As¨ª va
Cuando Lisboa fue destruida por un terremoto en 1755, la Iglesia cat¨®lica dictamin¨® que era un justo castigo de Dios (?les recuerda algo semejante derroche de compasi¨®n?). Y la obvia insensatez de esa afirmaci¨®n cruel (hab¨ªan muerto miles de inocentes, ni?os incluidos, en un pa¨ªs adem¨¢s especialmente religioso) cre¨® una conmoci¨®n mundial y una reacci¨®n aconfesional encabezada por Voltaire. Aquel se¨ªsmo fue el comienzo de la muerte de los dioses.
Han pasado 250 a?os de aquello, pero la Iglesia sigue diciendo cosas igual de insensatas e insensibles. Las crudas palabras del obispo Munilla (que la pobreza espiritual de Espa?a es un mal mayor que la tragedia de Hait¨ª) tambi¨¦n han provocado un sonoro esc¨¢ndalo. Para peor, en vez de pedir excusas, el prelado se justific¨® diciendo que hablaba a "nivel teol¨®gico", con lo cual solidific¨® su error de expresi¨®n y lo convirti¨® en lo que sin duda es: pura y berroque?a ideolog¨ªa. Ah, s¨ª, seguro que hablaba teol¨®gicamente. S¨®lo hundido a ciegas en el dogma puede uno tener una percepci¨®n tan deformada de la realidad y creer que la tibieza cat¨®lica de los espa?oles es peor que el atroz sufrimiento de los haitianos y que el pavoroso colapso de un pa¨ªs entero: un abismo en la Tierra. Es la teolog¨ªa como sin¨®nimo del fanatismo. Si Munilla quer¨ªa hacer una reflexi¨®n moral, podr¨ªa haber hablado de que el horror de ahora es una consecuencia del horror de antes. Hait¨ª, ya se sabe, es uno de los pa¨ªses m¨¢s m¨ªseros, corruptos y desesperados del planeta; la esperanza de vida no llega a los 52 a?os y s¨®lo uno de cada 50 ciudadanos recibe salario. Eso s¨ª que es pobreza espiritual; quiero decir que algo funciona muy mal en un mundo que permite la existencia de estos infiernos. Pero, ya ven, a Munilla y C¨ªa. s¨®lo parece interesarles lo teol¨®gico. As¨ª va la Iglesia: matando ella sola a Dios con sus torpezas.
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