Aza?a, un estoico moderno
Siete d¨¦cadas despu¨¦s de la muerte en el exilio del ¨²ltimo presidente de la Segunda Rep¨²blica, su capacidad para combinar el ejercicio del poder con la pasi¨®n por la cultura debe servir de modelo a los pol¨ªticos de hoy
Aza?a fue hasta 1930 un literato-intelectual y pol¨ªtico; y desde 1930 hasta el final de sus d¨ªas, en 1940, un pol¨ªtico-intelectual y literato. Comparti¨® ambos mundos, en apariencia antag¨®nicos, de la misma manera que lo hab¨ªan hecho otros personajes en el siglo XIX, como Mart¨ªnez de la Rosa. Aza?a mantuvo su creaci¨®n literaria y desarroll¨® a la par una ferviente acci¨®n p¨²blica. Escribi¨® novelas, ensayos, art¨ªculos, discursos, biograf¨ªas, diarios e hizo numerosas traducciones, adem¨¢s de redactar y estrenar varias obras teatrales, quiz¨¢s su g¨¦nero literario m¨¢s querido. Tambi¨¦n dirigi¨® publicaciones como La Pluma y Espa?a.
En la cena con los intelectuales catalanes celebrada en Barcelona en 1931, Aza?a afirm¨®: "Yo soy un escritor perdido en la pol¨ªtica". Por mi parte, pienso que "perdido" no ser¨ªa la palabra: mejor, "metido" en la pol¨ªtica. ?Por qu¨¦ lo hizo? Aza?a nunca abandon¨® su carrera literaria. Sigui¨® publicando libros, estren¨® con los mejores directores y actores y, por otra parte, la pol¨ªtica le ofreci¨® un inmenso material para escribir los mejores diarios que jam¨¢s se hayan redactado. El autor de El jard¨ªn de los frailes fue un estajanovista del trabajo intelectual y no menos del pol¨ªtico. Alguien que se resisti¨® a entrar en la vida p¨²blica, a pesar de que muchos lo ve¨ªan m¨¢s como un pol¨ªtico que como un literato. Lo mismo le sucedi¨® en el ambiente de la pol¨ªtica, donde lo consideraban m¨¢s bien un intelectual.
Fue generoso a sabiendas de lo ingrata que siempre se mostr¨® Espa?a para con sus servidores
Aza?a dir¨ªa hoy que la cultura espa?ola vale m¨¢s que el supuesto 'glamour' y los votos
Los juicios de Aza?a sobre la pol¨ªtica espa?ola y los pol¨ªticos de su tiempo son tremendos. Los intelectuales, artistas y escritores le provocan comentarios cr¨ªticos, pero en todos ellos ve un est¨ªmulo, una superaci¨®n, un arrojo y gallard¨ªa que no contempla en cambio en sus otros compa?eros. Aza?a afirma que resulta m¨¢s f¨¢cil brillar en la pol¨ªtica que en la literatura. Para ¨¦l, por su formaci¨®n y car¨¢cter, la pol¨ªtica ten¨ªa muchos inconvenientes. La gente proced¨ªa en la pol¨ªtica por subordinaci¨®n, no por esp¨ªritu cr¨ªtico ni adhesi¨®n libre y, adem¨¢s, exist¨ªan intereses que ¨¦l calificaba de "subalternos". En El presidente del Consejo habla a los lectores (Ahora, 1931), reinterpreta su compromiso pol¨ªtico afirmando que ¨¦l era un pol¨ªtico porque era un optimista y cre¨ªa que la funci¨®n del gobernante -la diferenciaba de la del pol¨ªtico- ten¨ªa que consistir en llevar el esquema intelectual de su pa¨ªs futuro a la realidad social o legislativa. "El apartamiento voluntario en que yo he vivido durante veinticinco a?os, dedicado a las letras y al estudio y conocimiento de mi pa¨ªs y de otros extranjeros, me ha dado esta confianza que me ense?a a no conceder importancia a las mezquindades personales, y a lo que suelen llamar enojos y peque?as pasiones de la pol¨ªtica y a atenerse a sus fines esenciales y duraderos que, para un hombre cultivado y sensible, representan un armaz¨®n interior equivalente al del arte o de la religi¨®n". Aza?a se convierte en un hombre de acci¨®n sin por ello desprenderse de su ser esencial.
Aza?a fue a la pol¨ªtica para cumplir con un deber. La pol¨ªtica para ¨¦l era la m¨¢s alta manifestaci¨®n de la cultura. Sus palabras textuales ser¨ªan las siguientes: "La pasi¨®n del arte lleva a crear, y la pol¨ªtica no es m¨¢s que eso; creaci¨®n, y por ello, tiene la grandeza de todas las artes" (Homenaje a Espina, 1935). Estando en la pol¨ªtica no dejaba de estar en la cultura. Sus metas eran extender la alfabetizaci¨®n, el saber y el conocimiento por todo el pa¨ªs para conseguir de una vez por todas ciudadanos libres. Tarea ingente en la que no fracas¨® del todo. Aza?a est¨¢ en los debates pol¨ªticos pero sin dudarlo un momento se pone al servicio de la cultura con gestos y medios, con su propia ejemplaridad de lector, espectador y visitante de todos los templos donde se representan cada uno de los g¨¦neros. No hay obra de teatro, estreno cinematogr¨¢fico de relevancia, concierto, exposici¨®n o cualquier otra actividad que el trabajo cotidiano le impidiera visitar. "Por la tarde, a las cuatro, voy a las Cortes. Leo el proyecto de Ley de Presupuestos y me vuelvo al ministerio: al poco tiempo salgo solo y voy al concierto de la Orquesta Filarm¨®nica en el Espa?ol. Mozart me ha puesto de buen humor. Desde all¨ª al teatro de la Princesa, que ahora se llama Mar¨ªa Guerrero. Sesi¨®n de clausura de la asamblea del partido de Acci¨®n Republicana. Pronuncio mi discurso que sale bien y es aplaudid¨ªsimo. Vengo al ministerio a cenar y ya no salgo", escribir¨¢ en 1932.
Como un ilusionista, sacaba tiempo para todo, incluso para seguir escribiendo sus obras y varias p¨¢ginas confesionales de profunda sabidur¨ªa estoica. Porque Aza?a era un estoico moderno. La pol¨ªtica y el poder no lo envanecieron, precisamente por albergar dentro de ¨¦l ese sentimiento de humildad ante la fragilidad de la existencia. Cuando lleg¨® al poder, ya era alguien, no necesitaba de la pol¨ªtica para aumentar su prestigio. Lo arriesg¨® todo, lo apost¨® todo a esa carta. Fue generoso a sabiendas de lo ingrata que siempre fue Espa?a para con sus servidores. De ah¨ª precisamente extrajo la firmeza de sus ideas y convicciones. Por otro lado, sin sectarismo alguno, Aza?a fue una persona conciliadora en un pa¨ªs que caminaba a posiciones extremistas irreconciliables. Fue la raz¨®n y la prudencia mismas. Aza?a ejerciendo la piedad no s¨®lo para con los dem¨¢s, sino tambi¨¦n para consigo mismo.
Pronto se dio cuenta de la gravedad del momento hist¨®rico que viv¨ªa y de la dignidad y cordura con que tendr¨ªa que enfrentarse a su destino. Se podr¨ªa decir que en ¨¦l se simbolizaba perfectamente la verdad y la lealtad de la Rep¨²blica para con sus conciudadanos. Nunca mantuvo el poder para s¨ª, sino para ejercitarlo hacia el bien com¨²n. Y si us¨® de ese poder lo hizo en beneficio de su pa¨ªs y no de su partido. O si se prefiere, en beneficio del futuro de Espa?a: "El futuro de Espa?a... ?terrible secreto!", afirmar¨ªa.
Aza?a era un personaje singular. Su ejemplo deber¨ªa haber servido de arquetipo para todos los presidentes de cualquier democracia. En nuestro caso no ha sido as¨ª. Se le ignor¨®, y s¨®lo se le rescat¨® en momentos partidistas, cuando ¨¦l ya estaba por encima de todo. En Grandezas y miserias de la pol¨ªtica, se plantear¨ªa una reflexi¨®n fundamental: si una persona eminente en otras artes tiene o no derecho, es o no ¨²til, que intervenga en la vida pol¨ªtica. "La pol¨ªtica", dec¨ªa, "es la aplicaci¨®n m¨¢s amplia, m¨¢s profunda, m¨¢s formal y completa de las capacidades de un esp¨ªritu, donde juegan m¨¢s las dotes del ser humano, y donde no juegan s¨®lo cualidades del entendimiento, sino, adem¨¢s, cualidades del car¨¢cter". Aza?a cree que esa presencia es buena para la pol¨ªtica, aunque tambi¨¦n advert¨ªa que el talante para sobrevivir en ese mundo era diferente, pues los valores eran distintos y las ma?as tambi¨¦n.
El gran problema de la pol¨ªtica espa?ola lo contemplaba en la capacidad de acertar en la designaci¨®n de los m¨¢s capaces. La pol¨ªtica se alejaba de esos principios universales, tan s¨®lo por el personalismo de quien elige. Otro de nuestros males estaba igualmente en la incapacidad para conseguir formar una clase dirigente. "Una sociedad -dec¨ªa-, aunque con desventura, puede pasarse sin grandes artistas pero no se puede pasar sin direcci¨®n pol¨ªtica".
Un presidente preocupado por las cosas del esp¨ªritu, escrib¨ªan en algunos peri¨®dicos sin que ¨¦l llegara a adivinar si era un piropo o una cr¨ªtica. M¨¢s bien habr¨ªa que decir un presidente volcado en la acci¨®n p¨²blica y con tiempo para pensar. Aza?a quer¨ªa poner a Espa?a al nivel de Francia o Inglaterra. No tuvo tiempo. No lo dejaron o, mejor dicho, lo abandonaron.
En la gigantesca edici¨®n de sus Obras completas, magn¨ªficamente preparadas por Santos Juli¨¢, se reproduce una carta que desde el exilio le env¨ªa a ?ngel Ossorio: "Repetidamente le llam¨¦ la atenci¨®n a Negr¨ªn. El Museo del Prado, le dije en una ocasi¨®n, es m¨¢s importante para Espa?a que la Rep¨²blica y la Monarqu¨ªa juntas". "No estoy lejos de pensar as¨ª", respondi¨® ¨¦l. "Pues calcule usted qu¨¦ ser¨ªa si los cuadros desapareciesen o se averiasen", a?ad¨ª yo. "S¨ª: un gran bochorno", me confes¨®. "Tendr¨ªa usted que pegarse un tiro", le repliqu¨¦.
Aza?a am¨® a nuestra cultura sobre todas las cosas y, al referirse al Prado, lo hac¨ªa por extensi¨®n a toda ella con sus peculiaridades y lenguas. Espa?a sin sus extraordinarios creadores no era nada. ?Qu¨¦ le dir¨ªa hoy don Manuel Aza?a a su hom¨®logo? ?Exactamente lo mismo! Y le a?adir¨ªa adem¨¢s que la cultura espa?ola vale mucho m¨¢s que el supuesto glamour y los votos.
C¨¦sar Antonio Molina, ex ministro de Cultura, es escritor. Su ¨²ltimo libro publicado es Lugares donde se calma el dolor (Destino).
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