No me acuerdo del t¨ªtulo
Una epidemia de desmemoria se ha apoderado de nuestra sociedad. Pronto queda olvidado el verbeneo de los banqueros y otros genios de las finanzas, los jueces estrafalarios y la jarca de pol¨ªticos de todo signo
Ha decidido Jos¨¦ K. aprovechar estas grandes rebajas que tanto anuncian y se ha arrimado al m¨¢s principal de los colmados, secci¨®n de papeler¨ªa. Le ha llevado al desembolso su reci¨¦n multiplicada capacidad de cavilar mientras estira sus ya deterioradas piernas. Ha entendido que necesita anotar, apuntalar alg¨²n prop¨®sito que le asalta, una idea que le baila, una cogitaci¨®n que le atormenta, porque no quiere convertirse en otro desmemoriado m¨¢s. Y es que a cada semana que pasa ve, herido y encolerizado, c¨®mo se escapa la memoria de todos aquellos a los que mira. Podr¨ªa describir la estela lechosa que se desprende de la cabeza de sus cong¨¦neres, y despacio, muy despacio, sube hacia el infinito en columnas serpenteantes.
Paguemos al jornalero, pero nada dice el Deuteronomio sobre retrasar su jubilaci¨®n
?Aplaudimos los 13.300 millones de pesetas con los que deber¨¢ subsistir el pobre Francisco Gonz¨¢lez?
Le pasa a nuestro hombre con el verbeneo de banqueros y otros genios de las finanzas, con tantos jueces y magistrados estrafalarios, con la numerosa jarca de pol¨ªticos de uno y otro signo -trabajosa distinci¨®n en ocasiones-, pero tambi¨¦n con el p¨²blico en general. Nadie se acuerda de nada, todos se olvidan de todo. Las otrora ideas fuerza de la convivencia se lic¨²an, primero, se vaporizan despu¨¦s. Es ¨¦sta la gran ¨¦poca del triunfo del disimulo, la expansi¨®n de la bigard¨ªa y la exaltaci¨®n de la socapa.
Jos¨¦ K. deposita su libretita de espiral en la mesa del caf¨¦ y repasa pausadamente su peri¨®dico. Al leer una vez m¨¢s la ¨²ltima p¨¢gina decide que de hoy no pasa y estrena su cuadernillo con una notita que piensa enviar al mandam¨¢s del papel: "Se?or director: Diga a sus redactores que hagan el favor de no atosigar a los entrevistados, casi todos ellos unas almas desprendidas y asc¨¦ticas que conviven con lejanas miserias, para que se embutan varios platos de jam¨®n curado, gambas a la plancha, flores de calabac¨ªn en tempura y risottos con trufa". Jos¨¦ K. sufre viendo al cooperante de turno, reci¨¦n llegado de una leproser¨ªa de la India, c¨®mo paladea los manjares con el coraz¨®n carcomido por su traici¨®n al inocente Saakaar o al enflaquecido Vajrapani.
Regresa nuestro hombre a la desmemoria y comienza por sus favoritos: los trabacuentas. Ah¨ª est¨¢n los gerifaltes de las gigantescas firmas yanquis, que estos d¨ªas comparecen en una pomposa Comisi¨®n de Investigaci¨®n de la Crisis Financiera del Congreso estadounidense. Los c¨®mites de Goldman Sachs, JP Morgan, Morgan Stanley o Bank of America se dignaron reconocer "alg¨²n error". Cabreado, muy cabreado, nuestro hombre se pregunta: ?S¨®lo eso, cuando fueron ellos los causantes de que millones de familias hayan perdido su casa, sus ahorros, su trabajo? ?Admiten alguna peque?a falta y se siguen embolsando los cientos de millones en sueldos y primas? ?Es un exceso que, ante la chuler¨ªa de estos baladrones, flor y nata de los cuatreros, alguien quiera apretarles las tuercas, llevarles a la c¨¢rcel, romperles la crisma? ?Aplaudimos, festejamos, loamos los 80 millones de euros de pensi¨®n (13.300 millones de pesetas) con los que tendr¨¢ que subsistir el pobre Francisco Gonz¨¢lez?
Ya metido en harina patria, quiere recordar Jos¨¦ K. el muy citado caso del desmemoriado paciente H. M. de la neuropsic¨®loga Brenda Milner. El pobre H. M. era incapaz de mantener los recuerdos. Milner, que estudi¨® su caso durante 40 a?os, ten¨ªa que presentarse ante H. M. cada d¨ªa que le visitaba, porque el paciente no la reconoc¨ªa. Vaya usted a saber por qu¨¦, pero ¨²ltimamente Jos¨¦ K. se acuerda de H. M. cada vez que ve a Zapatero e imagina la escena, jornada tras jornada, en su despacho de La Moncloa. Lunes: "Buenas, soy Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, el presidente del Gobierno"; "Buenas", dice Elena Salgado, "yo soy la vicepresidenta econ¨®mica". "Encantado. Pues si yo soy el presidente y usted la vicepresidenta econ¨®mica, tendremos que hacer un plan econ¨®mico, porque me han dicho que hay una crisis. Hoy toca econom¨ªa sostenible". Martes: "Buenas, soy el presidente, etc¨¦tera"; "Buenas, yo soy la vicepresidenta, etc¨¦tera". "Encantado. Pues si yo, etc¨¦tera, hoy vamos de pagar al jornalero, pero le retrasamos la jubilaci¨®n, que de eso nada se dice en el Deuteronomio". Mi¨¦rcoles: "Buenas, soy el etc¨¦tera". "Buenas, yo soy la etc¨¦tera. Y hoy vengo con el ministro de Industria, que es muy ocurrente". "Encantado de conocerles a los dos. Tendremos que hacer un plan econ¨®mico porque hay una crisis...".
?Quiz¨¢ tienen mejor cabeza, m¨¢s capacidad de remembranza los l¨ªderes de la oposici¨®n? ?Estos ladinos que se carcajean del respetable con manuales de buenas pr¨¢cticas mientras les llueven altos cargos que se han embolsado billetadas a manos llenas? ?Alguien es capaz de recordar las veces que estos ilusionistas han proclamado su giro al centro? Pierden la memoria por el camino, y a la menor oportunidad vuelven a agitar los fantasmas de la xenofobia o la cadena perpetua (?o hablan de la pena de muerte?). Un d¨ªa abunda en el olvido la sencilla Cospedal, otros, gandayas como Arenas o Trillo, e incluso, l¨ªbrenos el se?or, puede entrar en liza la deslenguada Aguirre cortando el gaznate a los hijos de puta que ?ay! la asedian. Todo menos aportar soluciones.
Pero lo que de verdad encrespa y enfurece a Jos¨¦ K. hasta la apoplej¨ªa es ver el general conjunto de una sociedad que parece haber ca¨ªdo en manos de los perversos lot¨®fagos, y sin un Ulises salvador hubieran logrado la total desmemoria colectiva. No se responsabiliza a nadie de nada. Nos limitamos a arrojar tantas y tantas afrentas a los "agujeros de la memoria" de Orwell, aquellas hendiduras "grandes y oblongas". Un escotoma negativo hist¨®rico, pol¨ªtico, cultural que no perciben los ciudadanos que lo padecen, y que afecta tanto a la memoria larga -ah¨ª tienen al juez Baltasar Garz¨®n, empapelado por acordarse de la Guerra Civil, a qui¨¦n se le ocurre- como a la corta: la tonter¨ªa de ayer, el robo de esta ma?ana, la injusticia de esta tarde.
S¨®lo as¨ª se entiende que encabecen las encuestas del CIS partidos que mantienen en sus cargos y en sus listas a reconocidos butroneros, espadistas y manilargos, recaudadores de tantas "finecillas de oncejas" (Larra). Parece in¨²til la honestidad, e incluso todo aquel que no acredite la categor¨ªa de brib¨®n arranca con una pesada carga a sus espaldas para convencer al respetable de que honradez no es un seud¨®nimo de estulticia.
Pero Jos¨¦ K. conoce m¨¢s historias cl¨ªnicas, como la del ruso Alexander Luria y el caso Shereshevski. Al igual que al memorioso Funes de Borges, al paciente de Luria no se le olvidaba nada: recordaba absolutamente todo. Simplemente, y ¨¦se era su castigo, no pod¨ªa olvidar. A Jos¨¦ K. le pasa algo similar: se acuerda de cada una de las trabillas italianas de los trajes de Camps; siente en los dedos la suavidad de la lana australiana de sus trajes y en los ojos los amaneceres de la Polinesia que disfrut¨® el dirigente madrile?o con los pagos del Bigotes; incluso disfruta de los muebles de dise?o que ten¨ªa Jaume Matas en su palacete. Pero conoce, tambi¨¦n, la ma?ana, tarde y noche de cada una de las ancianas que Esperanza Aguirre no atiende por dar largas a la Ley de Dependencia y no olvida ni uno de los minutos que va a sufrir el paleta al que le van a dejar hasta los 67 en el paro o en el andamio.
Peri¨®dico bajo el brazo y libretita en el bolsillo, Jos¨¦ K. recuerda un poema del revisitado Jaime Gil de Biedma. Confiado en que Mars¨¦ no le rete a garrote, se autorrecita la Noche triste de octubre, 1959: "Adelantaron / las lluvias, y el Gobierno / reunido en Consejo de Ministros / no se sabe si estudia a estas horas / el subsidio de paro / o el derecho de despido / o si sencillamente, aislado en un oc¨¦ano, / se limita a esperar que la tormenta pase / y llegue el d¨ªa, el d¨ªa en que, por fin, / las cosas dejen de venir mal dadas".
Intenta nombrar Jos¨¦ K. a cada uno de los ministros, pero ni Shereshevski podr¨ªa recordarlos a todos.
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