Oratoria pol¨ªtica
En el discurso del presidente del Gobierno, Rodr¨ªguez Zapatero, en el Parlamento Europeo, llam¨® la atenci¨®n que, a pesar de la extraordinaria solemnidad de la circunstancia, no llevase ninguna nota escrita. Ello nos da ocasi¨®n a hacer un comentario sobre un tipo de oratoria como la all¨ª desplegada: la oratoria pol¨ªtica. Porque la pol¨ªtica est¨¢ muy ligada a la oratoria. No en vano se define como "l¨®gica candente". Si falla la l¨®gica ya no es oratoria. Y si no suscita un cierto nivel de emoci¨®n, tampoco.
En la Facultad de Ciencias Pol¨ªticas y Sociolog¨ªa tenemos un patr¨®n medieval, San Vicente Ferrer, cuya festividad celebramos anualmente, que fue pol¨ªtico y orador. Como pol¨ªtico se le recuerda por haber introducido -para gusto de unos y disgusto de otros- a la casa castellana de Trastamara en la Corona de Arag¨®n. Como orador, tanto lleg¨® a comunicar que, hablando en Valencia, le o¨ªan en Alicante.
El esfuerzo de Zapatero en el Parlamento Europeo merece elogios
M¨¢s cerca de nosotros est¨¢n los oradores pol¨ªticos de la Edad Contempor¨¢nea. En Espa?a podemos destacar a tres: Emilio Castelar, Manuel Aza?a y Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera. Los tres cultivaron la l¨®gica candente. Cada uno de ellos desde una perspectiva muy personal.
De Castelar se recuerda el discurso del Sina¨ª, pronunciado el 12 de abril, en las Cortes Constituyentes de 1869: "Grande es Dios en el Sina¨ª; el rayo le precede, el rayo le acompa?a, la luz le envuelve". Su caracter¨ªstica fue la grandilocuencia.
Manuel Aza?a convenci¨® a las Cortes Constituyentes de la II Rep¨²blica de que no fueran disueltas todas las ¨®rdenes religiosas, sino solamente las que pudieran ser perjudiciales para el Estado. Su capacidad persuasiva no estuvo en el peso num¨¦rico de sus diputados, pues lideraba un partido, Acci¨®n Republicana, muy peque?o, sino en la f¨¦rrea l¨®gica de su oratoria. El pragmatismo fue uno de los rasgos t¨ªpicos de su dominio de la palabra.
Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera opon¨ªa a la situaci¨®n a la que se enfrentaba, y a la que quer¨ªa derrotar, la exaltaci¨®n po¨¦tica de su discurso: "Nuestro puesto est¨¢ bajo la noche clara, arma al hombro, y en lo alto las estrellas. Que sigan los dem¨¢s con sus festines. Nosotros ya presentimos el amanecer, en el interior de nuestras entra?as".
Cada uno de dichos autores tuvo su caracter¨ªstica propia. Utilizada para conseguir comunicaci¨®n, persegu¨ªa un resultado muy concreto.
Zapatero, en una acci¨®n tan solemne como la de dirigirse al Parlamento Europeo y, a trav¨¦s de los medios audiovisuales de comunicaci¨®n, a much¨ªsimos ciudadanos, bas¨® su oratoria en dar la sensaci¨®n de espontaneidad apoy¨¢ndose en una utilizaci¨®n muy eficaz de la memoria. Preparaci¨®n muy cuidada para intentar el completo dominio de las tablas, que merece elogios. Pero para espontaneidad, en ese mismo hemiciclo parlamentario (aunque en distinto edificio), la de Reagan. Habi¨¦ndole fallado inesperadamente el atril transparente sobre el que le¨ªa, continu¨® el discurso, con la experiencia que ten¨ªa de haberse dedicado durante a?os al cine como actor. La improvisaci¨®n le sali¨® con toda naturalidad.
No son pocos los oradores que impresionaron a los oyentes por su memoria. Durante la II Rep¨²blica destac¨® Alcal¨¢ Zamora. Y durante el franquismo, Silva Mu?oz. El fragmento que hemos transcrito de Castelar estaba aprendido de memoria. Se sabe porque lo hab¨ªa escrito para prepararle un serm¨®n a un cura, amigo suyo. Y debi¨® quedar tan prendado de su acierto literario que, cuando se le present¨® en el Parlamento la ocasi¨®n adecuada, lo utiliz¨®. En el rom¨¢ntico monumento que el pueblo de Madrid le dedic¨® al orador, en la Castellana, la oratoria aparece en forma de mujer dominada que, desnuda, se le rinde al tribuno.
A mis alumnos de la Facultad, al valorarles sus exposiciones p¨²blicas, les he puesto alguna vez como modelo a Santiago Carrillo. Su quehacer cr¨ªtico alberga una concepci¨®n muy oratoria de la reflexi¨®n. A ella le acompa?a la elegancia y el aplomo de la forma, conseguida con la gravedad de la voz y la medida lentitud de su palabra.
El peligro de hoy es creer que la oratoria es una cuesti¨®n de forma. No es as¨ª. La oratoria es fundamentalmente una cuesti¨®n de fondo. Debe fijarse en una situaci¨®n defectuosa, merecedora de cr¨ªtica. Y a partir de ella, convencer fervientemente de los medios a utilizar para conseguir los objetivos precisos de superaci¨®n. Pero ello supone una valent¨ªa totalmente desusada. Como la que tuvieron Dem¨®stenes y Cicer¨®n, representados en bronce en el monumento de la Castellana. S¨®lo con una gran valent¨ªa se puede hacer una utilizaci¨®n potente de la oratoria. Toda una ideolog¨ªa -unida al pasado, vinculada al futuro- debe condensarse en un conjunto f¨¦rreamente trabado.
Lo que precisa la Uni¨®n Europea del momento es el gigantesco objetivo de realizar la plena integraci¨®n. A¨²n carente de genuinos partidos pol¨ªticos europeos, es necesaria una labor de muy hondo calado. S¨®lo una oratoria que se quiera bien hecha puede superar la precariedad de las presidencias rotatorias, todav¨ªa demasiado aisladas, y la pobreza de los programas semestrales, todav¨ªa excesivamente fragmentados.
Santiago Petschen es catedr¨¢tico em¨¦rito en la UCM.
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