El Ejido, la convivencia suspendida
Los j¨®venes desaf¨ªan la resistencia al cambio tras los brotes racistas de 2000
"La poblaci¨®n de El Ejido aprendi¨® la lecci¨®n y aquello no volver¨¢ a repetirse". Con aquello se refiere H. A. B., empresario marroqu¨ª de 51 a?os, al estallido hace un lustro del mayor brote xen¨®fobo de Espa?a. El 60% de los inmigrantes se exiliaron entonces pero ¨¦l, que lleva media vida en El Ejido, aguant¨®. Rehechos ya los sue?os de prosperidad que vio desvanecerse al golpe de las pedradas que arroj¨® contra su comercio la masa de vecinos que sembr¨® por tres d¨ªas el p¨¢nico, tiene claro, sin embargo, que la segregaci¨®n perdura. "Ni multiculturalidad ni nada, para eso tiene que haber contacto".
Macarena, de 16 a?os, tendr¨ªa mucho que replicarle. Estudia en el IES Las Norias. El 60% de sus 480 alumnos son inmigrantes. De estos porcentajes que calcan la realidad del barrio que se llev¨® la peor parte durante el brote racista da cuenta la cuadrilla con que comparte recreos, en la que es la ¨²nica nacida en Espa?a.
"La gente se tolera, nada m¨¢s", dice el director del instituto Las Norias
"Fue una crisis mal cerrada, no hubo depuraci¨®n de responsabilidades"
-?Record¨¢is lo que pas¨® aqu¨ª hace 10 a?os?
-S¨ª, claro. Pero esto no es como antes, ha cambiado mucho.
Las voces de la decena de j¨®venes se solapan para repetir la misma respuesta. Se dir¨ªa que los problemas de convivencia son para ellas cosa de la prehistoria. "Mirad, Lidia, de Guinea Bissau, es mi mejor amiga desde hace 11 a?os", salta Macarena, nacida en un municipio en el que 29.746 de 84.227 vecinos son extranjeros.
Su instituto, que contaba en 2000 con cinco inmigrantes escolarizados, es hoy una aut¨¦ntica ventana abierta al optimismo. Se cuida hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle para facilitar el aprendizaje a los alumnos de incorporaci¨®n tard¨ªa. Sin embargo, extramuros "la gente se tolera, nada m¨¢s", dice Francisco Montoya, director del centro premiado por su labor por el Ministerio de Educaci¨®n.
A menos de dos kil¨®metros son a¨²n visibles los restos de la batalla campal que se libr¨® en Las Norias con la excusa de que all¨ª viv¨ªa el marroqu¨ª que se cobr¨® de dos pu?aladas la vida de Encarnaci¨®n L¨®pez, cuya muerte prendi¨® la chispa de la intolerancia. Al otro lado de la barra del bar Sevilla, destrozado aquellos d¨ªas, contin¨²an Lola y Mustapha, una de las 15 parejas mixtas que se contabilizaban entonces en El Ejido. "El recelo existe y si pasa algo lo primero que se viene a la boca es: como es moro. Esa expresi¨®n es que no se pierde", dice Lola.
De su conversaci¨®n se desprende adem¨¢s que el "lo que se ve no existe" sigue vigente en El Ejido, donde se promulg¨® una suerte de ley de punto y final no escrita que explica que la coexistencia no haya dado paso todav¨ªa a una aut¨¦ntica convivencia. Existe un amplio consenso en que los acuerdos alcanzados tras la barbarie para mejorar las condiciones de vida de los inmigrantes fueron papel mojado. "El incumplimiento fue total. Por ello persisten las mismas deficiencias laborales y de vivienda", cuenta Federico Pacheco, del Sindicato de Obreros del Campo. "Fue una crisis mal cerrada", a?ade Mercedes Garc¨ªa, responsable de la asociaci¨®n de Mujeres Progresistas. Lejos ya de El Ejido, carga contra todos los que gestionaron el d¨ªa despu¨¦s de la sinraz¨®n. "No hubo una depuraci¨®n de responsabilidades". Por revolverse contra esa impunidad Mercedes conoce bien el significado de la palabra destierro. "Ese hombre, su partido y sus secuaces me hicieron la vida imposible", dice sobre el alcalde, Juan Enciso, encarcelado por corrupci¨®n. A ¨¦l apunta como responsable de lo ocurrido entonces y de lo poco que ha ocurrido despu¨¦s. "No se ha trabajado en nada desde el municipio", coincide H. A. B., el empresario marroqu¨ª que se libr¨® de que quemaran su negocio con su familia dentro porque un vecino record¨® a los exaltados que ah¨ª viv¨ªan "cristianos". "Lo que sucedi¨® fue meditado. Desde la corporaci¨®n se hizo apolog¨ªa del racismo. No han hecho nada por mejorar las cosas, aunque ya no avivan el odio". Un odio, puntualiza, que vino desde arriba. "No soy partidario de acusar a la poblaci¨®n de racista. Cuando llegu¨¦, los agricultores nos llevaban a comer a sus casas y a vivir con ellos. ?C¨®mo vas a llamarles racistas? Pero la pol¨ªtica nefasta...".
En el Consistorio no quieren ni o¨ªr hablar de la bochornosa efem¨¦ride, tanto que han rechazado que el Teatro Municipal albergue dos jornadas de debate sobre los sucesos racistas.
Entre la resistencia al cambio en este epicentro del mar de pl¨¢stico que forman las 28.400 hect¨¢reas de invernadero que existen en Almer¨ªa, la voz de Macarena y sus compa?eras de instituto parece desdibujarse. Sin embargo, sus palabras preludian los efectos que a medio plazo se esperan de las iniciativas educativas implementadas en El Ejido, donde todos los centros cuentan con actividades que inciden en la convivencia, seg¨²n el delegado de la Consejer¨ªa de Educaci¨®n, Francisco Maldonado. "Nosotros no vemos otra posibilidad para que la integraci¨®n se extienda", incide el director del IES Las Norias, una torre de babel que marcha como una balsa de aceite. "Aqu¨ª nos llevamos bien", ratifica Macarena para apuntar en voz m¨¢s bajita: "Algunos chicos lo ven todav¨ªa un poco raro. Ser¨¢ por lo que les dicen sus padres".
"Con la crisis, la situaci¨®n es m¨¢s problem¨¢tica que entonces"
La crisis, que ha empujado al desempleo a m¨¢s de 15.000 inmigrantes en la provincia, hace que El Ejido presente una situaci¨®n "m¨¢s problem¨¢tica" que en febrero de 2000, asegura el SOC. Adem¨¢s, la exclusi¨®n de los inmigrantes sigue siendo un hecho que se constata al adentrarse en su kilom¨¦trica red de caminos cercados de invernaderos. S¨®lo en Tierras de Almer¨ªa, m¨¢s de un millar de personas malviven en unos 40 asentamientos. Abderrazzak, de 20 a?os, lleg¨® hace uno y medio a M¨¢laga. Su primera visi¨®n de Espa?a la tuvo desde los bajos de un cami¨®n. Ahora, desde la chabola que comparte, no ve m¨¢s que invernaderos y, de lejos, la desdibujada silueta de El Ejido. "Desde que llegu¨¦ he trabajado cuatro d¨ªas, ni uno m¨¢s". Su situaci¨®n se repite en un poblado cercano en el que 70 personas subsisten por la solidaridad del grupo. "Yo viv¨ªa en la ciudad, pero hace un mes me echaron del trabajo y me he venido aqu¨ª. ?sa es mi chabola", se?ala orgulloso, sabedor de que es una de las m¨¢s grandes del asentamiento. Su situaci¨®n la comparten muchos compatriotas que, tras comprar una vivienda, no ven ahora como pagarla. "Si sigue aumentado el paro no s¨¦ por d¨®nde va a salir esto", afirman desde el SOC. "Los empresarios aprendieron su lecci¨®n. Lo que hace falta es que no se olvide y luchemos contra la econom¨ªa sumergida" que, en Almer¨ªa, supera el 20%, explica el secretario provincial de UGT, Jos¨¦ Ginel. Desde COAG desmienten que se recurra a indocumentados, sostiene Juan Jos¨¦ Rull antes de revelar que este a?o no habr¨¢ contrataciones en origen.
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