Sesi¨®n de pel¨ªculas monstruosas
Sabe usted que hace un par de a?os se rod¨® una pel¨ªcula llamada Tyrannosaurus azteca en la que Hern¨¢n Cort¨¦s se enfrenta a un dinosaurio de hace 70 millones de a?os? ?Y que charros mexicanos combaten a una bestia carn¨ªvora en la pel¨ªcula de culto The beast of hollow mountain (La bestia de la monta?a, E. Nassour e I. Rodr¨ªguez, 1956)? ?O que el cine espa?ol estren¨® en 1964 una pel¨ªcula sobre un dinosaurio invisible? Si lo sabe, pertenece a un colectivo muy concreto de aficionados al cine paleontol¨®gico, una secci¨®n de la ciencia-ficci¨®n basada en los resultados derivados del estudio del registro f¨®sil.
En el periodo entre 1912-2008 se han realizado, como m¨ªnimo, un par de cientos de pel¨ªculas relacionadas con la ciencia de los f¨®siles. Una revisi¨®n estad¨ªstica permite sugerir tres momentos hist¨®ricos relevantes. En primer lugar, durante las primeras d¨¦cadas, el cine paleontol¨®gico se refiere b¨¢sicamente a relatos de nuestros supuestos ancestros (trogloditas prehist¨®ricos) y/o dinosaurios. La d¨¦cada de 1950 constituye el n¨²cleo principal del fen¨®meno conocido como Serie B norteamericana, pel¨ªculas de bajo presupuesto que a veces constituyen peque?as obras maestras. Por ¨²ltimo, el n¨²mero de filmes vuelve a aumentar significativamente en la d¨¦cada de 1990, debido al gran ¨¦xito medi¨¢tico de Parque jur¨¢sico, tanto en su versi¨®n literaria como cinematogr¨¢fica.
Los errores cient¨ªficos son copiadospor el cine. El tiranosaurio que mata King Kong en 1933 tiene el ojo demasiado adelantado
El 'gigantismo' paleozoico es responsable de pel¨ªculas como 'The deadly mantis', con un enorme insecto ?de 60 metros!
En la espa?ola 'El sonido prehist¨®rico', Arturo Fern¨¢ndez lucha contra un dinosaurio invisible
Parque jur¨¢sico supone un fen¨®meno muy relevante para comprender a los dinosaurios en la pantalla, pero otros muchos linajes animales de nuestro pasado remoto han sido presentados por el cine. El bestiario de la paleontolog¨ªa cinematogr¨¢fica incluye moluscos (pulpos y caracoles), artr¨®podos (insectos y escorpiones) y vertebrados (peces, reptiles y mam¨ªferos). Los dos ¨²ltimos son los m¨¢s habituales por una doble raz¨®n biol¨®gica. Por un lado, tienen que ser criaturas m¨®viles que interact¨²en de forma eficaz con los seres humanos. Es dif¨ªcil imaginar una esponja como monstruo. Por otra parte, deben ser susceptibles de poder ser aumentados de tama?o (ya que la creencia popular establece que todas las bestias de nuestro pasado remoto son gigantes). Por tanto, deben tener elementos esquel¨¦ticos de soporte externo (artr¨®podos) o interno (vertebrados).
el estudio del registro f¨®sil nos ha permitido saber que durante el carbon¨ªfero-p¨¦rmico (360-250 millones de a?os del presente) existieron insectos gigantes (en el sentido biol¨®gico del t¨¦rmino; por ejemplo, lib¨¦lulas con una envergadura de alas de 70 cent¨ªmetros). La hip¨®tesis hace referencia al incremento de la presi¨®n de ox¨ªgeno en la atm¨®sfera, que permiti¨® a insectos superar las restricciones impuestas por las caracter¨ªsticas de su sistema respiratorio. Este gigantismo paleozoico es responsable de pel¨ªculas como The deadly mantis (N. Juran, 1956) o The black scorpion (E. Ludwig, 1957). En la primera, una enorme mantis (?de 60 metros!) es liberada de su letargo en los hielos ¨¢rticos. En la segunda, un terremoto permite que un descomunal escorpi¨®n ataque Ciudad de M¨¦xico. Por otra parte, un enorme euript¨¦rido (extinto pariente acu¨¢tico de escorpiones y ara?as) es el monstruo de Deep star six (Profundidad seis, S.?S. Cunningham, 1989). La criatura, de 3,5 metros de envergadura (la de los mayores euript¨¦ridos conocidos), procede de una caverna submarina donde se ha preservado durante millones de a?os.
Pero las verdaderas estrellas del bestiario cinematogr¨¢fico de la paleontolog¨ªa son los reptiles: plesiosaurios, pterosaurios y dinosaurios; todos (excepto estos ¨²ltimos) completamente extinguidos desde hace unos 65 millones de a?os. Los plesiosaurios son carn¨ªvoros acu¨¢ticos muy singulares, de los que el naturalista brit¨¢nico William Buckland (1784-1856) dijo que ten¨ªan cabeza de lagarto, dientes de cocodrilo, largo cuello parecido al cuerpo de una serpiente, tronco de un cuadr¨²pedo y paletas de ballena. No existe ning¨²n animal en la actualidad con una arquitectura semejante. Los plesiosaurios son realmente populares. Una docena de pel¨ªculas trata de una de las especies de la criptozoolog¨ªa (seudociencia que estudia criaturas como el Yeti o el Chupacabras) m¨¢s conocidas: Nessie, el monstruo del lago Ness. Esta criatura legendaria tuvo un boom medi¨¢tico en los a?os 1930, ¨¦poca en la que aparece la pel¨ªcula brit¨¢nica The secret of the loch (M. Rosmer, 1934). Para decepci¨®n de los aficionados, el supuesto plesiosaurio resulta ser una enorme iguana. Hoy no existe ninguna evidencia real de la existencia del monstruo, y se sabe que fotos hist¨®ricas aceptadas en su momento como pruebas v¨¢lidas eran toscas falsificaciones. Este conjunto de filmes tiende en su mayor¨ªa a interpretar al monstruo como una bestia sanguinaria comedora de hombres; aunque otra tendencia minoritaria considera a los plesiosaurios lacustres como entidades legendarias ben¨¦ficas: The water horse (Mi monstruo y yo, J. Russell, 2007) o Loch Ness (J. Henderson, 1996). En ella, una familia de amables plesiosaurios nadan como los cet¨¢ceos, mediante ondulaciones verticales (los plesiosaurios nadaban probablemente moviendo sus cuatro paletas como las tortugas marinas).
los pterosaurios son reptiles voladores, estrechamente emparentados con los dinosaurios. En 1784, Cosimo Alessandro Collini (1727-1806), antiguo secretario de Voltaire, describi¨® el primer pterosaurio, interpretado como una criatura marina desconocida. En 1809, el naturalista franc¨¦s Georges Cuvier (1769-1832) identific¨® estos f¨®siles como pertenecientes a un reptil alado, al que denomin¨® pterodactyle, debido a que su ala estaba sustentada por el cuarto dedo de su mano. Durante el siglo XIX, los naturalistas relacionaron a los pterosaurios con las aves o con los quir¨®pteros, entre otros grupos animales. Su semejanza aparente con los murci¨¦lagos y sus terribles dientes les generaron una leyenda tenebrosa. Los pterosaurios podr¨ªan ser denominados los ¨¢ngeles negros: en los relatos de ficci¨®n, normalmente son los primeros animales que divisan los expedicionarios, y les advierten de que se est¨¢n internando en un lugar maldito. Son mundos perdidos que se sit¨²an en lugares diversos, desde la selva amaz¨®nica (The lost world [El mundo perdido], H. Hoyt, 1925) hasta los polos (The people that time forgot [Viaje al mundo perdido], K. Connor, 1977). Los pterosaurios amenazan con atrapar a los hombres desde el aire y d¨¢rselos a comer a sus hambrientas cr¨ªas.
Los primeros restos de dinosaurio fueron estudiados por nuestro ya conocido Buckland en 1824 (g¨¦nero Megalosaurus). Al a?o siguiente, el paleont¨®logo brit¨¢nico Gideon A. Mantell (1790-1852) describi¨® un segundo dinosaurio (Iguanodon). Para estos dos naturalistas, los enormes f¨®siles mesozoicos proced¨ªan de grandes lagartos. Fue el genio de Richard Owen (1804-1892) quien, a?os m¨¢s tarde, comprendi¨® que los formidables restos proced¨ªan de un linaje desconocido de reptiles gigantes, semejantes en forma a los grandes mam¨ªferos.
Owen los llam¨® Dinosauria, y tambi¨¦n acu?¨® el t¨¦rmino popular dinosaur (dinosaurio, en castellano). El hallazgo constituy¨® una aut¨¦ntica sorpresa cient¨ªfica que r¨¢pidamente trascendi¨® a la cultura popular. As¨ª, durante la segunda mitad del siglo XIX apareci¨® en el Reino Unido la dinoman¨ªa, que alcanz¨® nuevas y sorprendentes cotas de desarrollo en EE?UU. De modo que durante los comienzos del cine norteamericano los dinosaurios constitu¨ªan ya un poderoso icono cultural. En 1914, el genial cartoonist Winsor McCay (1867-1934) realiz¨® la pel¨ªcula de animaci¨®n Gertie the dinosaur, que marca un brillante comienzo en la relaci¨®n emocional entre hombre y dinosaurios.
Pero la narrativa cinematogr¨¢fica de la naciente industria de Hollywood necesitaba algo m¨¢s que dinosaurios en dibujos animados, y los cineastas comenzaron a producir pel¨ªculas con los medios t¨¦cnicos m¨¢s dispares. En 1914, uno de los fundadores de Hollywood, D.?W. Griffith (1875-1948), realiz¨® la pel¨ªcula Brute force, en la que, entre otras criaturas, aparec¨ªa un enorme ceratosaurio de cart¨®n piedra dotado de dos movimientos: abrir y cerrar la boca y bascular ligeramente sobre sus cuartos traseros. Estos primeros animatr¨®nicos son los ancestros primitivos de cre¨ªbles robots como el tiranosaurio de Jurassic Park (Parque jur¨¢sico, S. Spielberg, 1993).
La necesidad de verosimilitud gener¨® tres soluciones diferentes: la llamada stop motion, maquetas animadas fotograma a fotograma, los trajes de caucho o los lagartos disfrazados. En la primera especialidad destaca Willis H. O'Brien (1886-1962), creador de los efectos especiales de El mundo perdido (1925) y King Kong (M. C. Cooper y E. B. Schoedsack, 1933). La soluci¨®n se?ormetidoenuntrajedegoma ha obtenido, en general, pobres resultados, con notables excepciones como Gojira (Jap¨®n bajo el terror del monstruo, I. Honda, 1954), una magn¨ªfica pel¨ªcula tenebrista en la que el mal se materializa en una enorme bestia radiactiva. Por ¨²ltimo, determinadas obras han pretendido una estrecha relaci¨®n de parentesco entre lagartos y dinosaurios, disfrazando aquellos con velas y espinas, como supuestamente ten¨ªan estos ¨²ltimos. El pretexto geneal¨®gico es poco cre¨ªble.
El cine espa?ol tiene el honor de haber producido una pel¨ªcula conceptualmente at¨ªpica: El sonido prehist¨®rico (J. A. Nieves Conde, 1964), en la que un dinosaurio invisible surge de un huevo hallado por arque¨®logos en unas ruinas griegas. Si tienen ocasi¨®n de verla, no dejen de apreciar el depurado estilo de lanzamiento de hacha de Arturo Fern¨¢ndez.
Una de las ventajas evidentes de un dinosaurio invisible es que no tienes que preocuparte de su aspecto. La congruencia de la morfolog¨ªa y tama?o de los dinosaurios en la pantalla con la informaci¨®n cient¨ªfica disponible en el momento ha sido muy variable. El comienzo de la actividad de O'Brien en pel¨ªculas como El mundo perdido marca un estrecho acercamiento entre cineastas y paleont¨®logos. Los errores cient¨ªficos de la ¨¦poca son incluso copiados por el cine. El famoso tiranosaurio que mata King Kong en 1933 tiene el ojo demasiado adelantado, como cre¨ªan los paleont¨®logos a partir de 1905. La narraci¨®n f¨ªlmica tambi¨¦n inventa, a veces, h¨¢bitos improbables. Desde comienzos del siglo XX se cre¨ªa que los dinosaurios de pico de pato (hadrosaurios) eran acu¨¢ticos. Esta hip¨®tesis es presentada incluso en pel¨ªculas muy posteriores, como Cesta do praveku (Viaje a la prehistoria, K. Zeman, 1955), en la que un grupo de j¨®venes reman aguas arriba en un aleg¨®rico r¨ªo del tiempo en busca de un trilobites. Otro ejemplo: el tiranosaurio troglodita de Planet of dinosaurs (El planeta de los dinosaurios, J.?K. Shea, 1978).
Una vi?eta de un c¨®mic norteamericano de divulgaci¨®n paleontol¨®gica de los a?os 1950 explica: "La existencia primordial del hombre fue dura, pero su poder de pensamiento racional, m¨¢s que su fuerza f¨ªsica, es la raz¨®n por la que sobrevivi¨® al poderoso dinosaurio". De estas l¨ªneas se deducen dos caracter¨ªsticas t¨ªpicas del cine prehist¨®rico: la interpretaci¨®n del cavern¨ªcola como un arquetipo heroico y la ucron¨ªa, es decir, los relatos que se sit¨²an en un tiempo que nunca existi¨®. Los cavern¨ªcolas suelen convivir con dinosaurios y otras bestias extintas millones de a?os antes de la aparici¨®n de la humanidad.
Existe un consenso entre los antrop¨®logos sobre el origen del comportamiento humano moderno, hace unos 40.000 a?os. Se trata de una revoluci¨®n cultural que evidencia la aparici¨®n de ornamentos personales, instrumentos musicales y una nueva tecnolog¨ªa de piedra y hueso. En el relato cinematogr¨¢fico de ficci¨®n paleontol¨®gica ocurre a veces que esta revoluci¨®n est¨¢ protagonizada por un ¨²nico individuo que, mientras descansa de eliminar dinosaurios, inventa el arco y la flecha y la rueda.
El desaf¨ªo del relato ucr¨®nico y otros factores inveros¨ªmiles ha llegado a un nivel llamativo en t¨ªtulos recientes como 10.000 BC (10.000, R. Emmerich, 2008). La pel¨ªcula parece haber irritado de forma particular a determinados sectores de la arqueolog¨ªa. Cuesta ver a reba?os de mamuts domesticados construir las pir¨¢mides de Egipto; o admitir que, en libertad, estos reba?os estar¨ªan liderados por una hembra y no por un macho; o que los seres humanos de la ¨¦poca tuvieran los dientes tan blancos. Pero esto no es una tesis doctoral, ni siquiera un documental de National Geographic, sino fantas¨ªa cinematogr¨¢fica que tiene que ser analizada desde otros par¨¢metros no relacionados con la verosimilitud o la did¨¢ctica de la ciencia.
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