Chinch¨ªn
"Yo me hago la picha un l¨ªo con todas esas cosas que me cuentas", dice un personaje de Jim Thompson, en 1.280 almas, un cl¨¢sico de la serie negra. "Creo que ser¨¢ mejor que me vaya corriendo antes de que me des m¨¢s informaci¨®n y me acabe por estallar la cabeza". No es una cita. Es que el t¨ªo me lo ha quitado de la boca. Es con exactitud lo que uno siente ante el caso Garz¨®n, al que ser¨ªa m¨¢s apropiado, en realidad, denominar caso Supremo. Y es as¨ª: que uno se hace un l¨ªo y que entran ganas de salir corriendo. Porque el problema, por una vez, no es que no tengamos informaci¨®n. Tenemos demasiada. Como para que estalle la cabeza por acumulaci¨®n de n¨¢usea. No estamos ante una conspiraci¨®n de silencio ni ante una conjura sigilosa, que suele ser el modus operandi en estos casos. El operativo es ruidoso, obsceno, falt¨®n. Desaseado hasta en los detalles liminares. En esta historia, todo es informaci¨®n, desde el rabo hasta el hocico.
El momento moment¨¢neo (Garz¨®n investiga el franquismo y destapa la trama pol¨ªtico-mafiosa de G¨¹rtel), la catadura de los denunciantes, el apremio de la jaur¨ªa, la escritura oblicua del instructor. V¨ªctor Klemperer, el gran fil¨®logo jud¨ªo, mostraba su temor al imperio de los tercos sobre los partidarios del signo de interrogaci¨®n. Baltasar Garz¨®n ha recorrido un largo camino apostando la cabeza con signos de interrogaci¨®n que han tenido la doble utilidad de descerrajar las zonas blindadas del crimen y de actuar como signos de rescate para la esperanza. ?Puede utilizarse la ley, en una democracia, para otorgar impunidad hist¨®rica a una tiran¨ªa e impedir que se investiguen sus cr¨ªmenes contra la humanidad? Los signos de interrogaci¨®n muestran que, en este caso, la verdadera imputada es la justicia. Franco, Pinochet, los verdugos del plan C¨®ndor, terroristas, narcos y corruptos van en feliz comparsa de carnaval. ?No oyen el chinch¨ªn?
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