El magisterio de Sergio Beser
Declaraba en privado y en p¨²blico que si pudiera llevarse a alg¨²n personaje literario a una isla desierta, se ir¨ªa con Fortunata. No pensaba para estos menesteres en Ana Ozores, quiz¨¢ porque la conoc¨ªa tan bien que intu¨ªa que iba a resultar un matrimonio aburrido. Sergio Beser (Morella, 1934) muri¨® el pasado 22 de enero en su casa de Sant Cugat del Vall¨¨s. Su castigado coraz¨®n se par¨® discretamente, haciendo honor a su due?o, mientras le¨ªa. Fue hombre ¨ªntegro, cordial, gran conversador y magn¨ªfico profesor. Sus restos descansan en Morella, por la que sent¨ªa amor incondicional (como la afici¨®n que profesaba por el Bar?a).
Estudi¨® Filolog¨ªa Rom¨¢nica en la Universidad de Barcelona en esos tiempos en los que, contaba, la literatura que se ense?aba, y muy bien, era la medieval, aunque ¨¦l la buscaba en las tertulias de los caf¨¦s, donde se discut¨ªa sobre literatura contempor¨¢nea. Y es que fue un hombre del presente, concienciado en las dif¨ªciles circunstancias de las que le gustaba muy poco hablar (pasaba de puntillas por esos a?os de lucha contra el franquismo diciendo que acab¨® la carrera dos veces: "La primera gracias al doctor Riquer; la segunda, por el ministro Torcuato Fern¨¢ndez Miranda, que me mand¨® un a?o a casa").
Fue de los mejores especialistas en literatura espa?ola del siglo XIX
Su larga carrera docente se inici¨® en la Universidad de Barcelona y le siguieron estancias en universidades anglosajonas (Durham, Sheffield y Brown) como profesor de literatura espa?ola y catalana. En 1970 empez¨® en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona su carrera acad¨¦mica, en la que imparti¨® clases durante m¨¢s de 30 a?os y que compagin¨® con estancias en las universidades de Ohio y de Harvard.
Se gan¨® muy pronto el prestigio y el respeto en el mundo del hispanismo como uno de los mejores especialistas en la literatura espa?ola del siglo XIX. Sin duda, su aportaci¨®n m¨¢s destacada se debe al rescate de Leopoldo Alas, a quien se sent¨ªa unido por una "cordial simpat¨ªa". A ¨¦l dedic¨® su tesis doctoral, origen de Leopoldo Alas, cr¨ªtico literario (Gredos, 1968), monograf¨ªa imprescindible.
No tard¨® en ocuparse de La Regenta y la narrativa breve del escritor. En la introducci¨®n que abre el volumen Clar¨ªn y La Regenta (Ariel, 1982) ofrec¨ªa un completo estudio cr¨ªtico sobre la novela de Alas, y en revistas especializadas descubri¨® el lugar que las novelas inconclusas ten¨ªan en su obra. En los ¨²ltimos a?os no se cans¨® de reivindicar la modernidad de Supercher¨ªa.
Pero no fue s¨®lo Clar¨ªn su preferido. Ten¨ªa debilidad por Gald¨®s, el Gald¨®s novelista y el autor de los Episodios Nacionales. Lector ¨¢vido, recuper¨® novelas como Vida de Pedro Saputo de Braulio Foz y llam¨® la atenci¨®n sobre narradores olvidados como Antonio Ros de Olano y Jos¨¦ Fern¨¢ndez Brem¨®n. Sus conocimientos sobre literatura del XIX quedan traducidos en sus estudios sobre las relaciones de las literaturas castellana y catalana, con atenci¨®n a Narc¨ªs Oller. Tambi¨¦n dedic¨® sabrosas p¨¢ginas a autores como Joan Oliver, con quien comparti¨® tertulia y trabajo en la antigua editorial Montaner y Sim¨®n.
Sus intereses no acababan en la literatura espa?ola del XIX. Las tertulias con Beser eran breves lecciones sobre Dickens, Balzac, T¨®lstoi o Ch¨¦jov. Su verdadera vocaci¨®n era la de lector vehemente y perspicaz que compart¨ªa con amigos y estudiantes sus inquietudes, con el ¨²nico prop¨®sito de "hacer lectores y entusiasmar en la lectura. En eso consiste la literatura y la ense?anza de la literatura", confesaba.
Le gustaba decir que su trabajo era m¨¢s f¨¢cil que el de los novelistas porque ¨¦l viv¨ªa no de escribir novelas, sino de contarlas. Y es que ense?¨® a varias generaciones una tarea aparentemente sencilla pero en verdad compleja: nos ense?¨® a leer novelas y despert¨® nuestro inter¨¦s por aspectos no transitados en los estudios literarios.
Los de cierta edad le recordaremos intentando limpiar con la mano la ceniza que hab¨ªa ca¨ªdo en sus apuntes de clase, en aquellos tiempos en los que se fumaba en aulas y pasillos (en el despacho a¨²n conservamos el letrero de "Aqu¨ª se permite fumar", que colg¨® cuando dej¨® los cigarrillos porque su coraz¨®n ya no se lo permit¨ªa). Nos ense?¨® algo tan importante para sobrevivir como pensar que pod¨ªamos llevarnos a Fortunata a una isla desierta, y la convicci¨®n de que la literatura no ofrece s¨®lo enriquecimiento personal, sino que es tambi¨¦n compromiso colectivo. Su obra y magisterio son su mayor legado.
Montserrat Amores es profesora titular de la UAB.
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