"Ven¨ªan camiones llenos de cad¨¢veres"
Dos enterradores metieron cientos de cuerpos sin identificar en una fosa com¨²n - El Gobierno calcula que 75.000 personas han sido ya inhumadas
En una calle en cuesta de Puerto Pr¨ªncipe atravesada como todas de basura y de escombros, hay un cementerio no muy grande denominado Route Fr¨¨re con algunas tumbas inclinadas por el terremoto. Una cabra siniestra bala sin due?o a lo lejos entre las sepulturas. Un grupo de hombres cierra con yeso un nicho aparentemente reciente. Dos de ellos son hermanos. Uno viste con una bota agujereada. El otro tiene una gorra de b¨¦isbol vieja y sucia y rota. Trabajan en el cementerio. Comen de lo que les dan las familias tras los funerales. El mi¨¦rcoles pasado, un d¨ªa despu¨¦s del terremoto, enterraron ellos dos a m¨¢s de 600 personas con sus manos, ech¨¢ndolos a la buena de Dios y a la carrera a una fosa com¨²n que rellenaron hace poco con los mismos escombros de cemento y piedras que brotaron de las tumbas deshechas.
"En ese agujero hay 680. Los cont¨¢bamos antes de sepultarlos"
Las excavadoras llenan los hoyos de muertos mezclados con basura y maleza
"Llegaban camiones volquetes, de los que usan en las obras, llenos de muertos, con monta?as de muertos", explica Agoustin Jean Charles, el de la gorra, llev¨¢ndose las manos a la cabeza, como si con el gesto quisiera abarcar un fen¨®meno incomprensible y diab¨®lico. El cami¨®n frenaba a la entrada del cementerio y all¨ª, como si fuera un mont¨®n de tierra, levantaba el volquete y descargaba los cad¨¢veres, que se quedaban apilados ah¨ª. Entonces, Agoustin y su hermano Andr¨¦, ayudados de otros hombres, los arrojaban a un agujero excavado a pocos metros, sin apuntar el nombre, el sexo, la edad o la procedencia.
- En ese agujero hay 680.
- ?Exactamente?
- S¨ª.
- ?C¨®mo lo sabe?
- Porque los cont¨¢bamos. Por lo menos los cont¨¢bamos.
Otras fosas comunes se abrieron y se rellenaron de muertos de manera a¨²n menos humana. En la zona de Titayen, a base de palas excavadoras, se crearon hoyos inmensos que los camiones abarrotaron luego de cad¨¢veres mezclados con maleza, basura y cascotes, una mezcla recogida as¨ª en la calle. Ah¨ª ni siquiera hubo un n¨²mero de orden que llevarse al m¨¢s all¨¢. Por eso, nadie sabe -ni se sabr¨¢ nunca- cu¨¢ntos muertos se enterraron en Puerto Pr¨ªncipe los d¨ªas posteriores al terremoto. Nadie sabe tampoco el n¨²mero exacto de fosas comunes que minan el centro y los alrededores de esta ciudad venida abajo. Hay quien ha enterrado a su hija y a su mujer en el jardincillo de su casa destruida sin preguntar a nadie y sin encomendarse a nadie. Y al rev¨¦s: hay personas que acuden a la emisora de radio Signal FM en busca de informaci¨®n sobre su marido, su hijo, su mujer o su amigo, desaparecidos sin dejar rastro desde el martes pasado. Tal vez hayan acabado en algunas de las cinco fosas que los hermanos Jean Charles excavaron esta semana alrededor de las tumbas.
Los dos contaron ayer, con la naturalidad espeluznante del que est¨¢ familiarizado con el espanto, que trasladaban los cad¨¢veres carg¨¢ndolos sobre una puerta rota o una plancha de pl¨¢stico encontrada en el resto de una casa hundida.
El Gobierno haitiano calcula que en pocos d¨ªas se han enterrado cerca de 75.000 cad¨¢veres encontrados en la calle. Todav¨ªa faltan los que a¨²n permanecen debajo de los edificios o de sus casas. En una calle c¨¦ntrica hay un supermercado de varios pisos chafado como un s¨¢ndwich que antes del martes conten¨ªa una barber¨ªa, un puesto de fotocopias y una concurrida tienda de comestibles.
Cada vez que alguien pasa por ah¨ª se echa la mano a la boca, se aplica una mascarilla o se tapa con la parte de debajo de la camiseta para conjurar el olor dulz¨®n de los cad¨¢veres que duermen debajo desde hace ya una semana. Hay muchos edificios as¨ª. Nadie los ha contado.
El cementerio Route Fr¨¨re parece tranquilo. Lo est¨¢. El hospital enviar¨¢ pronto dos cad¨¢veres, pero ya avisa antes. Acostumbrados a recibir propinas, los hermanos Jean Charles a¨²n no han cobrado nada por haber enterrado a tanta gente sin nombre. Esperan a que el concejal de la zona se acerque un d¨ªa de ¨¦stos a agradecerles, con algo de dinero, su labor de enterradores en serie.
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