La conciencia de Tim Duncan
Mi momento favorito del All Star de la NBA de 2010 no fue ninguna de las numerosas ocasiones en que LeBron James sali¨® disparado hacia la canasta como un tren de carga fuera de control. Ni uno de los globos de Dwyane Wade. Ni siquiera cuando sonre¨ª al ver uno de los sumamente fascinantes batacazos de Gerald Wallace. No; en mi opini¨®n, el juego fue tan rampl¨®n que ya me he olvidado de c¨®mo transcurri¨® exactamente. Lo cual es apropiado, teniendo en cuenta qui¨¦n lo protagoniz¨®. Era el principio del partido y Tim Duncan segu¨ªa jugando despu¨¦s de ser nombrado titular en su duod¨¦cima aparici¨®n en el All Star. Atrap¨® la bola cerca de la canasta e hizo con ella algo que es mejor olvidar y que tuvo como consecuencia la p¨¦rdida de la pelota. El equipo de la Conferencia Este se fue a toda prisa hacia el otro extremo, donde es muy probable que uno de los juveniles y exuberantes jugadores mencionados anteriormente hiciera una juvenil y exuberante jugada.
Esa mirada dec¨ªa que no le importar¨¢ que nos acordemos de ¨¦l. Estar¨¢ contento porque jug¨® y vivi¨® a su manera
Los ojos de Duncan sonrieron como si dijeran (al igual que han hecho tantas otras veces): "No pasa nada, chicos. Yo voy a seguir jugando a mi manera. Vosotros pod¨¦is seguir jugando a la vuestra".
A Tim Duncan llevan mucho tiempo llam¨¢ndole aburrido. La falta de emoci¨®n que demuestra cuando juega se ha identificado como su gran debilidad, aunque le haya servido como uno de sus grandes puntos fuertes. Tambi¨¦n ha hecho que le consideren una especie de lacayo. En un deporte lleno de rebeldes autoproclamados, ¨¦l parece perfectamente institucional. Mientras ve¨ªa a Duncan reaccionar ante su pase fallido, me di cuenta de que ¨¦l -no Chris Bosh ni Dirk Nowitzki- es el aut¨¦ntico rebelde. Mientras los dem¨¢s jugadores en la cancha estaban haciendo pr¨¢cticamente lo mismo, Duncan se contentaba con jugar a su ritmo y su manera.
Por la raz¨®n que sea (por mi edad o quiz¨¢s simplemente porque estaba viendo el partido solo), el All Star de 2010 me hizo pensar en la mortalidad y en la naturaleza fugaz de cualquier carrera en el baloncesto. LeBron James parece muy joven y fuerte ahora, pero en un abrir y cerrar del ojo c¨®smico llegar¨¢ 2030 y estaremos viendo flashbacks de 2010 y ri¨¦ndonos de lo sueltos que eran los pantalones cortos.
Lamentablemente, lo m¨¢s probable ser¨¢ que nos hayamos olvidado de Tim Duncan. A pesar de su juego ganador y su carrera en el Sal¨®n de la Fama, nunca se le considerar¨¢ muy interesante. Aunque esta situaci¨®n me apena un poco, me consuela la mirada que ech¨® Duncan despu¨¦s de su poco memorable fallo en el All Star de 2010. Esa mirada dec¨ªa que a Tim Duncan no le importar¨¢ que nos acordemos de ¨¦l o no. Estar¨¢ contento sabiendo que jug¨® el partido a su manera y que, al final, llev¨® su vida a su manera.
Conciencia de uno mismo: el regalo que nos hace Tim Duncan. ?Qui¨¦n iba a saber que un partido del All Star pod¨ªa ser tan profundo?
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