La insoportable delicadeza del cambio
El primer a?o de Barack Obama en el poder ha sido un ejercicio aleccionador sobre los l¨ªmites del poder presidencial. Tambi¨¦n ofrece lecciones sobre c¨®mo las fuerzas resilientes e impersonales de la historia pueden coaccionar el impulso de cambio de cualquier l¨ªder. El actual invierno de descontento de Obama refleja de manera genuina el historial contradictorio de su primer a?o. La debacle electoral de Massachusetts no hizo m¨¢s que resaltar la creciente fisura entre la agenda del presidente y las sensibilidades populares.
Hay que reconocer que Obama hered¨® un sistema financiero en bancarrota, un orden mundial decadente y la amenaza omnipresente del terrorismo global. En sus esfuerzos tit¨¢nicos para frenar la ca¨ªda y reformar a Estados Unidos, Obama ha mostrado visi¨®n y talento. Pero tambi¨¦n ha aprendido del modo m¨¢s duro que, como dijo Henry Kissinger en sus memorias, las promesas de los nuevos Gobiernos son casi invariablemente como "hojas en un mar turbulento". Los plazos imposibles, la informaci¨®n siempre ambigua que se le suministra al presidente y las complejas elecciones que debe hacer, con demasiada frecuencia tienden a chocar con restricciones pol¨ªticas y la resistencia al cambio tanto de aliados como de enemigos.
Los planes audaces y revolucionarios de Obama encuentran resistencia en aliados y en adversarios
Como epicentro de los males de Oriente Pr¨®ximo queda el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª
La agenda dom¨¦stica del presidente es audaz y revolucionaria, pero se topa frontalmente con los principios m¨¢s fundamentales de la cultura liberal e individualista de Estados Unidos. Su plan de reforma del sistema de salud, como demostr¨® el voto de Massachusetts, se percibe como una obsesi¨®n personal y una distracci¨®n absolutamente innecesaria de cuestiones mucho m¨¢s urgentes y vitales, como la crisis financiera y el desempleo.
Las prioridades de Obama en pol¨ªtica exterior son definitivamente s¨®lidas. Pero crear una estructura de relaciones internacionales que den lugar a un orden mundial m¨¢s estable y duradero no es una tarea que se complete en el lapso de un a?o. Tampoco es una certeza, en absoluto, que los sacrificios que se le exigen a un pa¨ªs que ya se encuentra m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de sus capacidades financieras, sumado a la resistencia de las otras potencias mundiales, vayan a permitir que esto se logre incluso en un solo mandato presidencial.
Irak est¨¢ dando algunas se?ales positivas de recuperaci¨®n pol¨ªtica e institucional, pero los presagios para el futuro siguen siendo, seg¨²n las propias palabras de Obama, "turbios". La desintegraci¨®n de un pa¨ªs ya fragmentado, el regreso de la guerra civil y la sombra del poder de Ir¨¢n irradiada sobre el Estado iraqu¨ª son, todos, escenarios posibles.Obama, un hombre de paz, se ha convertido en un presidente no menos belicoso que su antecesor. Tras haber visto las duras realidades del mundo tal cual es, se ha convertido en el defensor de la "guerra justa".
En Afganist¨¢n opt¨® por un incremento militar sustancial, pero la idea de una victoria que permita una retirada de las tropas sigue siendo tan confusa e incierta como lo era en el caso de Irak. La soluci¨®n es, en ¨²ltima instancia, pol¨ªtica, no militar. El secretario de Defensa, Robert Gates, estaba en lo cierto al reconocer que los talibanes son "parte del tejido pol¨ªtico" de Afganist¨¢n y, por ende, "necesitan participar en el Gobierno del pa¨ªs".
Pero esto tal vez no se logre sin involucrar a los principales actores regionales, entre ellos Pakist¨¢n, China y, posiblemente, Ir¨¢n. La imposibilidad de la Administraci¨®n de Obama de relanzar las conversaciones de paz sobre Cachemira entre India y Pakist¨¢n es una de las peores debilidades de su estrategia AfPak (Afganist¨¢n-Pakist¨¢n). Si no se logra controlar la hostilidad mutua de estos dos pa¨ªses, y un Afganist¨¢n fundamentalista sigue representando un centro estrat¨¦gico a trav¨¦s del cual Pakist¨¢n amenaza a sus enemigos declarados indios, el desastre actual todav¨ªa podr¨ªa alimentar la derrota.
Obama tiene raz¨®n cuando hace alarde de su ¨¦xito a la hora de lograr que China acepte que se apliquen serias sanciones a Corea del Norte, pero podr¨ªa equivocarse si de esto saca conclusiones sobre Ir¨¢n, un socio estrat¨¦gico vital para los chinos. De la misma manera, la pol¨ªtica de "tecla de reinicio" de Estados Unidos con Rusia ha mejorado, en efecto, las relaciones con el Kremlin, pero sigue siendo altamente improbable que los rusos pongan en peligro sus relaciones privilegiadas con Ir¨¢n sum¨¢ndose a un cerco econ¨®mico.
El temor de Israel a que el fracaso de las sanciones pueda llevar a Estados Unidos a aceptar la convivencia con un Ir¨¢n armado nuclearmente, como sucedi¨® con la Uni¨®n Sovi¨¦tica durante la guerra fr¨ªa, no es del todo infundado. La Administraci¨®n de Obama no iniciar¨¢ una guerra con un tercer pa¨ªs musulm¨¢n mientras las otras dos sigan ardiendo. Ir¨¢n, llegado el caso, podr¨ªa convertirse en el cementerio del sue?o de Obama de un mundo sin armas nucleares.
George Bernard Shaw observ¨® una vez que "en el arte de la paz, el hombre es un chapucero". Obama acaba de admitir que, en el proceso de paz israelo-palestino, un presidente tambi¨¦n puede ser un chapucero. "Es un problema que no puede ser m¨¢s dif¨ªcil de resolver", admiti¨® despu¨¦s de un a?o perdido, de m¨¢s errores que esfuerzos. Ingenuamente, ignor¨® las duras lecciones de 20 a?os de proceso de paz abortivo, e insisti¨® en aferrarse al paradigma agotado de negociaciones directas entre unas partes que, libradas a sus propios designios, tienden a estancarse. Fue encomiablemente humilde cuando admiti¨® que se equivoc¨® "al haber generado expectativas tan altas".
Sin un avance en el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª, Obama se queda con el epicentro de los males de Oriente Pr¨®ximo minando seriamente toda su estrategia en la regi¨®n. Aun as¨ª, sigue siendo la mayor promesa para un mundo mejor que esta generaci¨®n pol¨ªtica puede ofrecer. Y todav¨ªa tiene tiempo para reivindicar la creencia de Woodrow Wilson de que un "presidente puede ser un hombre tan grande como elija ser".
Shlomo Ben Ami fue ministro de Relaciones Exteriores israel¨ª y hoy es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz. Es autor de Scars of War, Wounds of Peace: The Israeli-Arab Tragedy. ? Project Syndicate, 2010. Traducci¨®n de Claudia Mart¨ªnez.
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