Taller McGinness, pase sin llamar
Un artista recrea su estudio neoyorquino en La Casa Encendida y lo abre al p¨²blico - "Hay que desmitificar la creaci¨®n de la obra de arte", dice el autor
El sexto piso del edificio 215 de Center Street, en Nueva York, ha sido trasladado a la ronda de Valencia, n¨²mero 2, en Madrid. El artista estadounidense Ryan McGinness (Virginia, 1971) expone su propio estudio en La Casa Encendida: sof¨¢s, trapos pintados, sobres de cartas sin abrir, ropa, planchas de serigraf¨ªa, instrumentos para pintar. McGinness ha estado dos a?os preparando la recreaci¨®n de su espacio de trabajo en Madrid y al fin ha desembarcado para estar un mes trabajando aqu¨ª con las puertas abiertas al que quiera verlo crear en directo.
La exposici¨®n Estudio Franquicia (hasta el 4 de abril en La Casa Encendida) est¨¢ dividida en tres espacios. En la sala A se puede ver una serie de cuadros recientes de McGinness, composiciones cuadradas y circulares de serigraf¨ªas (dibujos estampados en tejido de seda), coloridas y con un efecto caleidosc¨®pico si uno les aguanta el pulso con la mirada. La sala B es un espacio en montaje; m¨¢s obras del artista, todav¨ªa sin colgar, y un pedazo de pared reservado para un ¨²ltimo cuadro, que se cuece en la sala C. All¨ª trabaja McGinness con 24 artistas j¨®venes seleccionados para ser sus asistentes y ayudarle a ejecutar la pieza final de la muestra. Las tres salas representan los estadios de creaci¨®n de la obra de arte. Ejecuci¨®n, montaje y exhibici¨®n. Todo el proceso a la vista del p¨²blico.
La muestra revela el proceso art¨ªstico desde la ejecuci¨®n al montaje
"Es la Factory de Andy Warhol, pero con sarcasmo", dice McGinness
Se ha seleccionado a 24 artistas j¨®venes para colaborar en la obra final
El p¨²blico pasea por el estudio, curiosea y charla con el autor
"Esto es como la Factory de Andy Warhol, pero con sarcasmo. Muchos artistas han convertido sus estudios en corporaciones, funcionan como empresas... y no hay nada m¨¢s lejano al arte que eso. Me he propuesto llevar esta l¨®gica al absurdo y convertir mi obra, mi taller, en una marca comercial", explica McGinness, un hombre alto, vestido con una pulcra camisa blanca, pantal¨®n negro de raya diplom¨¢tica y zapatillas deportivas, todo cortes¨ªa anglosajona.
Estudio Franquicia est¨¢ organizado con esmero corporativo. Desde el proceso de selecci¨®n de los ayudantes (escogidos entre m¨¢s de 180 solicitudes enviadas a Se buscan Ryan McGinness, una web creada para la ocasi¨®n, como un vivero de trabajadores para el proyecto), hasta el cat¨¢logo de la exposici¨®n, un manual en el que se detallan los pasos necesarios para montar una empresa id¨¦ntica a Ryan McGinness Incorporation, como el autor llama a esta falsa compa?¨ªa.
La empresa no paga a los ayudantes, suficientemente complacidos por trabajar con el artista. "Es un honor conocer su trabajo por dentro", dec¨ªa ayer Max Lust, californiano de 27 a?os, uno de los asistentes seleccionados. Lust forma uno de los seis grupos de tres personas que se turnar¨¢n durante un mes, ma?ana y tarde, para contribuir en la obra de arte de McGinness.
En la sala C hay dos grandes lienzos tumbados sobre caballetes, todav¨ªa v¨ªrgenes. Los asistentes les ponen capas de una pasta blanca hasta dejar niquelada la superfice, satisfechos con su tarea. "Es la parte que a m¨ª me gusta, la m¨¢s material", comentaba el madrile?o Pablo Serres, de 34 a?os. Su compa?era Sarah Mel¨¦ndez, salvadore?a de 22 a?os, comparte el placer del trabajo primario: "Me apetec¨ªa mancharme; soy dise?adora gr¨¢fica y siempre estoy sentada delante de la computadora".
Por el momento, la supervisi¨®n de McGinness es laxa. El artista reparte su tiempo entre el taller y una oficina del museo, donde contin¨²a dirigiendo los asuntos que dej¨® en su estudio real, en el barrio de Chinatown de Manhattan. "Tengo que estar atento a lo que pasa en Nueva York y a lo que hacemos aqu¨ª. No me quejo, pero es cierto que esto es m¨¢s complicado de lo que pensaba".
Pero el taller, con las indicaciones justas de McGinness, funciona como una f¨¢brica eficaz. En la sala, amplia, blanca, suena la m¨²sica elegida por el artista, (The Clash, Rolling Stones...), y los asistentes trasiegan de un lado a otro, salen del museo y vuelven con m¨¢s cajas y herramientas. En una pared cuelga el p¨®ster de una corrida de toros que el artista encarg¨® estos d¨ªas a un pintor callejero; en cartel: Enrique Ponce, Finito de C¨®rdoba... y Ryan McGinness.
A cada rato entra en la sala un espectador con cara de no saber si es una exposici¨®n o si se mete donde no le llaman. Tengan conciencia o no, son parte de la obra. "Esto es un teatro donde trabajamos y la gente nos puede mirar e interrumpir", aclara McGinness. Es bueno que la gente entre. Esto tiene una parte educativa; la gente debe aprender a desmitificar el arte y verlo como un trabajo m¨¢s".
Algunos espectadores, sin reparos, se sientan en los sof¨¢s del estudio a leer el cat¨¢logo de la exposici¨®n y a curiosear el trabajo del equipo. Si son participativos y buscan conversaci¨®n, McGinness, patr¨®n y anfitri¨®n de la compa?¨ªa, se para a charlar. Es paciente. Parece muy interesado en lo que dice el p¨²blico. Y lleva una bolsa de golosinas que reparte con generosidad.
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