Peregrinaje negro
Con Dennis Lehane hemos conocido Boston, una de las ciudades m¨¢s antiguas de Estados Unidos, capital econ¨®mica y cultural de Nueva Inglaterra, pero sobre todo hemos aprendido c¨®mo vive y respira el Boston de los italianos, en el North End, el de la colina y el de las marismas, el del r¨ªo Mystic, el de los irlandeses. Las buenas novelas negras tienen eso, te hacen vivir ciudades en las que nunca has estado. Respiras su ambiente como si las conocieras de toda la vida. Recuerdo un primer viaje a Mil¨¢n mediados los a?os setenta. Nada me sorprendi¨®, ya la hab¨ªa visto a trav¨¦s de novelas como Los milaneses matan en s¨¢bado o Mil¨¢n calibre 9, de Giorgio Scerbanenco.
La Italia negra tiene quien le escriba, desde el maestro Leonardo Sciascia hasta Andrea Camilleri, su Sicilia palpita. Camilleri ha creado un mundo propio, Vig¨¤ta. El comisario Montalbano vive en Marinella, en la playa donde suele nadar siempre que puede, aunque no los lunes porque los domingueros suelen dejarlo todo perdido. En Vig¨¤ta conviven dos familias mafiosas, los Cuffaro y los Sinagra. Nadie puede con ellos y sus negocios. Mejor son las trattorias, donde Montalbano come el pescado m¨¢s fresco. M¨¢s al Norte, la norteamericana Donna Leon ama su Venecia y odia la de los turistas, testigo de c¨®mo se degrada una ciudad, lo que resulta insoportable para el comisario Brunetti.
Pero la tierra de promisi¨®n de la novela negra es California. All¨ª Raymond Chandler hizo nacer a Philip Marlowe en El sue?o eterno (1939). Diez a?os despu¨¦s, Lew Archer, el detective privado de Ross MacDonald, abri¨® oficina en Sunset Boulevard, en Hollywood (El blanco m¨®vil, 1949). Archer hab¨ªa sido poli en Long Beach, pero fue expulsado del cuerpo por no adaptarse a sus malas pr¨¢cticas. MacDonald fue quien invent¨® Santa Teresa, versi¨®n literaria de Santa B¨¢rbara, al sur de California. A?os despu¨¦s, a principios de los ochenta, empez¨® a trabajar en Santa Teresa Kingsey Millhone, la investigadora privada de Sue Grafton.
James Ellroy, que se define a s¨ª mismo como el "perro rabioso de la literatura norteamericana", naci¨® en Los ?ngeles en 1948. Su Cuarteto de Los ?ngeles (La dalia negra, El gran desierto, Los ?ngeles confidencial y Jazz blanco) es un contrahomenaje a la ciudad que "no tiene otro c¨®digo que sobrevivir". Tras ellos lleg¨® Michael Connelly, nacido en Filadelfia en 1956, que eligi¨® Los ?ngeles, porque era la tierra literaria de Chandler y MacDonald. Una frase de Chandler le conquist¨®: "Las calles estaban oscuras con algo m¨¢s que la noche". Para ¨¦l, la ciudad es "un lugar de paso. Gente arrastrada por un sue?o, gente huyendo de una pesadilla. Doce millones de personas, todas preparadas para salir corriendo si es necesario".
En ese peregrinaje literario es visita obligada Ystad, en Escania (Suecia), donde ha trabajado toda su vida el inspector Wallander, y si prefieren el Mediterr¨¢neo hay que recorrer la Barcelona, de la monta?a al mar, de Pepe Carvalho o el barrio chino de Gonz¨¢lez Ledesma.
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