Genios del mal
La dificultad para aceptar el binomio gran artista-mala persona proviene de una fe religiosa en el arte y sus cl¨¦rigos. Obras de Gorki, Neruda, Rezzori, Eliade ... revelan c¨®mo los escritores est¨¢n sujetos a las mismas pasiones que los dem¨¢s.
En las letras, igual que en todo lo dem¨¢s, el talento es un t¨ªtulo de responsabilidad!". Con esta sentencia explica el general De Gaulle su negativa a indultar a Robert Brasillach, condenado a muerte en 1945. Entre los colaboradores con los nazis durante la Ocupaci¨®n, a Brasillach, joven de suaves mofletes, pelo planchado, gafas de carey y aspecto general de estudiante aplicado, le ha correspondido el t¨ªtulo de villano m¨¢ximo de la literatura. Como director de la revista Je Suis Partout, la m¨¢s le¨ªda, la mejor hecha y la m¨¢s odiada de la ¨¦poca, agot¨® el cat¨¢logo de las infamias (verbales). Ahora bien, la naturaleza humana es m¨¢s compleja que el universo: mientras aguardaba en la c¨¢rcel su sentencia de muerte escribi¨® este poema:
En 1848, Schopenhauer ofrec¨ªa las ventanas de su casa a los soldados austriacos para que disparasen c¨®modamente contra "la canalla"
El relato de Neruda sobre sus tiempos como c¨®nsul de Chile en M¨¦xico es un alarde de escamoteo de la verdad y de p¨¢nfila autosatisfacci¨®n
Stalin y Gorki perfilaron la est¨¦tica del "realismo socialista" y definieron la misi¨®n de los escritores para las siguientes generaciones
D'autres sont venus par ici
Dont les noms sur les murs moisis
Se d¨¦font d¨¦j¨¤ et s'ecaillent;
Ils ont souffert et esp¨¦r¨¦
Et parfois l'espoir ¨¦tait vrai
Parfois il dupait ces murailles.
Venus d'ici, Venus d'ailleurs
Nous n'avions pas le m¨ºme coeur,
Nous a-t-on dit. Faut-il le croire?
Mais qu'importe ce que nous f?mes!
Nos visages noy¨¦s de brume
Se ressemblent dans la nuit noire.
C'est ¨¤ vous, fr¨¨res inconnus,
Que je pense, le soir venu,
? mes fraternels adversaires!
Hier est proche d'aujourd'hui,
Malgr¨¦ nous nous sommes unis
Par l'espoir et par la mis¨¨re.
(Otros vinieron por aqu¨ª / cuyos nombres en los muros mohosos / ya se deshacen y desconchan. / Ellos sufrieron y tuvieron esperanzas / y a veces la esperanza acertaba / a veces enga?aba a esas murallas. // Venidos de aqu¨ª, venidos de otros sitios / nuestros corazones no eran iguales, / seg¨²n nos dijeron. ?Hay que creerlo? / ?Pero qu¨¦ importa lo que fuimos! / Nuestros rostros, ahogados de bruma, / se parecen en la noche negra. // Es en vosotros, hermanos desconocidos, / en quienes pienso, cuando cae la noche, / ?Oh mis fraternales adversarios! / Ayer est¨¢ cerca de hoy, / a pesar nuestro estamos unidos / por la esperanza y por la miseria).
La luz de la circunstancia excepcional en que el poema fue escrito (tan semejante a la que inspir¨® a Villon su Ballade des pendus) lo realza y nimba con un halo de cosa extraordinaria.
Brasillach tuvo adem¨¢s car¨¢cter para recibir la noticia de su condena con estas palabras:
-Es un honor.
Pierre Drieu La Rochelle tambi¨¦n se despidi¨® con clase:
"Sed fieles al orgullo de la resistencia igual que yo lo soy al orgullo de la colaboraci¨®n", escribi¨® en su diario antes de suicidarse. "No hag¨¢is trampa, como yo no la hago. Condenadme a la pena capital (...) S¨ª, soy un traidor. S¨ª, he estado cooperando con el enemigo. He aportado inteligencia francesa al enemigo. No es culpa m¨ªa que este enemigo no haya sido inteligente".
En cambio, C¨¦line, que con Brasillach y Drieu, Montherlant y Morand y Daudet (pronto exonerado de toda culpa), C¨¦line cuyo Viaje al fin de la noche revolucion¨® la prosa francesa, C¨¦line, del que dice Lottman que "el examen de sus libros y de su vida muestra claramente que fue un genio del mal y que su psicolog¨ªa no era enteramente normal", eludi¨® el cadalso fotografi¨¢ndose vestido de harapos y con un gatito sobre las rodillas.
(La dificultad que encontramos en aceptar el binomio gran artista-mala persona es la consecuencia de una fe religiosa en el arte y sus cl¨¦rigos. Pero al fin y al cabo, los escritores siempre estuvieron sujetos a las mismas pasiones que los dem¨¢s. En las revoluciones de 1848, el fil¨®sofo Schopenhauer, el pesimista, el reaccionario, ofrec¨ªa las ventanas de su casa en Francfort a los soldados austriacos para que disparasen c¨®modamente contra "la canalla", mientras en Par¨ªs Baudelaire, el poeta moderno y progresista, agitaba las barricadas tratando de convencer a los insurgentes de que le acompa?asen a su casa para fusilar a su padrastro).
Stalin atrajo de vuelta a la URSS al que los bolcheviques consideraban el mejor escritor ruso, la voz del pueblo, Maxim Gorki, halagando su vanidad, y una vez lo tuvo en Mosc¨² le adjudic¨® como vivienda un palacio modernista cerca del Kremlin y dos dachas, y lo nombr¨® presidente de un comit¨¦ para agrupar a todos los escritores sovi¨¦ticos. Adem¨¢s rebautiz¨® su ciudad natal con su nombre. Al autor de La madre esto no acababa de parecerle del todo bien:
-He escrito por primera vez Gorki en el sobre, en vez de Nizhni Novgorod. La verdad, me resulta desagradable y embarazoso.
Pero en fin, todo lo daba por bueno, ya que gracias a su influencia Zamiatin (autor de la antiutop¨ªa Nosotros) pudo exiliarse en Francia, y Bulg¨¢kov (el autor de El maestro y Margarita), que estaba reducido al ostracismo y al hambre, obtuvo un empleo en un teatro, y Pilniak (Caoba) y Babel (Caballer¨ªa roja) pudieron ampararse tras sus anchas espaldas: luego le seguir¨ªan a la tumba, como los siervos al Fara¨®n.
Muchas noches, concluida su jornada laboral en el Kremlin, Stalin se presentaba en la cercana mansi¨®n de Gorki, que sol¨ªa recibir a sus colegas en su sal¨®n y sostener con ellos animados debates nocturnos. Fue all¨ª, una noche de 1932, donde el estadista y su escritor de cabecera perfilaron las l¨ªneas maestras de la est¨¦tica del "realismo socialista" y definieron la misi¨®n de los escritores para las siguientes generaciones, que al cabo de pocos d¨ªas el primer congreso de la Uni¨®n de Escritores, presidido por Gorki, refrend¨®: glorificar la aniquilaci¨®n de las clases enemigas y el liderazgo de Stalin, mientras los ¨®rganos rectores de la Uni¨®n deb¨ªan alentar la producci¨®n de "obras de alto valor art¨ªstico imbuidas del esp¨ªritu del socialismo".
Al a?o siguiente de aquella decisiva reuni¨®n, Gorki coordin¨® el prototipo de libro imbuido de ese esp¨ªritu edificante, el que el historiador Shentalinski define como "el libro m¨¢s vergonzoso y m¨¢s cargado de mentiras de la historia": Belomor, historia de la construcci¨®n del canal J. V. Stalin del Mar Blanco al Mar B¨¢ltico, una apolog¨ªa del trabajo esclavo en esa obra que cost¨® 100.000 vidas. Para redactarlo, Gorki reclut¨® un equipo de 120 escritores y viaj¨® con ellos en un tren fraternal hasta el canal, donde no vieron o no quisieron ver las condiciones en que los esclavos viv¨ªan y mor¨ªan; y a la vuelta seleccion¨® a los 30 escritores m¨¢s eficientes y corruptos para exaltar la portentosa haza?a.
Entre ellos, su favorito, el arist¨®crata Alex¨¦i Tolst¨®i, descendiente del autor de Guerra y paz y un caso humano curioso. Parece que tuvo verdadero talento. La llave dorada, su versi¨®n rusa de Pinocchio, es todav¨ªa hoy uno de los cuentos infantiles m¨¢s apreciados en su pa¨ªs, y su Pedro I, donde retrata al zar Pedro el Grande como el protobolchevique, se considera una obra de calidad literaria. La misma Ajm¨¢tova le admiraba, a pesar de que atribu¨ªa la condena de su amigo, el poeta Osip Mandelstam, m¨¢s que a su Epigrama contra Stalin, a la bofetada que le dio a Tolst¨®i por una cuesti¨®n menor. ?ste le amenaz¨® prof¨¦ticamente: "?Te expulsaremos de Mosc¨²! ?Nunca m¨¢s publicar¨¢s un verso!", mientras Gorki confirmaba: "?Ya le ense?aremos c¨®mo hay que pegar a los escritores rusos!".
La ambici¨®n, la codicia y el servilismo royeron el talento de Tolst¨®i hasta dejarlo en los huesos. Despach¨® novelas que retorc¨ªan los hechos hist¨®ricos para denigrar a Trotski y ensalzar a Stalin (Pan), o contaban las haza?as de un chequista (polic¨ªa secreta); fue miembro de la comisi¨®n especial para intoxicar a la opini¨®n mundial con pel¨ªculas y panfletos que endosaban a los nazis la matanza de Katyn; clam¨® pidiendo la muerte de sus anteriores protectores, Kamenev y Zinoviev... "Pocas familias pueden preciarse de tener en su seno a un escritor tan grande como Le¨®n Tolst¨®i, pero pocas pueden tener a un escritor a la vez tan dotado y tan despreciable como Alex¨¦i...", sentencia su lejano pariente el historiador ingl¨¦s Nikol¨¢i Tolst¨®i en Los Tolst¨®i, 24 generaciones de historia rusa. "No hubo mentira, traici¨®n o indignidad que no se apresurase a cometer para llenarse los bolsillos".
A este top five de malos malones de la literatura agrego ahora algunos monstruos subjetivos, malos o malillos no universales, pero s¨ª a los ojos y en los textos de los grandes escritores: Neruda seg¨²n Brodsky, ?luard seg¨²n Kundera, Rezzori seg¨²n Vizinczey, Eliade seg¨²n Manea.
El poeta y premio Nobel de origen ruso Joseph Brosdky menciona en su libro Del dolor y la raz¨®n a Pablo Neruda, best seller mundial y permanente de la poes¨ªa en lengua espa?ola gracias a sus Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada: "Trotski, a¨²n reciente el segundo atentado contra su vida (en el que su secretario americano fue asesinado por el luego c¨¦lebre muralista David Alfaro Siqueiros, ayudado por el luego c¨¦lebre poeta, y premio Nobel, Pablo Neruda)...", dice Brodsky. En su autobiograf¨ªa, Me llamaban el coronelazo, David Alfaro Siqueiros reconoce su participaci¨®n en el "asalto a la casa de Trotski" el 24 de mayo de 1940. Lo que no dice es que ¨¦l dirigi¨® al fracasado escuadr¨®n de sicarios, y por qu¨¦ mataron a su c¨®mplice Robert Sheldon Harte. El relato que dej¨® Neruda, en Confieso que he vivido (su autobiograf¨ªa, redactada poco antes del cuartelazo de Pinochet, del asesinato de Allende y de morir ¨¦l mismo de enfermedad y pena), sobre sus tiempos como c¨®nsul de Chile en M¨¦xico, es un alarde de escamoteo de la verdad y de p¨¢nfila autosatisfacci¨®n:
"David Alfaro Siqueiros estaba entonces en la c¨¢rcel. Alguien lo hab¨ªa embarcado en una incursi¨®n armada a la casa de Trotski. Lo conoc¨ª en la prisi¨®n, pero, en verdad, tambi¨¦n fuera de ella, porque sal¨ªamos con el comandante P¨¦rez Rulfo, jefe de la c¨¢rcel, y nos ¨ªbamos a tomar unas copas por all¨ª, en donde no se nos viera demasiado. Ya tarde, en la noche, volv¨ªamos y yo desped¨ªa con un abrazo a David que quedaba detr¨¢s de sus rejas".
"(...) Entre salidas clandestinas de la c¨¢rcel y conversaciones sobre cuanto existe, tramamos Siqueiros y yo su liberaci¨®n definitiva. Provisto de una visa que yo mismo estamp¨¦ en su pasaporte, se dirigi¨® a Chile con su mujer, Ang¨¦lica Arenales...".
Cuando Norman Manea, disidente exiliado en Estados Unidos, y el escritor rumano m¨¢s interesante de la actualidad, public¨® su ensayo Felix culpa, a prop¨®sito de su compatriota, el gran historiador de las religiones, el notable literato, el erudito, el sabio que buscaba y encontraba las manifestaciones de un esp¨ªritu primigenio y global en mitos y atavismos y remotos ritos cham¨¢nicos, Mircea Eliade, le llamaron de todo, entre otras cosas "polic¨ªa del esp¨ªritu". El t¨ªtulo de su ensayo alude a una anotaci¨®n de Eliade en sus diarios, del 10 de octubre de 1984: "Sigo pensando en lo que hubiera sufrido si me hubiera quedado en la patria, como profesor y escritor, y si no hubiese sido por aquella felix culpa: mi adoraci¨®n por Nae Ionescu y todas las consecuencias (en 1935-1940) de esa relaci¨®n (...) Me hubiera quedado en la patria. En el mejor de los casos hubiera muerto de tuberculosis en una prisi¨®n". Nae Ionescu (nada que ver con el Ionesco de La cantante calva), fil¨®sofo y profesor en la universidad del Bucarest de entreguerras, fue el principal propagandista en los medios intelectuales del movimiento fascista rumano, la Legi¨®n de San Miguel Arc¨¢ngel o Guardia de hierro. Eliade era un sabio precoz y ayudante de c¨¢tedra de Ionescu, y escrib¨ªa en la prensa: "Para aquellos que han sufrido tanto y han sido humillados durante siglos..., por los h¨²ngaros..., despu¨¦s de los b¨²lgaros la gente m¨¢s imb¨¦cil que haya existido nunca..., han anhelado una Rumania nacionalista, hiperactiva y chovinista, armada y vigorosa, implacable y vengativa".
Lo que Manea le reprocha es que -como el fil¨®sofo Heidegger con su pasado nazi- nunca manifestase contrici¨®n ni reconociera que su filiaci¨®n al fascismo fue un error juvenil: un paso al frente le parece a Manea que hubiera sido muy beneficioso, en t¨¦rminos de did¨¢ctica social, sobre todo ante el futuro inmediato en que las primeras generaciones poscomunistas, desorientadas, desinformadas y confusas y en busca de se?ales de identidad nacional y referentes ideol¨®gicos, recuperan el magisterio de Eliade y al mismo tiempo las tentaciones chovinistas y antisemitas. Muy al contrario, cuarenta a?os despu¨¦s de esa felix culpa, Eliade escrib¨ªa en su diario: "No s¨¦ c¨®mo juzgar¨¢ la historia a Corneliu Codreanu (fundador de la Legi¨®n)...
". Y puedo muy bien imaginarme a Manea en el Bard Collage de Nueva York, adonde lleg¨® tambi¨¦n por la ruta del exilio, leyendo por primera vez estas frases del Eliade crepuscular, y pregunt¨¢ndose con incredulidad: "No s¨¦ c¨®mo juzgar¨¢ la Historia a Corneliu Codreanu".
Milan Kundera dedica unas p¨¢ginas brillantes de su novela El libro de la risa y el olvido a la condena a muerte de un poeta surrealista checo, Z¨¢vis Kalandra, durante las purgas de los a?os cincuenta. Ese poeta era amigo de Andr¨¦ Breton, el papa del movimiento surrealista, y de Paul ?luard, que despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial hab¨ªa abandonado las filas del surrealismo para integrarse en las del comunismo. "Andr¨¦ Breton no crey¨® que Kalandra hubiera traicionado al pueblo y a sus esperanzas, y dirigi¨® un llamamiento en Par¨ªs a ?luard (en carta abierta del d¨ªa 13 de junio de 1950) para que protestase contra la absurda acusaci¨®n, e intentase salvar a su antiguo amigo praguense. Pero ?luard estaba en ese preciso momento bailando en un inmenso corro entre Par¨ªs, Mosc¨², Varsovia, Praga, Sof¨ªa, Gracia, entre todos los pa¨ªses socialistas y todos los partidos comunistas del mundo, y en todas partes recitaba sus hermosos versos sobre la alegr¨ªa y la hermandad. Cuando ley¨® la carta de Breton dio dos pasos en el sitio, un paso hacia delante, neg¨® con la cabeza, se neg¨® a defender a un traidor al pueblo (en la revista Action del 19 de junio de 1950) y en lugar de eso recit¨® con voz met¨¢lica:
Vamos a colmar la inocencia
De la fuerza que durante tanto tiempo
Nos ha faltado
No estaremos nunca m¨¢s solos...
Huiremos del descanso, huiremos del
sue?o,
Tomaremos a toda velocidad el alba y la
primavera
Y prepararemos d¨ªas y estaciones
A la medida de nuestros sue?os
El hombre, presa de la paz, siempre tiene
una sonrisa
El amor se ha puesto a trabajar y es
infatigable.
Lo mismo que movi¨® a Kundera para inmortalizar como significativo ese episodio llev¨® a W. G. Sebald (aunque con menos humor) a retratar, en Sobre la historia natural de la destrucci¨®n, a Alfred Andersch como una escoria, con una vida interior "plagada de ambici¨®n, ego¨ªsmo, resentimiento y rencor", y hacer de ¨¦l el paradigma de la corrupci¨®n moral a la que puede llegar un escritor. Trabajo de inquisici¨®n semejante, aunque si cabe con una ferocidad mayor, y contra un colega superior, hizo Stephen Vizinczey (En brazos de la mujer madura) en Verdad y mentiras en la literatura, con Gregor von Rezzori (maravilloso autor de Memorias de un antisemita, de Flores en la nieve, de Un armi?o en Chernopol), a cuenta de La muerte de mi hermano Abel. Seg¨²n Vizinczey, la frivolidad de Rezzori en esta "novela est¨²pida y taimada" relativiza el bien y el mal, iguala a v¨ªctimas y verdugos, y esa operaci¨®n hace de ¨¦l un hombre "con la sensibilidad embotada, el cerebro peque?o y la piel gruesa de un cerdo".
?Rezzori! Gustosamente seguir¨ªa yo a?adiendo nombres a esta galer¨ªa, para agregar al tuyo y los de tantos ilustres monstruos el m¨ªo, aunque fuera s¨®lo por el expediente, tan claramente malvado, de escribir listas negras... (y leerlas). Pero por ahora basta y vale.
La novela del adolescente miope. Mircea Eliade. Traducci¨®n y pr¨®logo de Marian Ochoa. Impedimenta. Madrid, 2009. 520 p¨¢ginas. 26 euros. La gran trilog¨ªa: Un armi?o en Chernopol, Memorias de un antisemita, Flores en la nieve. Gregor von Rezzori. Traducci¨®n de Daniel Najm¨ªas, Juan Villoro, Joan Parra Contreras. Anagrama. Barcelona, 2009. 904 p¨¢ginas. 34 euros.
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