"No caben m¨¢s presos en nuestras c¨¢rceles"
Juli¨¢n R¨ªos elige un restaurante vegetariano, casero y tranquilo en el barrio de Lavapi¨¦s para comer. No toma carne y no le gusta el bullicio. Tampoco el ruido medi¨¢tico que agita a la ciudadan¨ªa en pos de endurecer las penas o para que se instaure la cadena perpetua, batalla que reemprende ahora el Partido Popular. Este abogado madrile?o, de 44 a?os, profesor de Derecho Penal de la Universidad Pontificia de Comillas, acaba de poner en marcha la plataforma Otro Derecho Penal es Posible (www.otroderechopenal.aldeasocial.org) junto a un grupo de juristas para "desmontar mitos creados en torno al sistema penal". "Queremos informar", dice. "No trabajamos desde la confrontaci¨®n pol¨ªtica ni vamos contra nadie. S¨®lo ofrecemos datos para el debate".
El penalista pide un debate informado y con sosiego sobre la prisi¨®n y el castigo
Los datos son los siguientes: Espa?a tiene una tasa de delitos mucho menor que la media europea (la del Reino Unido duplica la nuestra) y una delincuencia en l¨ªnea descendente desde hace 20 a?os. Sin embargo, el 90% de los ciudadanos cree que el pa¨ªs es cada vez m¨¢s peligroso y hay un mayor porcentaje de reclusos que en ning¨²n otro Estado europeo: la cifra se ha multiplicado por cuatro en 30 a?os.
?Cu¨¢l es el problema? "Las penas no han hecho m¨¢s que endurecerse, sobre todo a partir de 2003", responde. "No hay redenci¨®n de condena por trabajo y la libertad condicional es m¨¢s dif¨ªcil de obtener. En resumen, cada vez entran m¨¢s presos y salen menos. Tambi¨¦n creo que los jueces son m¨¢s estrictos en su aplicaci¨®n de las leyes por la fuerte presi¨®n social".
"La sociedad parece creer que la c¨¢rcel est¨¢ llena de delincuentes peligros¨ªsimos, pero no es cierto", contin¨²a. "La inmensa mayor¨ªa est¨¢n presos por delitos de drogas o contra el patrimonio. La prisi¨®n debe usarse cuando es realmente imprescindible. No vale para todo. Espa?a tiene que pensar en alternativas eficaces a la prisi¨®n, con expertos y de forma sosegada. No caben m¨¢s presos en nuestras c¨¢rceles".
R¨ªos empez¨® a trabajar como abogado nada m¨¢s acabar la carrera. Un d¨ªa, en el juzgado, un amigo le present¨® a un chico que acababa de salir de prisi¨®n. Ten¨ªa problemas con las drogas y ning¨²n lugar en el que dormir. "Acab¨® en mi casa", dice el profesor, como si nada. Fue el primero de una larga lista de internos que han usado su casa como lugar de transici¨®n entre las rejas y la autonom¨ªa. All¨ª ahorran y encauzan su vida. Ahora acoge a africanos en situaci¨®n irregular. Se ha trasladado del barrio de Tetu¨¢n a un pueblo en el que ¨¦l y sus invitados tienen una huerta y m¨¢s espacio.
"La c¨¢rcel es dur¨ªsima", asegura. "La sociedad no es consciente de lo que supone estar preso; es una devastaci¨®n vital". En su casa han estado dos ex presos que hab¨ªan pasado m¨¢s de 20 a?os en la c¨¢rcel. Los dos acabaron suicid¨¢ndose. "Uno de ellos me rob¨® el equipo de m¨²sica. Se present¨® ante el juez, le confes¨® lo que hab¨ªa hecho y le dijo que quer¨ªa volver a la c¨¢rcel; que no sab¨ªa vivir fuera. Se quit¨® la vida d¨ªas m¨¢s tarde".
"No digo que el Derecho Penal no sea necesario", concluye. "Pero tiene que ser l¨®gico y eficaz. No puede servir para ganar votos ni para canalizar sin m¨¢s nuestros sentimientos de venganza".
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