Crisis pol¨ªtica
Sin remontarnos m¨¢s all¨¢ de los comienzos de la transici¨®n, es una evidencia que, desde entonces hasta hoy, hemos pasado por varias crisis econ¨®micas de no peque?a intensidad y de variada duraci¨®n. La transici¨®n a la democracia se hizo en medio de la crisis desatada por el encarecimiento brutal del precio del petr¨®leo, que llev¨® a unas tasas de inflaci¨®n de dos d¨ªgitos en todos los pa¨ªses industrializados y en Espa?a de hasta el 30%, crisis que puso en cuesti¨®n el propio desarrollo del proceso constituyente y a la que hubo que hacer frente con un pacto pol¨ªtico de enorme amplitud, como fueron los Pactos de la Moncloa. A pesar de las medidas adoptadas en dichos Pactos, la crisis se mantuvo algo m¨¢s all¨¢ de la primera mitad de los a?os ochenta. Eran crisis, adem¨¢s, como recordaba recientemente Jordi Pujol en una entrevista en Informe Semanal, de un pa¨ªs pobre, que dispon¨ªa de muy pocos instrumentos para luchar contra ellas, entre otros, de una muy baja cobertura frente al desempleo.
Lo que diferencia a la actual situaci¨®n de otras anteriores es la coincidencia de las crisis econ¨®mica y pol¨ªtica
De esas crisis se sali¨®, de la misma manera que se volver¨ªa a salir de la crisis de la primera mitad de los noventa, en la que la tasa de paro lleg¨® a alcanzar casi el 24% de una poblaci¨®n activa mucho menor que la actual. Y se sali¨® bien, con una econom¨ªa m¨¢s abierta y un aumento de renta que nos aproxim¨® a los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, no a la de los Veintisiete, sino a los de antes de la ampliaci¨®n.
A lo largo de estos algo m¨¢s de 30 a?os, el sistema pol¨ªtico espa?ol ha pasado la prueba de hacer frente a situaciones de crisis, siendo capaz de adoptar las medidas que fueran necesarias para salir de ellas. Y para salir de ellas no de cualquier manera, sino para salir mejor de lo que se entr¨®. Ha habido momentos de tensi¨®n pol¨ªtica muy alta, pero, a pesar de ello, se hizo lo que se ten¨ªa que hacer. No ha habido una crisis pol¨ªtica que se superpusiera a la crisis econ¨®mica cuando ¨¦sta hac¨ªa acto de presencia. Los ciudadanos han confiado razonablemente en que sus instituciones representativas iban a actuar de manera adecuada y no se han visto defraudados en esa confianza.
Lo que diferencia a la crisis actual es que s¨ª se est¨¢ produciendo la coincidencia de una crisis econ¨®mica con otra de naturaleza pol¨ªtica. Hace unas semanas, un estudio de opini¨®n en Catalu?a pon¨ªa de manifiesto una desconfianza bastante generalizada de los ciudadanos hacia sus dirigentes pol¨ªticos. Pocos d¨ªas despu¨¦s llegaba a la misma conclusi¨®n el bar¨®metro de IESA para Andaluc¨ªa. Y el pasado jueves se dio a conocer el estudio del CIS, en el que se pone de manifiesto que esa desconfianza es general en toda Espa?a. Un porcentaje alt¨ªsimo de ciudadanos cree que quien est¨¢ en el Gobierno no ha hecho bien los deberes en el inmediato pasado y tampoco conf¨ªa en que los vaya a hacer bien en el presente e inmediato futuro. Pero el mismo porcentaje muestra la misma desconfianza en quien ocupa la oposici¨®n con posibilidades de convertirse en Gobierno.
La imagen que dibujan estos estudios es desconsoladora, sobre todo porque un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n van apareciendo noticias sobre pr¨¢cticas corruptas, de naturaleza econ¨®mica, como las asociadas al caso G¨¹rtel o al caso Palma Arena, o de naturaleza pol¨ªtica, como las del espionaje a Cobo o las intrigas de Esperanza Aguirre para controlar Caja Madrid, o la maniobra de N¨²?ez Feij¨®o para controlar el proceso de fusi¨®n de cajas de ahorro gallegas mediante la aprobaci¨®n de una ley a toda velocidad, que parece que tiene problemas muy serios de constitucionalidad en opini¨®n del Consejo de Estado, que no pueden hacer otra cosa que dinamitar la confianza de los ciudadanos en sus representantes.
Y eso dejando de lado lo que est¨¢ ocurriendo con el recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a, que lleva ya m¨¢s de tres a?os en vigor, sin que todav¨ªa el Tribunal Constitucional haya sido capaz de resolverlo y que, dependiendo de c¨®mo lo resuelva, puede introducir un elemento adicional de desconfianza no ya en los pol¨ªticos, sino en la propia estructura del Estado.
Tengo la impresi¨®n de que nos estamos aproximando a un punto cr¨ªtico, en el que la acumulaci¨®n de problemas desborde la capacidad del sistema pol¨ªtico para hacerles frente, sobre todo porque no se vislumbra en el horizonte la posibilidad de que los distintos partidos, por un lado, y los distintos niveles de gobierno previstos en nuestra Constituci¨®n, por otro, est¨¦n dispuestos a ponerse de acuerdo en un programa m¨ªnimo para hacer frente a una situaci¨®n de emergencia como la que estamos atravesando, que, insisto, no es m¨¢s grave que otras por las que hemos pasado, pero que nunca nos ha encontrado tan desunidos como estamos ahora.
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