El arte de la insolencia rockera
Arctic Monkeys triunfan con un sonido ¨¢spero y rico en adrenalina
Pues no, Alex Turner no parece encarnar el paradigma de l¨ªder carism¨¢tico. Cuando el tel¨®n se descubri¨® anoche a eso de las diez, en el madrile?o Palacio Vistalegre, el jefe de los Arctic Monkeys esperaba detr¨¢s de ¨¦l con gesto ensimismado, cabizbajo, el rostro oculto por esa mara?a de pelo que el estilista del grupo parece haber impuesto para la temporada 2009-2010.
No hacen falta grandes alardes de simpat¨ªa por parte de estos jovencitos insolentes, parlamentos en esforzado castellano entre canci¨®n y canci¨®n ni exhibiciones de luminotecnia abrumadora. Basta con que Jamie Cook, el ¨²nico guapito de la banda (aunque sus admiradoras jam¨¢s le perdonar¨¢n que se haya dejado esas gre?as), dispare el primero de sus guitarrazos atronadores. A partir de ese instante, m¨¢s de 10.000 gargantas juran fidelidad eterna a estos nuevos reyes del rock con adrenalina. Esta noche les esperan otros casi 6.000 fieles en Barcelona, previsiblemente con la misma predisposici¨®n a dejarse reventar los t¨ªmpanos.
Interpretaron los temas de 'Humbug' ante m¨¢s de 10.000 espectadores
Son poco amigos de las efusividades esc¨¦nicas. Tocan con gesto hier¨¢tico
Los Monkeys, asum¨¢moslo, han trascendido la fenomenolog¨ªa. Ya nadie los recuerda como la primera banda nacida con la fiebre de MySpace ni como el conjunto que m¨¢s discos ha vendido en Reino Unido durante su primera semana de permanencia en las listas. Aquellos eran titulares circunstanciales de 2006, pero derivan en an¨¦cdota cuando se certifica, tres discos m¨¢s tarde, que los de Sheffield conservan la pegada y han ganado en empaque. Ya no parecen s¨®lo esos cuatro ni?atos con el acn¨¦ mal curado que se libran por los pelos de las aulas de educaci¨®n compensatoria. Ahora ejercen de mocetones solventes que interpretan rock ¨¢spero y rugoso con el ¨ªmpetu tenaz de una m¨¢quina desguazadora.
El debate de la noche era, sin duda, si la tercera entrega de Turner y los suyos constituye el estir¨®n definitivo de unos tipos seguros de s¨ª mismos o el primer s¨ªntoma de aburguesamiento adulto tras dos ¨¢lbumes revoltosos, sobrados de nervio, pasados de revoluciones y generosos en ese desparpajo garajero y suburbial que s¨®lo puede resultar cre¨ªble a los 19 a?os. "Con Josh Homme a la producci¨®n, lo m¨ªnimo que se les pod¨ªa pedir es que sonaran un poco m¨¢s p¨¦treos y rocosos, a lo Led Zeppelin", diagnosticaba entre tendidos Alfredo, un seguidor temperamental que no se ha perdido ni una sola de las visitas espa?olas de estos monos ¨¢rticos.
Todo puede discutirse, de acuerdo, pero los temas de este reciente Humbug suenan como un ca?¨®n sobre el escenario. Y el ahora melenudo cuarteto se los cree a pies juntillas, abriendo con el oscuro Dance little liar y desmenuzando tres cuartas partes de su repertorio. Entre lo m¨¢s logrado, ese Potion approaching que incluye el mejor cambio de ritmo en la historia de los Monos, y un at¨ªpico tiempo medio, Cornerstone, con el que Turner corrobora lo que ya sospech¨¢bamos tras su aventura extramatrimonial como The Last Shadow Puppets: m¨¢s all¨¢ de la furia y las urgencias juveniles, es un compositor excelso con una amplia colecci¨®n de vinilos en el dormitorio.
Los Monkeys son poco amigos de las efusividades esc¨¦nicas. Tocan con gesto hier¨¢tico, esconden su mayor zambombazo comercial (I bet you look good on the dancefloor) en mitad del concierto y s¨®lo se permiten para la galer¨ªa una lluvia de confeti durante Secret door. Pero Turner no acababa de dar cr¨¦dito cuando comprob¨® que el pabell¨®n al completo se sab¨ªa When the sun goes down y le ahorraba tener que cantarla.
Son unos chavales sobrios, Cook toca casi siempre de espaldas y su ¨²nico recurso audiovisual son unas c¨¢maras subjetivas que proyectan sus movimientos, en versi¨®n monocrom¨¢tica, a ambos lados del escenario.
Pero se lo curran, tienen m¨¢s ingenio que otros compa?eros de generaci¨®n (Strokes, Kaiser Chiefs, Interpol) y todo el recorrido que Turner quiera darles. Su insolencia da frutos: hora y media despu¨¦s, unos cuantos miles de sonrisas de vuelta a casa
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.