Escritores en la monta?a rusa
En Egos revueltos, ¨²ltimo Premio Comillas, Juan Cruz retrata de cerca a los grandes autores que ha conocido en su vida como periodista, editor y lector
La memoria (o esta memoria) me recuerda la t¨¦cnica del ma?tre de un restaurante de Madrid, el Handicap, en la calle del General Ora¨¢, que declamaba la carta de varias formas, al derecho y, luego, al rev¨¦s, y de nuevo al derecho, y la dec¨ªa de memoria; era un juego fascinante que luego he usado siempre para pensar o para recordar: lo que se cuenta desde el principio tiene el aire de un cuento; una memoria requiere m¨¢s libertad que un cuento, as¨ª que disculpen si doy estos saltos; hago memoria saltando". As¨ª, saltando, ha escrito Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948) Egos revueltos, ¨²ltimo Premio Comillas de Historia, Biograf¨ªa y Memorias.
Los recuerdos, dice ¨¦l mismo, aparecen a golpes de teatro, pero su memoria se parece menos a un tobog¨¢n que a una monta?a rusa: a veces se demora, a veces acelera, vuelve al mismo sitio con un v¨¦rtigo distinto... Fue Manuel Vicent el que dijo que el autor de Ojal¨¢ octubre -periodista de EL PA?S, editor de Alfaguara durante seis a?os, director m¨¢s tarde de la Oficina del Autor del Grupo Prisa- es como "esos chinos que se afanan en tener en movimiento a la vez todos los platillos", y Egos revueltos es el resultado de ese af¨¢n.
"Cela ayud¨® a gente a entrar en la Academia y a que otra gente no entrara. Era como una poderosa industria"
"Ser editor es tambi¨¦n ser farmacia, m¨¦dico, estanco, dentista y hasta salvavidas de guardia"
"Cada vez que aparece un nombre, con ¨¦l viene una historia", escribe Juan Cruz. As¨ª, los senderos del libro se bifurcan continuamente y un viaje a la casa londinense de Guillermo Cabrera Infante, por ah¨ª empieza todo, puede quedar interrumpido durante decenas de p¨¢ginas porque en el trayecto se cruzan Juan Mars¨¦, Julio Caro Baroja ("la entrevista m¨¢s seria de mi vida") o una comida en Chile durante la que surge el t¨ªtulo del libro a partir de una frase: los escritores desayunan egos revueltos.
La lista de Cela. En la monta?a rusa de sus memorias, Juan Cruz coincide varias veces con Camilo Jos¨¦ Cela, "el m¨¢s denso, evidente o ¨ªntimo de los egos revueltos que he conocido". Siendo un veintea?ero, en 1972, lo cuida en un hotel de Tenerife mientras al prohombre se le pasa la fiebre, y siendo ya un periodista consagrado, en 1989, viaja en el mismo avi¨®n que ¨¦l camino del Nobel. Por el medio, una extravagante historia de encuentros y desencuentros como el que se produce cuando el reportero acude a encargarle al escritor una serie de art¨ªculos de viaje y ¨¦ste le dicta las condiciones que trae anotadas en un papel: un autom¨®vil supermirafiori testarrosa, camas de hotel con unas dimensiones determinadas y un trabajo en la SER para Marina Casta?o, esposa luego y entonces ayudante suya.
No hubo serie, pero el encuentro sirvi¨® a Juan Cruz para trazar este retrato de Cela: "Siempre hubo gente ayud¨¢ndole, y ¨¦l mismo, se sabe, ayud¨® a muchos; ah¨ª est¨¢ su libro de cartas con exiliados, a los que les ofrec¨ªa el respaldo de su revista Papeles de Son Armadans; ayud¨® siempre, hasta el final; ayud¨® a Francisco Umbral a ganar el Premio Cervantes; ayud¨® a Jos¨¦ Garc¨ªa Nieto a ganar el mismo premio; ayud¨® a gente a entrar en la Academia, y ayud¨® a que otra gente no entrara. Era, en ese sentido, como un campesino con poder, animado siempre a ofrecer a sus vecinos, a sus fieles, el apoyo que le permit¨ªan sus contactos y sus influencias. Y estaba dispuesto, tambi¨¦n, a pedir la destituci¨®n de aquellos que no le rindieran la pleites¨ªa a la que su larga historia le hac¨ªa acreedor... Don Camilo era como una poderosa industria".
Familia numerosa de hijos ¨²nicos. De Fernando Savater dice el propio Cruz que sol¨ªa escribir en zigzag, y este libro es tambi¨¦n un poco as¨ª, zigzagueante. Y si en el lado de luz de la curva aparece un autor admirado, en el lado de sombra se va dibujando el retrato del admirador -asm¨¢tico, como Francis Bacon, algo depresivo, como Ingmar Bergman, dos de sus entrevistados m¨¢s esquivos y, al final, m¨¢s agradecidos-. Alguien que un d¨ªa recorri¨® Europa dispuesto a conocer gente y mundo con una lista de direcciones, Julio Cort¨¢zar en cabeza, que le dio el poeta Marcos Ricardo Barnat¨¢n.
Entre 1992 y 1998, Juan Cruz se hizo cargo de Alfaguara ("un peri¨®dico public¨® que iba all¨ª a cerrar la editorial") y el papel de editor es el que m¨¢s peso tiene en Egos revueltos. Y el que alimenta otra de las teor¨ªas que, tambi¨¦n en zigzag, atraviesa el libro: la teor¨ªa universal del ego. Lidiar con el ego de un escritor va en el sueldo de su editor porque "la literatura es el ego escrito". Un editor es "un confesor laico que recibe a gente que le conf¨ªa libros, palabras, solicitud de salvavidas", alguien cuyo primer mandamiento es: no juntar a dos autores de la misma generaci¨®n para evitar el choque de trenes ("los iguales se repelen, a no ser que se junten por su gusto". Cada "hijo" es ¨²nico o debe sentirse como tal. De ah¨ª el jubiloso sufrimiento que puede producir, por ejemplo, estar en la Feria de Francfort en una charla con Ken Follett y Arturo P¨¦rez-Reverte mientras unos metros m¨¢s all¨¢ Jos¨¦ Saramago festeja el anuncio de su Nobel. De ah¨ª tambi¨¦n la contrariedad de Susan Sontag por tener que compartir el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras (con Fatima Mernissi). Sontag, "una diva", "la escritora m¨¢s importante de su tiempo", un martillo que "golpeaba sobre los lugares comunes".
Si la memoria period¨ªstica de Juan Cruz es menos sangrante que la de, por ejemplo, Jes¨²s Pardo, la memoria editorial lo es mucho menos que la de colegas suyos como Mario Muchnik o Esther Tusquets. Eso s¨ª, se ocupa de aclarar fichajes de Alfaguara que en alg¨²n momento levantaron polvareda como los de Imre Kert¨¦sz o Michel Houellebecq. Tambi¨¦n recuerda, como periodista y como editor, malentendidos -"Libro de Estilo de la Culpa: Act¨²a De Inmediato"- con Mario Benedetti, Francisco Ayala o Eduardo Haro Tecglen, parad¨®jicamente, tres de sus grandes devociones. "Haro ten¨ªa una conversaci¨®n esc¨¦ptica, bien informada, a veces demasiado esc¨¦ptica", se lee en uno de los grandes retratos del libro. "Amaba la vida, y sus placeres, pero su escepticismo lanzaba sobre su manera de ser una bruma atroz que tan s¨®lo a veces se aclaraba; no, no era un hombre feliz, pero como no lo fueron los fil¨®sofos y como no lo son las personas cuya inteligencia aclara el pasado y oscurece el futuro; era un memorialista, quiz¨¢ precisamente porque el futuro le abr¨ªa a la incertidumbre y el abismo".
El editor como farmacia de guardia. Los editores son, sobre todo, acompa?antes. ?sa es una de las tesis mayores de Egos revueltos. "El autor necesita auxilio, y aunque no lo pida, t¨² se lo has de dar; ser editor, adem¨¢s de conducir de la mejor manera posible las ideas que est¨¢n detr¨¢s de los libros, es tambi¨¦n ser farmacia de guardia, m¨¦dico de guardia, estanco de guardia, dentista de guardia, peri¨®dico de guardia, comisar¨ªa de guardia y hasta salvavidas de guardia; al menos has de estar dispuesto a serlo". Las peticiones de un autor no admiten demora, ya necesite compa?¨ªa para ir al ba?o (Borges) o para dormir (Cela), un dentista (John Berger), un oculista (Paul Bowles), un fisioterapeuta (Vargas Llosa, Azcona) o un helic¨®ptero de madrugada (Carmen Balcells para sacar a N¨¦lida Pi?on de un atasco provocado por la nieve). Una novela de aventuras, vamos. A veces dictada por Kafka. Escrita a veces por Groucho Marx. O por Torrente Ballester, que en la presentaci¨®n de Vigilia del almirante, de Roa Bastos, le dice a Juan Cruz por lo bajo antes de tomar la palabra: "Qu¨¦ novela tan mala". A lo que el entonces editor responde: "Don Gonzalo, pero usted no lo diga".
"Ahora se muere gente que antes nunca se mor¨ªa", dice Juan Cruz que dice Garc¨ªa M¨¢rquez. Egos revueltos es tambi¨¦n una larga despedida de escritores admirados que terminaron siendo amigos de su autor: "Mi vida ha sido, hasta ahora que la cuento en relaci¨®n con los egos que he ido tratando o descubriendo, una especie de confabulaci¨®n para hacer que la gente sea feliz, y seguramente no lo he conseguido nunca; pero siempre he estado disponible, como si me sintiera en la obligaci¨®n de proporcionar a los escritores papel y l¨¢piz para que escribieran sus libros (cuando fui editor), por eso viene de m¨¢s lejos, de cuando yo era un ni?o y necesitaba animar a los dem¨¢s para que vinieran a jugar conmigo". Ese ni?o recorre tambi¨¦n este libro. Lo descubrir¨¢n aquellos que empiecen a leerlo por la primera p¨¢gina y no por el ¨ªndice onom¨¢stico. Ese ni?o carga con el Ventol¨ªn como remedio contra el asma, con la literatura como remedio para todo lo dem¨¢s.
Egos revueltos. Una memoria personal de la vida literaria. Juan Cruz Ruiz. Tusquets. Barcelona, 2010. 488 p¨¢ginas. 25 euros.
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