En el camarote
Hasta ahora hemos estado bajo una galerna enorme, ahora el drag¨®n nos va a golpear con la cola: hemos entrado oficialmente en la Tempestad.
La nave en la que vamos todos, como la nave de Ulises entre Escila y Caribdis, temibles rocas, tiene que atravesar un paso con peligros amenazantes. Nuestra nave tiene problemas que no quisimos ver, como ese tremendo cargamento de ladrillo y cemento en la bodega con el que nos echamos a navegar tan airosos; cre¨ªamos que con ese cargamento har¨ªamos un gran negocio. Ahora cargamos con el cemento y el ladrillo, no hay chulo que consiga deshacerse de la carga, y el capit¨¢n suda. Hasta ahora ha querido evitar el p¨¢nico y siempre nos ha dado ¨¢nimos, tiene fama de optimista, pero no ha podido evitar que la tripulaci¨®n y el pasaje se percate definitivamente de que somos objetivo de flotas rivales. Est¨¢ tan preocupado que en los ¨²ltimos tiempos hemos visto en ¨¦l cosas inusitadas, como rezar en p¨²blico.
En medio de la tormenta, discuten por el dinero de la caja com¨²n
El Gobierno tiene claro que debe reordenar el sistema financiero
En los ¨²ltimos d¨ªas ya hemos sido v¨ªctima de ataques de la audaz y famosa pirater¨ªa inglesa. Varias de sus naves corsarias, entre ellas un buque insignia, el famoso gale¨®n llamado Financial Times, nos han disparado. El objetivo de los barcos de corso, por encargo de su Majestad, son las naves griegas, portuguesas y espa?olas. Puede que m¨¢s adelante tambi¨¦n las italianas. El objetivo es hundir el dobl¨®n de oro que circula por Europa, al que los banqueros franceses y alemanes llaman familiarmente euro. En los costados del barco, en la Bolsa, recibimos d¨ªa s¨ª d¨ªa no embates especulativos de nebulosos barcos sin pabell¨®n.
Pero junto a los corsarios y piratas una amenaza se fragua a bordo. Hay elementos descontentos que desde el comienzo de este viaje han mostrado su hostilidad al capit¨¢n y pretenden hacerse con el tim¨®n de la nave. Aprovechando el temor y el desconcierto de la tripulaci¨®n y el pasaje en medio de una tormenta como nunca antes, alientan un mot¨ªn. Cuando se acercan a servir la sopa en el comedor a los pasajeros y cuando se acercan a echar aceite a los motores que atienden los maquinistas, los conspiradores aprovechan para susurrar un rumor: deslizan en los o¨ªdos la especie de que el capit¨¢n est¨¢ hechizado y trae mala suerte a la nave, s¨®lo se calmar¨¢n el mar y los cielos, s¨®lo desaparecer¨¢n los ataques de los piratas, s¨®lo se volatizar¨¢ la penosa carga de ladrillo y cemento de la bodega si arrojan al capit¨¢n al mar y el jefe de la facci¨®n conspiradora ocupa su tim¨®n. Entonces el barco navegar¨¢ en calma con el viento de popa.
Esto acontece en la nave, pero el pasaje gallego est¨¢ encerrado en su camarote encerrado en sus disputas y al margen de todo ello. En el barco ya nadie se acuerda de que existen pues apretados, cual camarote de los Hermanos Marx, est¨¢n peleando abrazados en pleitos extempor¨¢neos. En medio de la tormenta que sacude el barco, discuten por la lengua en la que han de discutir, discuten por el precio y el dinero de la caja com¨²n, discuten por todo. Un camarero refiere que al pasar por delante de la puerta del camarote oy¨® a alguien decir: "?Nunca pens¨¦ que extra?ar¨ªa a Fraga! ?Tampoco a Quintana y Touri?o!". Se ve que est¨¢n al borde de la extenuaci¨®n.
El Gobierno pilota esa nave, mejor, peor o regular, y su preocupaci¨®n es llegar a puerto, todo lo dem¨¢s es secundario. Tiene claro que, entre otras cosas, debe reordenar r¨¢pidamente el sistema financiero espa?ol dirigiendo una concentraci¨®n de las cajas de ahorro y lo est¨¢ haciendo.
No le pregunta al camarote de los gallegos qu¨¦ es lo que hicieron todos esos a?os anteriores con sus cajas de ahorro, simplemente ve lo que hay sobre la mesa en el conjunto del Estado y empuja a hacer fusiones, es una de las cosas que urgen para salir de la tempestad. El Gobierno, a pesar de que est¨¢ formado por cuatro miembros y medio de origen gallego, no tiene el menor inter¨¦s en que tengamos o no una caja de ahorros radicada en Galicia, ni siqueira piensa en eso, necesita urgentemente concentrar las cajas. Pero para Galicia s¨ª es important¨ªsimo: perder nuestro ahorro, que en vez de fusionarse en una caja gallega sean absorbidas es una grav¨ªsima p¨¦rdida. Y no hay m¨¢s.
Comprendemos al Gobierno en su urgencia, resulta dificil¨ªsimo en cambio comprender la postura de su partido en Galicia, sea por sumisi¨®n al Gobierno sea porque quien manda es un alcalde, que se rebaje hasta el nivel del partido en los a?os ochenta. Que no defienda nuestros intereses y se autodestruya.
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