Mario Monreal, pianista, el recuerdo de un sonido
El pianista saguntino Mario Monreal muri¨®, s¨²bitamente, el 1 de febrero, a los 72 a?os. S¨®lo 12 d¨ªas antes hab¨ªa ofrecido, junto a la Orquesta de Valencia, el Concierto n¨²mero 2 de Saint-Sa?ns. Nada presagiaba este final repentino. Como alumna suya, el primer impulso es hacer p¨²blico el agradecimiento -m¨ªo y de otros muchos estudiantes- por tantas aportaciones que tuvieron un peso importante en la tarea de hacer o de escuchar m¨²sica en esa ¨¦poca. Aportaciones que Monreal pocas veces transmit¨ªa con palabras: Mario no hablaba mucho. Pero se sentaba al piano y tocaba bien lo que t¨², lamentablemente, acababas de tocar mal.
Entre ellas -y quiz¨¢ la m¨¢s decisiva- estaba la obsesi¨®n por un sonido limpio en el repertorio clasicista. Sobre todo, con Mozart. Muy joven a¨²n, reci¨¦n llegado de Alemania, esa forma transparente de tocar nos dej¨® impactados a muchos estudiantes, aunque casi nunca consigui¨¦ramos sacar del piano tales bellezas. Ten¨ªa tambi¨¦n Mario su puntito m¨¢gico -m¨¢gico y esclarecedor- en el repertorio espa?ol. Recuerdo una frase suya -una correcci¨®n- para tocar Alb¨¦niz: "Venga, venga, olv¨ªdate un poco del comp¨¢s. Los gitanos no saben solfeo".
Ten¨ªa su puntito m¨¢gico en el repertorio cl¨¢sico espa?ol
Vivencias y gratitud de adolescente, sin duda. Despu¨¦s, la vida ha dado muchas vueltas, aunque, para ¨¦l, haya terminado de girar. Otros seguir¨¢n girando un poco m¨¢s. Y algunos, por suerte, viviremos -lo que nos queda- con el l¨ªmpido sonido de Mozart cimentado hasta el fondo de nuestra cabeza. Gira porque ¨¦l estuvo, desde 1966, en Valencia, materializ¨¢ndolo: puedo recordar ese sonido incluso dando un concierto con un viejo piano vertical, porque escaseaban en nuestra ciudad los colas y los medias colas.
Su trayectoria en el Conservatorio de Valencia -de auxiliar a catedr¨¢tico- no difiere mucho respecto a la de otros profesores y concertistas espa?oles: las camarillas pesan m¨¢s que los m¨¦ritos reales, y en eso los conservatorios s¨ª que han conseguido la homologaci¨®n con las universidades. Mario hab¨ªa realizado los estudios superiores de piano en la Musikhochschule de M¨²nich.
En un punto de su recorrido por Alemania, trabaj¨® con Paul Baruda-Skoda. Sin embargo, en una conversaci¨®n personal, apuntaba que (Baruda-Skoda) "se hab¨ªa pasado". Ciertamente, aparte de su limpidez inicial, nada hac¨ªa aparecer a Mario Monreal como un defensor de los instrumentos originales. En la penuria musical espa?ola de esa ¨¦poca, pocas cosas eran equivalentes a un gran piano de cola moderno. De hecho, para sus alumnos, el m¨¢ximo honor era dar una audici¨®n con un instrumento de tal calibre. Cabe insistir, de nuevo, en que estamos en la Valencia de los setenta. Hasta una adquisici¨®n de esa misma d¨¦cada, s¨®lo un viejo Steinway -de encantador sonido, pero con unos apagadores poco compatibles con la ejecuci¨®n moderna- se pon¨ªa, en el Conservatorio, al alcance de los estudiantes m¨¢s aventajados.
Mario se pase¨®, mientras ejerc¨ªa como docente en tales penurias, por Argentina, Sur¨¢frica y Australia. El teatro Col¨®n, de Buenos Aires, est¨¢ en el palmar¨¦s de sus actuaciones. Las "integrales" fueron tambi¨¦n su debilidad, sean de Mozart, Beethoven, Chopin o Alb¨¦niz, en un af¨¢n entusiasta de abarcar totalidades, sin ce?irse a obras aisladas. Con todo, si hemos de escoger un recuerdo o un punto de su recorrido, ser¨¢ sin duda la transparencia de Mozart. O, tambi¨¦n, la gracia de su Alb¨¦niz.
Rosa Sol¨¤ es cr¨ªtica musical.

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