La huella que dejamos
?Cu¨¢nto Hamlet hay en esta comedia de Charlotte Jones! La joven autora brit¨¢nica utiliza la columna argumental de la tragedia shakespeariana para contarnos con desenfado las tribulaciones de un joven astrof¨ªsico que, de regreso a casa para enterrar a pap¨¢, se encuentra con que su madre se ha liado con el progenitor de su ex novia.
Sobre la primera parte de La abeja reina pesa demasiado la sombra del modelo. Jones multiplica las alusiones obvias: las apariciones del fantasma, la exaltaci¨®n maniaca repentina del joven pr¨®digo, la identificaci¨®n de Angelita, amiga de la familia, con Rosencrantz y Guildenstern..., con la diferencia de que casi todo ello est¨¢ tratado aqu¨ª en clave puramente c¨®mica. En el segundo acto, mucho mejor, la autora brit¨¢nica se despega del original, insufla vida propia a sus personajes y acaba centrando el tema de su comedia, disperso hasta entonces. La abeja reina habla de relaciones familiares viciadas pero, sobre todo, de la necesidad de dejar un legado: somos en funci¨®n de los dem¨¢s. Lo que entregamos, nos perpet¨²a.
LA ABEJA REINA
Autora: Charlotte Jones. Traducci¨®n: Ver¨®nica Forqu¨¦. Int¨¦rpretes: V. Forqu¨¦, Miguel Rell¨¢n, Juan D¨ªaz, Marta Fern¨¢ndez-Muro, Alba Alonso y Juan Carlos S¨¢nchez. Luz: Juan G¨®mez Cornejo. Escenograf¨ªa: Andrea d'Odorico. Direcci¨®n: Miguel Narros. Teatro Bellas Artes.
Hasta el 4 de abril.
No es f¨¢cil hacer de madre banal y voluble, seductora y desapegada
La entrada de Rosi, novia de F¨¦lix, el astrof¨ªsico, de quien tiene una ni?a de siete a?os, es el punto de inflexi¨®n donde La abeja reina levanta el vuelo, en parte porque esa primera escena entre ambos respira verdad, pero tambi¨¦n porque Alba Alonso carga a su joven personaje de raz¨®n objetiva y le imprime fresca vivacidad, energ¨ªa contenida y una ambivalencia afectiva genuina. Quiere a F¨¦lix, pero le conoce; desea volver a tenerlo cerca, pero no encima. Con su actitud, le est¨¢ pidiendo que se quede. Pretende hacer de ¨¦l su m¨¢s que amigo, que no su esposo. Por delante tiene una labor ¨ªmproba de demarcaci¨®n de fronteras afectivas.
Su reencuentro conduce la obra a territorio serio y da grosor al espect¨¢culo. Despu¨¦s Jones, buscando el efecto c¨®mico, re¨²ne a todos sus personajes en una cena, donde puedan envenenarse y apu?alarse a gusto. Ah¨ª, sirve un mon¨®logo estupendo para una buena actriz de car¨¢cter, en el que Marta Fern¨¢ndez-Muro, impregnada en exceso de su pavisoso personaje hasta entonces, arranca carcajadas y un merecido aplauso sin mutis.
Ver¨®nica Forqu¨¦, traductora y responsable ¨²ltima de que esta obra se haya puesto en pie, le va cogiendo el tempo a la protagonista seg¨²n el espect¨¢culo avanza. No es f¨¢cil hacer de madre banal y voluble, seductora y desapegada. Jones no ha matizado mucho su papel: le va al f¨ªsico de la actriz, m¨¢s que a su car¨¢cter. Tambi¨¦n Miguel Rell¨¢n se crece en la segunda mitad y siempre que su personaje, Luis Manero, amante de Flora, reacciona con mal car¨¢cter: consigue que despierte nuestra antipat¨ªa.
A Juan D¨ªaz, F¨¦lix, el protagonista masculino le queda algo holgado. Es un papel que no le va f¨ªsicamente: tiene que parecer un cr¨ªo en la piel de un treinta?ero sin encanto pero con cierto magnetismo oculto, y padecer un desequilibrio afectivo sin hacerlo demasiado evidente. Su autora lo quiso gordito y torpe, no exc¨¦ntrico. En Londres lo estren¨® Simon Russell-Beale, que es un oso. Para compensar, D¨ªaz tiene qu¨ªmica con Alba Alonso. Todas sus escenas funcionan. Juan Carlos S¨¢nchez interpreta a un fantasma amable, correcto y apasionado por la naturaleza, especialmente por la abeja del t¨ªtulo. Ana Rodrigo ha dise?ado con mucho m¨¢s gusto la ropa de las chicas que la de ellos: cuando recibe a su amante vestido de hortera, la Forqu¨¦ parece una vestal. Miguel Narros, el director, los ha llevado a todos con mucho oficio.
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