Principios para no olvidar
Seg¨²n se pod¨ªa leer el martes pasado en este mismo peri¨®dico, el Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 1 de El Vendrell ha decidido nuevamente proteger a la musulmana Fatima Ghailan, mediadora cultural en el Ayuntamiento de Cunit, y ha dictado una orden de alejamiento para cuatro miembros de su misma comunidad, entre los que se halla un im¨¢n. Se les acusa de hostigarla por su comportamiento "inadecuado": vestir pantalones, no llevar velo, conducir su propio coche, relacionarse con "infieles"...
A una, que hab¨ªa ido siguiendo el conflicto a trav¨¦s de los medios y que sab¨ªa de la situaci¨®n de vulnerabilidad de esa mujer, se le pone bien el cuerpo al leer esta noticia, ya que ser¨ªa impensable que en un pa¨ªs donde "las mujeres gozan de todos los derechos civiles, econ¨®micos y pol¨ªticos reconocidos internacionalmente", como reza el folleto de bienvenida que el Institut Catal¨¤ de les Dones ofrece a las reci¨¦n llegadas, una de ellas pudiera ser impunemente intimidada por un dirigente espiritual. Establezcamos un paralelismo imaginando este caso: una mujer espa?ola en 1958 emigra a Suecia, donde aprende la lengua, estudia una carrera universitaria y se integra perfectamente en el pa¨ªs. Esa mujer proviene de una cultura, la del nacionalcatolicismo, que propugna, entre otras muchas estupideces, 20 "principios para no olvidar", con la idea de aleccionar a las espa?olas ante el matrimonio. Se les dice: "Ten preparada una comida deliciosa para cuando ¨¦l vuelva del trabajo. Ofr¨¦cete a quitarle los zapatos. Retoca tu maquillaje. Habla en tono bajo, relajado y placentero. Esc¨²chale, d¨¦jale hablar primero; recuerda que sus temas de conversaci¨®n son m¨¢s importantes que los tuyos. Nunca te quejes si sale a cenar o a otros lugares de diversi¨®n sin ti. No le pidas explicaciones acerca de sus acciones o cuestiones su juicio o su integridad. Si tienes alguna afici¨®n, intenta no aburrirle habl¨¢ndole de ¨¦sta, ya que los intereses de las mujeres son triviales comparados con los de los hombres. Prep¨¢rate para la cama lo antes posible, teniendo en cuenta que, aunque la higiene femenina es de m¨¢xima importancia, tu marido no quiere esperar para ir al ba?o. Respecto a la posibilidad de relaciones ¨ªntimas con tu marido: si ¨¦l siente necesidad de dormir, no le presiones o estimules la intimidad; si tu marido sugiere la uni¨®n, accede humildemente; cuando alcance el momento culminante, un peque?o gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier peque?o goce que hayas podido experimentar...".
El de Cunit es un conflicto p¨²blico, fruto del enfrentamiento entre dos culturas: una democr¨¢tica y otra predemocr¨¢tica
La espa?ola afincada en Suecia ha descubierto que, en su tierra de adopci¨®n, sus intereses son tan importantes como los de su pareja, que la deliciosa comida puede prepararla cualquiera de los dos al regresar del trabajo, que no s¨®lo la otra parte sino tambi¨¦n ella puede salir sola por ah¨ª para preservar su espacio de libertad y que, en fin, puede gozar del orgasmo en silencio o con bramidos, seg¨²n mejor se adapte a su manera de ser.
Siguiendo con el paralelismo, imaginemos ahora que un cura espa?ol en Suecia pretendiera hacer prevalecer las costumbres machistas de su pa¨ªs de origen y le marcara el paso a esa mujer, protegida por unas leyes progresistas. Y peor a¨²n, que las instituciones suecas dieran la espalda a la v¨ªctima.
Las religiones, cualquiera de ellas, deben respetar el marco legal democr¨¢tico que marca la constituci¨®n. Las mujeres tienen derecho a un trato no discriminatorio y, desde luego, ni un im¨¢n ni un sacerdote pueden ser el interlocutor entre la Administraci¨®n y la ciudadan¨ªa.
En nuestro Estado democr¨¢tico actual, como en el sueco de mitad del siglo XX, los principios para no olvidar son y deben ser el derecho a la igualdad, a la libertad, a la seguridad, al trabajo, a la participaci¨®n social...
El de Cunit es, entonces, un conflicto p¨²blico, fruto del enfrentamiento entre dos culturas distintas: una democr¨¢tica y otra predemocr¨¢tica. Es de esperar que ninguna instituci¨®n ni partido pol¨ªtico lo considere un asunto privado. Y ¨¦ste es otro principio que conviene no olvidar.
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