?La belleza nos cambia la vida?
Los medios de comunicaci¨®n se han llenado en los ¨²ltimos tiempos con los cambios est¨¦ticos a los que se han sometido personajes populares, del mismo modo que han denunciado abusos y extralimitaciones legales en la pr¨¢ctica de la cirug¨ªa est¨¦tica. Para los observadores de la conducta humana, aficionados a filosofar sobre nuestra existencia, este tema trae viejos aromas que gusta recuperar, con el fin de orientarse ante la expansi¨®n del culto al cuerpo y la exaltaci¨®n de la materialidad. Es como una avalancha que no para de crecer y que, adem¨¢s, lo hace con la misma intensidad entre nuestros adolescentes, ¨¢vidos de cambiarse los pechos, retocarse la nariz o, en definitiva, aplicarse un photoshop corporal que les mantenga perfectos. Si lo hacen las estrellas, ?por qu¨¦ no yo? ?Por qu¨¦ no mi hijo o mi hija? ?Por qu¨¦ mi pareja no puede ser de pel¨ªcula? Demasiados intentos de ser quienes no somos a golpe de bistur¨ª.
"Cuando dedicamos tanta energ¨ªa al culto corporal, caemos en la desproporci¨®n porque abandonamos otras partes de nosotros"
Puede que tengamos que volver a mirar hacia al cielo para reclamar a las fuerzas c¨®smicas algo de ayuda ante tal feroz lucha entre lo ¨¦tico y lo est¨¦tico. Vaya por delante que con este art¨ªculo no se pretende cuestionar, ni juzgar, las reformas que consideremos necesarias, ya sea por nuestro bienestar personal como por prescripci¨®n facultativa. El debate no es sobre la moral del asunto. Interesa la reflexi¨®n sobre el sentido est¨¦tico de la existencia. Todo cambio influye en la persona, pero la parte no es el todo. Hay que tener claro que existen malestares que s¨®lo el alma puede curar.
De lo bello
"La belleza no mira, s¨®lo es mirada" (Albert Einstein)
La est¨¦tica representa los valores m¨¢s elevados de nuestro mundo. As¨ª, por excelencia, lo hace con la belleza, vinculada esencialmente al arte. Nos orienta, tambi¨¦n, en lo feo y en lo sublime, elevando nuestras almas. En nuestros contextos cotidianos, en cambio, el sentido est¨¦tico lo vinculamos a criterios "cosm¨¦ticos", de estatus y proyecci¨®n social; a lo sumo, de elegancia personal. Seguimos asociando valores a nuestra est¨¦tica, aunque ahora analizados por las grandes empresas de marketing. As¨ª nos va la cosa.
Consultemos a Plotino, para quien la belleza se encuentra sobre todo en la vista y tambi¨¦n en el o¨ªdo, por la composici¨®n de las palabras, y en la m¨²sica, porque hay cantos y melod¨ªas que son bellos. Y si uno se remonta m¨¢s all¨¢ de los sentidos, encontrar¨¢ actividades, acciones, gestos, h¨¢bitos y saberes bellos, as¨ª como la belleza que emana de las virtudes. Para Kant, no hay ciencia sino cr¨ªtica de lo bello, depende del sentimiento del sujeto y de los criterios comunes, a los que hoy llamamos "moda", la gran reguladora de elecciones.
Lo bello anda sometido al que ve. El que ve es uno mismo y, a la vez, se sabe visto por los dem¨¢s. El criterio va a ser distinto seg¨²n donde se ponga la atenci¨®n. Si unos pantalones dise?ados para mostrar el trasero se ponen de moda, muchas personas se los pondr¨¢n, aunque los pantalones y su trasero sean de lo m¨¢s antiest¨¦ticos. Se supone as¨ª que el que se mira y es mirado no se rige por un valor est¨¦tico, sino medi¨¢tico. Entonces, cabe preguntarse si elegimos seg¨²n nuestro sentido est¨¦tico, que personaliza, o seguimos los criterios homog¨¦neos que "est¨¢n de moda", que vulgariza, por muy bonitos que sean. ?Queremos ser nosotros o queremos ser como los otros?
Demasiado culto al cuerpo
"La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora" (Jos¨¦ Ortega y Gasset)
Persiste en nuestra sociedad el mito de la perfecci¨®n a base de cincelar la parte externa de nuestra identidad. Algo que ha existido siempre se ha convertido en el vellocino de oro de la posmodernidad, a la vez que una ilusoria fantas¨ªa de eternidad: siempre j¨®venes, guapos, imperecederos. Sin embargo, debemos observar, como dijo Montaigne, que el alma en sus pasiones se enga?a a s¨ª misma erigi¨¦ndose un objeto falso y fant¨¢stico. ?Una falsa belleza tal vez?
Nuestros sabios han expresado que lo que produce belleza es la proporci¨®n de las partes entre ellas y el conjunto, junto con las coloraciones que se le a?adan. La belleza entonces se basa en la proporci¨®n y las medidas ajustadas, o sea, que el conjunto es el que hace brillar a las partes y no al rev¨¦s. Ah¨ª tenemos dos buenas pistas: cuando dedicamos tanta energ¨ªa al culto corporal, estamos fuera de medida, caemos en la desproporci¨®n, porque abandonamos otras partes de nosotros mismos. Y s¨®lo va a ser ese conjunto, el todo que somos, el que mostrar¨¢ belleza o no.
La segunda pista nos indica que de nada va a servir obsesionarnos en transformar esa parte que supuestamente nos afea para podernos ver y considerar como personas con su propia belleza. Bienvenida una mejora si respeta la proporci¨®n, a sabiendas de que no va a mejorar ni m¨¢s ni menos lo que interiormente hemos desarrollado. Y en el caso que as¨ª fuera, debemos preguntarnos: ?estoy preparado para los cambios que pueden suceder en mi vida?
La virtud como belleza
"Toda virtud del alma es belleza, y una belleza m¨¢s verdadera que
ninguna otra" (Plotino)
La belleza es otra cosa al margen de la proporci¨®n. La belleza adquiere dimensi¨®n cuando es contemplada desde el alma, en una percepci¨®n que trasciende la vista y la forma. Ante lo que realmente es bello, invisiblemente bello, nos sentimos arrebatados, dulcemente sacudidos en nuestro interior, despert¨¢ndose un acto contemplativo que nos deja sin palabras. Es lo que sienten los enamorados, lo que acontece ante una maravillosa puesta de sol, ante un gesto amoroso, escuchando una melod¨ªa que nos envuelve. Es una evidencia. Es indudablemente lo que es. Es bello.
La factor¨ªa Disney convirti¨® en un espect¨¢culo musical la popular historia de La bella y la bestia, donde se proclamaba que la aut¨¦ntica belleza est¨¢ en el interior. Aunque hay quien ha querido ver en esta expresi¨®n la ¨²nica alternativa para los perdedores en el juego amoroso, lo cierto es que apunta a una gran verdad de nuestra existencia. Lo que ocurre es que esa belleza interior est¨¢ s¨®lo a disposici¨®n de los que saben ver sin ver. La contemplaci¨®n de lo bello puede ser una experiencia est¨¢tica, dar sentido a la vida, acercarnos a lo trascendente.
Por eso hay que acostumbrar al alma a mirar por ella misma, primero las cosas bellas, despu¨¦s las obras bellas, hechas por personas bellas. Y al igual que el artista lima, pule y limpia hasta lograr la belleza que busca, as¨ª podemos arrancar lo que nos sobra, limpiar lo oscuro hasta hacerlo brillar, hasta iluminar la virtud embellecedora. Puede que por ah¨ª vengan aut¨¦nticos cambios y transformaciones personales. Las rehabilitaciones est¨¦ticas, si echan un cable, mejor. Nos sentiremos bien una temporada. Pero no son lo esencial.
Mirarse a otro espejo
1. Libros
'Las En¨¦adas' (Periodo primero. Sobre la belleza), de Plotino.'Sobre la belleza', de Zadie Smith.'Fedro'. Di¨¢logo de Plat¨®n.
2. Cine
'El rey pasmado', de Imanol Uribe.'Belleza robada', de Bernardo Bertolucci.
3. M¨²sica
'El coro de los peregrinos', de la ¨®pera 'Tannh?user'.'Nesum Dorma', de la ¨®pera 'Turandot'. 'Pie Jesu', de Andrew Lloyd Webber, interpretada por Sarah Brightman.
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