en tus manos. Amarillo encendido. Radiante. Orgulloso. Sol para la ni?a de tez oscura. ?Quieres jugar conmigo? Acar¨ªciame. Pas¨¦ame entre tus dedos. Soy la serpiente que culebrea por tu brazo, el ej¨¦rcito de hormigas que dibuja cosquillas en tu nuca, las alas de una mariposa saludando al l¨®bulo de tu oreja. Ac¨¦rcame a tu rostro. As¨ª. Mira a trav¨¦s de mis hebras. ?Has visto? El mundo siempre es diferente si me llevas contigo. Y ahora prueba a cubrir tus cabellos. Un poco m¨¢s. Cuidado con ese mech¨®n rebelde. Perfecto. Da una vuelta. Otra. ?No tan r¨¢pido! Vas a marearme.
-?Estoy guapa?
-Est¨¢s preciosa.
-?Puedo maquillarme?
-Por supuesto. Tus ojos de almendra quedar¨¢n a¨²n m¨¢s bellos con un poco de khol. Dos ventanas abiertas a un mar oscuro y misterioso. ?En los labios? Un poco si quieres, brillo de coral centelleando en el oc¨¦ano.
-Parezco mayor.
-?Eres mayor! ?Acaso no piensas ya por ti misma?
-S¨ª, pero a¨²n tengo algunas dudas. No s¨¦ qu¨¦ hacer contigo. Me gustas porque dibujas un lazo con mis ra¨ªces, porque me ligas a mis hermanas. Eres una se?al. Un s¨ªmbolo. Mi identidad y mi orgullo. Sin embargo...
-Vamos, no lo estropees ahora con titubeos. Lo estabas haciendo muy bien. Sigue jugando a las sombras chinas y dime todo lo bonito que ves reflejado en m¨ª. Sabes que mi manto vela por mucho m¨¢s.
-S¨ª, tu tacto es una mano tendida, un sost¨¦n ante la intolerancia. Y tambi¨¦n eres mi libertad. Mi decisi¨®n. Aunque tu caricia es de seda, s¨¦ que con ella podr¨ªa trazar el gesto de la rebeli¨®n. Abominar de esta sociedad que pretende hacer de m¨ª un objeto de consumo. Impedir que mi cuerpo y mi desnudez sean un art¨ªculo de mercado. Contigo no me ver¨ªa a trav¨¦s de los ojos de los dem¨¢s, ni ser¨ªa una mu?eca m¨¢s en el bazar de la seducci¨®n. Eso me gusta. Quiero que los hombres me consideren s¨®lo por mi interior.
-Pareces tener las ideas muy claras. Entonces, ?qu¨¦ te hace vacilar? ?Por qu¨¦ no cesas de quitarme y ponerme? Det¨¦n un segundo el baile y c¨¦ntrate. Es correcto todo lo que dices, pero creo que olvidas algo. Quiz¨¢ lo m¨¢s importante.
-Ya s¨¦, ya s¨¦. Tambi¨¦n eres el cobijo de las miradas. El manto que preserva mi intimidad, mi pureza. El rinc¨®n de la oraci¨®n.
-Exacto. Soy el lienzo que te reconoce como musulmana. Soy tu derecho a la diferencia. La proclama al mundo de tu pertenencia al islam. Cuidado, ese mech¨®n tozudo no deja de asomar. Suj¨¦tame. An¨²dame con fuerza. Un poco m¨¢s.
-Espera. Estate quieto. Me aprietas demasiado y no me dejas ver con claridad. Dices demasiado de m¨ª. Y eso es precisamente lo que me hace dudar. No s¨¦ si quiero cubrirme con etiquetas. No necesito envolverme en pancartas que griten en mi nombre. Y, menos todav¨ªa, que nadie crea que eres la prenda de mi sumisi¨®n.
-No seas soberbia. Sabes que soy mucho m¨¢s que un pedazo de tela. Tambi¨¦n puedo ayudarte con la modestia. Bajo mi protecci¨®n, entregar¨¢s tu belleza a Dios. Tu decisi¨®n le complacer¨¢ y llenar¨¢ de alegr¨ªa.
-Me cuesta aceptar que Al¨¢ sea un cr¨ªtico de moda. Y aunque soy joven, s¨¦ que no encontrar¨¦ en el Cor¨¢n una referencia concreta a cubrir mis cabellos. Pero no importa, no discutamos m¨¢s. Me gusta tu protecci¨®n, ya lo sabes, pero no querr¨ªa que la confundieras con posesi¨®n. Y sobre la modestia, sabes que si ma?ana llego cubierta al instituto, ser¨¦ el centro de todas las miradas. ?No resulta eso tambi¨¦n una forma de vanidad?
-Vamos, ni?a, no quieras resolver todos los interrogantes en un d¨ªa. Mi abrigo te dar¨¢ sabidur¨ªa. Poco a poco ir¨¢s encontrando todas las respuestas en tu interior. Yo no soy una imposici¨®n. Recu¨¦rdalo, tan s¨®lo una bella elecci¨®n.
-En el fondo, estoy un poco nerviosa. Temo equivocarme.
-Lo s¨¦. No te preocupes. No tienes por qu¨¦ tomar hoy una decisi¨®n. Afl¨®jame, anda, ag¨ªtame y vuelve a bailar conmigo. No soy un ladr¨®n en busca de un bot¨ªn. T¨² no eres mi presa, ni yo tu cancerbero. S¨®lo quiero ser el tapiz de tu felicidad. Entre mis hebras de seda podr¨¢s tejer tu destino. Hay espacio para todo. Una puntada de sue?os. Otra de rezos en la madrugada. Un hilv¨¢n para la amistad. Una costura para el amor. Y espacio para miles de anhelos. T¨² podr¨¢s elegir los hilos con los que trenzar tu futuro. Y los zurcidos trazar¨¢n el mapa de tu memoria.
-?No tratar¨¢s de imponerte?
-T¨² pones los l¨ªmites. Puedo quedarme como estoy o variar a tu antojo. ?Quieres probar? Es s¨®lo una diversi¨®n. Mira, puedo robar a la noche y te?irme de azabache. Y crecer y crecer. Tanto como t¨² quieras. ?Lo ves? Mira, juego a envolver todo tu cuerpo. No tengas miedo. Se est¨¢ bien aqu¨ª dentro, ?verdad? Puedo cubrir tus labios. Puedo detenerme o seguir ascendiendo. ?Te r¨ªes? Claro, te hago cosquillas en la nariz. Tambi¨¦n s¨¦ tejer una celos¨ªa ante tus ojos. Espera, no bailes ahora, qu¨¦date parada. As¨ª, como una sombra. En silencio. En la oscuridad. ?No sientes la paz? Solos t¨² y yo. Siempre juntos.
-S¨ª, siempre juntos. Pero, ?d¨®nde?
-No te entiendo, preciosa. Yo ir¨¦ adonde t¨² vayas.
-Pero bajo tu piel tramada entrever¨¦ c¨®mo se cierran algunas puertas.
-Quiz¨¢ tengas raz¨®n. Pero, al fin y al cabo, ?qui¨¦n quiere ir a Par¨ªs?
http://alteregosalterados.blogspot.com/
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