Chet Baker piensa en su arte
Puedo imaginarme a un lector que quiere saber si tiene talento literario y decide aislarse por unos d¨ªas en una ciudad extranjera y, sin andarse con medias tintas, escribir all¨ª un ensayo de lo que llama ficci¨®n radical cr¨ªtica. Pero, casi sin darse cuenta y con la contrariedad que esto le representa, se convierte pronto, sin desearlo, en el observador y potencial narrador de una historia tradicional, algo as¨ª como un cuento de invierno con personajes.
Todo esto sucede en Tur¨ªn, en el cuarto de un hotel de la V¨ªa Po, cerca de donde Xavier de Maistre escribi¨® su libro m¨¢s famoso. En cierta forma, el lector, que es secretario perpetuo de la Sociedad del Viaje Alrededor de mi Cuarto, se ha instalado en este hotel para rendir un homenaje al libro del conde de Maistre. Ha dejado por unos d¨ªas a su mujer y a sus dos hijos en Madrid con la idea de perpetrar ese ensayo, que tendr¨¢ la forma de un viaje alrededor de su cuarto, es decir, de su imaginaci¨®n.
Como se ha aislado y todo ha de llegarle de dentro, no est¨¢ previsto el viaje al exterior. Pero en mitad de la noche, al hacer un alto en su ensayo y acercarse distra¨ªdamente a la ventana, ve a dos vagabundos -uno de ellos estirado en el suelo, tal vez demasiado beodo- discutiendo en el filo del horizonte de la V¨ªa Po, junto al ¨²ltimo p¨®rtico. Le parece que ambos andan discrepando acerca de la verdad patibularia del mundo, e imagina que podr¨ªan llamarse Finn y Hire y aspirar a ser en realidad s¨®lo una persona. El lector decide parar la oreja en gesto in¨²til porque los dos individuos se hallan en la otra punta de la V¨ªa Po, de modo que no puede o¨ªr nada de lo que dicen. Pero, como sea que en otro tiempo aprendi¨® a leer los labios, recurre a sus antiguos anteojos de ¨®pera para averiguar sobre qu¨¦ realmente discuten.
Puedo imaginarme ahora a ese lector completamente perplejo, incluso algo asustado. No hace nada, ni un minuto, estaba pensando en la metaf¨ªsica infinitud de las farolas de la ciudad iluminada y se dedicaba a recordar escenas de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, que le parec¨ªan herederas del tema de la Bestia y el Alma en Viaje alrededor de mi cuarto. Y ahora est¨¢ leyendo labios y descifrando una discusi¨®n entre dos vagabundos en el filo de su horizonte visual. Se siente avergonzado porque cree que semejante debilidad por lo narrativo har¨¢ que entre en su cuarto la convenci¨®n novelesca de los di¨¢logos. Se acuerda de unas preguntas que se hac¨ªa Liz Moore Ryan en su ¨²ltimo libro: "?Por qu¨¦ tiene que hablar la gente con un gui¨®n delante? ?Por qu¨¦ hablamos formando escenas de di¨¢logo?".
A medida que descifra lo que dicen sus personajes, va viendo que Finn y Hire tienen un problema de m¨²ltiples aristas que seguramente podr¨ªa solucionarse si se fundieran en una sola persona, como Jekyll y Hyde. Aunque no insalvables, por ahora las diferencias entre uno y otro son grandes. Si no ha le¨ªdo mal los labios, para Hire la vida es una pipa y una estufa y la sopa humeante esperando en casa, mientras que para Finn, en cambio, la vida es intemperie y hay que aprender en ella a pensar siempre por cuenta propia.
-Me gustar¨ªa saber -dice Hire- por qu¨¦ has emprendido una cruzada contra la man¨ªa moderna de narrar y de querer entenderlo todo al pie de la letra. Te advierto de que es una batalla perdida de antemano.
-Y a mi saber por qu¨¦ tenemos que hablar de esta forma. ?Acaso en la vida normal la gente habla con un gui¨®n delante?
Hire no sabe qu¨¦ decir y Finn aprovecha para explicarle que no quiere combatir lo narrativo, s¨®lo proyectar las sombras din¨¢micas de lo ilegible sobre el realismo.
Parece que los dos est¨¦n solos en la calle. Pero hay alguien m¨¢s. Al mover los anteojos de ¨®pera hacia la derecha y adentrarse en el callej¨®n oscuro que hay frente al ¨²ltimo soportal de la V¨ªa Po, el lector que quer¨ªa escribir un ensayo descubre que hay un hombre solo sentado en un coche, fumando. La luz del cigarrillo ilumina primero sus mejillas y luego deja ver un rostro grave y escrutador. El lector se acuerda de los d¨ªas en los que en Nueva York, cuando alguien ve¨ªa a un hombre fumando en un coche en una calle oscura, daba por supuesto que era Chet Baker que estaba pensando en su arte.
Cuando la luz del cigarrillo se desvanece, todo el callej¨®n vuelve a la oscuridad m¨¢s profunda. Sopla el viento helado de los Alpes. El lector imagina que ese hombre que podr¨ªa ser Chet Baker est¨¢ ah¨ª esperando el momento oportuno para llevar a cabo, sin moverse de su coche, toda una gran operaci¨®n mental, rigurosamente cient¨ªfica, de puro laboratorio Jekyll: fundir a Finn y Hire y pasar a encarnarlos a los dos a la vez, pasar a convertirse en una unidad vagabunda que mejore la realidad. Y tambi¨¦n, si es posible, el realismo.
El lector pasa a sentir que ha interiorizado a Finn y Hire y se ve a s¨ª mismo fuera del cuarto, en la intemperie invernal, transformado en ese hombre que podr¨ªa ser Chet Baker y al que ahora mismo est¨¢ viendo caminar, bajo los soportales, en direcci¨®n al hotel. El lector sabe que acoger¨¢ calurosamente a ese fumador nocturno, lo saludar¨¢ como si se tratara de ¨¦l mismo en pleno y feliz retorno al cuarto despu¨¦s de la m¨¢s ardua expedici¨®n cient¨ªfica. El lector sabr¨¢ acoger al viajero que, curtido por los climas perdidos, regresa extenuado para reencontrarse con quien, no hace tanto, con sus anteojos de ¨®pera miraba con tanta inocencia por la ventana. El lector, que ya se ha despedido de su ensayo y de su aislamiento, acoger¨¢ a esa Unidad Vagabunda que lo sabe todo sobre ¨¦l. Abrir¨¢ la puerta como si no conociera al intruso, y lo har¨¢ simulando cierta desconfianza, como si estuviera dici¨¦ndose: Y pensar que hoy no quer¨ªa que nada me llegara de fuera.
www.enriquevilamatas.com
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.