Las duras im¨¢genes de una tragedia
La cobertura de la cat¨¢strofe de Hait¨ª ha incluido fotograf¨ªas que no se vieron el 11-M o el 11-S. Los lectores preguntan qu¨¦ criterios se aplican y hasta d¨®nde es l¨ªcito llegar
Cuerpos mutilados, retorcidos, amontonados, colgados, atrapados, linchados... La cat¨¢strofe de Hait¨ª ha mostrado al mundo hasta d¨®nde puede llegar el horror. Algunos lectores se han sentido inc¨®modos ante tanta profusi¨®n de im¨¢genes terribles y se han dirigido a la Defensora, bien para recriminarnos la publicaci¨®n de alguna foto en concreto, bien para preguntar qu¨¦ criterios se aplican en estos casos, pues no recuerdan que en la tragedia del 11-S, cuando un atentado terrorista derrib¨® las Torres Gemelas de Nueva York, se publicaran en los medios im¨¢genes de v¨ªctimas como las mostradas ahora de Hait¨ª. ?Es que hay criterios distintos seg¨²n el lugar donde se produzca la tragedia?, preguntan. La mayor¨ªa de los lectores que se han dirigido a la Defensora destacan y agradecen el gran esfuerzo realizado por el diario para dar una buena cobertura, tanto gr¨¢fica como escrita, y valoran la alta calidad de las im¨¢genes obtenidas. Pero discuten la oportunidad de publicar ciertas fotograf¨ªas en las que consideran que las v¨ªctimas aparecen en condiciones indignas.
?Qui¨¦n se acordar¨¢ de Hait¨ª cuando los fot¨®grafos se hayan ido?
He de confesarles que ¨¦sta es una cuesti¨®n sumamente dif¨ªcil de dilucidar. Cada persona tiene su sensibilidad. De hecho, ni siquiera hay coincidencias en las fotos que los diferentes lectores se?alan como motivo de su queja. Pablo Puebla Gil, por ejemplo, se refiere a una publicada el 16 de enero en la que un hombre levanta de entre un mont¨®n de cad¨¢veres el cuerpo de un beb¨¦. "No es necesario que un peri¨®dico como EL PA?S recurra a ese tipo de im¨¢genes para que los lectores lleguen a imaginar la magnitud de la cat¨¢strofe", escribe. "El respetuoso, veraz y correct¨ªsimo tratamiento informativo que ha dado su diario no pueden ser empa?ado por im¨¢genes que no aportan m¨¢s que morbo", insiste. La foto de un hombre desnudo arrastrado por el suelo en un linchamiento y algunas de las que muestran un mar de cad¨¢veres esparcidos en la morgue de Puerto Pr¨ªncipe figuran tambi¨¦n entre las se?aladas.
Pablo Das¨ª considera que con la publicaci¨®n de im¨¢genes como ¨¦stas "se est¨¢ desconsiderando la dignidad de las personas que seguro que no querr¨ªan estar expuestas al mundo de la manera en que son mostradas". A ¨¦l le parece "mucho m¨¢s profesional, sensible y humana la respetuos¨ªsima pol¨ªtica de no mostrar v¨ªctimas en condiciones f¨ªsicas deplorables que se sigui¨® en los atentados del 11-S y el 11-M". En el caso de las Torres Gemelas de Nueva York no se publicaron porque las autoridades cerraron completamente el acceso al lugar del suceso y los medios acordaron luego no difundir las que hubieran podido obtener las fuerzas de seguridad. En el caso del atentado del 11-M en Madrid, las im¨¢genes se tomaron, pero los medios espa?oles hicieron, en general, un ejercicio de autorregulaci¨®n.
Lo que tienen en com¨²n el 11-S y el 11-M es que afectaron a pa¨ªses ricos. ?Podemos de ello deducir que se aplica un rasero distinto cuando la tragedia cae lejos y afecta a un pa¨ªs pobre? Es una cuesti¨®n discutida. Lo que s¨ª sabemos es que cuando una tragedia afecta a un pa¨ªs pobre, la intensidad de la respuesta humanitaria es directamente proporcional a la cobertura medi¨¢tica.
?Hasta d¨®nde es l¨ªcito llegar? ?Qu¨¦ criterios aplica EL PA?S?, preguntan los lectores. Les responde Marisa Fl¨®rez, editora gr¨¢fica del diario: "En primer lugar que las im¨¢genes sean informativas, pues la fotograf¨ªa, como la cr¨®nica escrita, es una forma de contar lo que ocurre. Y en segundo lugar, que no sean vejatorias, desagradables o morbosas, que no ofendan ni a los muertos ni a los vivos".
"Hemos procurado hacer una cobertura gr¨¢fica muy pegada a las cr¨®nicas", a?ade Ricardo Guti¨¦rrez, redactor jefe de Fotograf¨ªa, "muy centrada en lo que ocurr¨ªa cada d¨ªa. Pero los fot¨®grafos han tenido muchas dificultades. La situaci¨®n era tan extrema, que por una botella de agua les pod¨ªan matar". Efectivamente, las fotos publicadas en portada componen una cr¨®nica gr¨¢fica de lo ocurrido: semienterrada entre las ruinas , cientos de muertos en la morgue, la b¨²squeda de supervivientes , desesperados por la falta de comida , caos y linchamientos, llegan los soldados americanos , restablecimiento del orden , y el milagro de los ¨²ltimos supervivientes .
"Hemos intentado explicar la desgracia, pero evitando im¨¢genes que hagan apartar la vista, porque cuando eso ocurre, ya no comunicas. S¨®lo provocas rechazo", resume Guti¨¦rrez. El problema es que no hay una vara universal que permita medir el respeto o el morbo, de manera que cualquier decisi¨®n podr¨¢ siempre ser discutida. La decisi¨®n, por otra parte, depende del contexto. Para que se hagan una idea: cuando Ricardo Guti¨¦rrez busc¨® el d¨ªa 20 de enero en su base de im¨¢genes las correspondientes a Hait¨ª, aparecieron en pantalla m¨¢s de 2.000 fotos nuevas, entre las remitidas ese d¨ªa por los enviados especiales de EL PA?S, Gorka Lejarcegi y Crist¨®bal Manuel, y las de agencia. He visto una muestra de las no publicadas, y les aseguro que las hay que echan para atr¨¢s.
El hecho de que lleguen a las redacciones fotos terriblemente impactantes o morbosas, hace m¨¢s llevadera la visi¨®n de otras menos escabrosas. La comparaci¨®n es un elemento esencial en la decisi¨®n, pero el lector no participa de ese proceso. ?l s¨®lo ve el resultado. Por otra parte, la profusi¨®n de im¨¢genes horribles, ?no aumenta tambi¨¦n el umbral general de tolerancia hacia la contemplaci¨®n del horror?
Creo que las cr¨ªticas que han expresado los lectores tienen que ver, en parte, con una cierta reacci¨®n contra los medios en su conjunto, por la exhibici¨®n abrumadora y en algunos casos imp¨²dica, de la tragedia. Hay que tener en cuenta que cuando el lector de EL PA?S recibe su ejemplar, su retina probablemente est¨¦ ya saturada de im¨¢genes, todas ellas de horror. Cuando se produce una tragedia como la de Hait¨ª, los ciudadanos quieren estar informados y los medios se vuelcan, pero la presencia y actuaci¨®n de los informadores genera en ocasiones incomodidad.
Todos los medios env¨ªan al lugar a sus mejores fot¨®grafos -The New York Times, por ejemplo, ha enviado a tres- y r¨¢pidamente se establece una lucha feroz por la mejor imagen, que en el fondo es una pugna por los pr¨®ximos Premio Pulitzer o World Press Photo. Junto a los medios rigurosos, trabajan tambi¨¦n los enviados de diarios y programas sensacionalistas, que pugnan por las fotos o secuencias m¨¢s impactantes. En una situaci¨®n de gran dramatismo, muchos observadores no pueden dejar de ver al fot¨®grafo tomando la foto en el momento en que deber¨ªa estar ayudando a la v¨ªctima. A ello se refiere Miguel Rotaeche, de San Sebasti¨¢n, a prop¨®sito de la foto publicada el primer d¨ªa en la portada de EL PA?S y de otros muchos diarios, en la que aparece una mujer atrapada entre los escombros, mirando al fot¨®grafo. "Me parece una falta de respeto. ?No habr¨¢ una fotograf¨ªa en la que se vea al fot¨®grafo fotografiando a esta mujer semienterrada? Me parecer¨ªa mucho mejor", ironiza. Es una contradicci¨®n muy dif¨ªcil de resolver, porque el fot¨®grafo est¨¢ all¨ª cumpliendo una funci¨®n social tambi¨¦n muy necesaria.
A veces, llevados por el deseo de ofrecer la mejor cobertura, y hac¨¦rselo ver a los lectores, podemos incurrir en un cierto exhibicionismo que puede llegar a molestar, como ocurri¨® con un desafortunado titular de Elpais.com. El gazapo fue corregido inmediatamente, de modo que estuvo apenas un instante, pero fue suficiente para que una lectora de Grenoble, Mercedes Cocera, se dirigiera a la Defensora para pedir "un poco m¨¢s de sensibilidad". Bajo el t¨ªtulo "Hait¨ª devastado", aparec¨ªa como reclamo: "Las mejores im¨¢genes de la cat¨¢strofe...". La lectora observa, con raz¨®n, que "el adjetivo mejores asociado a la palabra cat¨¢strofe es cuando menos inapropiado".
A todo ello hay que a?adir el descontento que provoca el comportamiento compulsivo de los propios medios. La tragedia prende en ellos como un incendio que r¨¢pidamente alcanza grandes proporciones, pero tambi¨¦n se apaga r¨¢pido. Aunque la cobertura de un medio en concreto pueda ser proporcionada, como creo que ha sido la de EL PA?S, se produce una sinergia medi¨¢tica que con frecuencia conduce a la saturaci¨®n. Pero tras la saturaci¨®n llega el silencio, y con el silencio, el olvido. Hasta la pr¨®xima tragedia. ?Qui¨¦n se acordar¨¢ de Hait¨ª cuando los fot¨®grafos se hayan ido?
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