Entre impositor y galeg¨®fobo
Mala cosa es quedar atrapado entre dos fuegos, pero mucho me temo que eso es lo que nos est¨¢ sucediendo con la pol¨¦mica acerca del papel de las lenguas en la ense?anza. Apoyamos el uso vehicular del gallego para todos, y por consiguiente somos unos "impositores", conforme al vocabulario utilizado por quienes consideran que eso s¨®lo incumbe a los padres. Pero tambi¨¦n nos parece esencial la idea de "equilibrio" entre gallego y castellano, plasmado en porcentajes equivalentes para las dos lenguas, sin que nos convenza el argumento de que el gallego necesitar¨ªa una presencia reforzada. Y como tambi¨¦n estamos convencidos de la necesidad de introducir mejoras en la ense?anza de lenguas extranjeras, incluido su uso paulatino y limitado como vehiculares, el mantenimiento del equilibrio exige que tal mejora no se haga a costa de tan s¨®lo una de las dos lenguas oficiales y habituales de Galicia. Ello implica, pues, un "retroceso" del gallego en las aulas, y as¨ª resulta que, adem¨¢s de "impositores" del gallego, somos tambi¨¦n "galeg¨®fobos", como proclaman desde su imaginario peculiar quienes creen ser los m¨¢s acendrados defensores de esta lengua. S¨®lo nos queda la esperanza de que est¨¦ realmente a nuestro lado la mayor¨ªa silenciosa, pero ?c¨®mo saberlo?
Me gustar¨ªa dirigirme a quienes nos consideran impositores, aunque sea en la modalidad light. Manejan en general un argumentario bien elaborado, pero su documentaci¨®n y sus casos ejemplares est¨¢n sesgados. Tal vez surja en otro momento la oportunidad de tratar esta dimensi¨®n del asunto de forma m¨¢s demorada; por hoy me limitar¨¦ a apuntar que yo prefiero una Galicia en la que todos no s¨®lo tengan competencia en gallego, sino que lo consideren una parte valiosa de su caudal ling¨¹¨ªstico, y no se sientan inc¨®modos al usarlo: sacar¨¢n buen partido de ello. Pero lo que quiero argumentar ahora es la necesidad de escenificar el equilibrio del gallego y el castellano en la ense?anza, cualesquiera que sean los porcentajes que se les asignen.
Cuando el Gobierno de Fraga aprob¨®, en 1995, su decreto sobre esta materia, tuvimos la impresi¨®n de que se hab¨ªa llegado al l¨ªmite de lo que resultaba posible en Galicia sin perturbar seriamente la paz social. Todas las medidas anteriores, no siempre adoptadas desde el consenso, hab¨ªan suscitado alguna contestaci¨®n, pero en este caso las reacciones adversas arreciaron: hubo recursos parcialmente exitosos en la v¨ªa judicial, protestas de profesores, m¨¢s de 1.000 firmas recogidas entre los padres de una localidad tan peque?a como Palmeira, etc¨¦tera. El PP tuvo incluso que defenderse de la acusaci¨®n de haberse entregado al nacionalismo para no perder votos por ese flanco. Pero la reiteraci¨®n de su leitmotiv de que el decreto buscaba el biling¨¹ismo arm¨®nico, junto con una cierta laxitud en su aplicaci¨®n en la ense?anza privada (no tanto en la concertada), permitieron unos cuantos a?os de relativa tranquilidad.
Realmente nos sorprendi¨® mucho la unanimidad del 2004 en torno a un Plan Xeral de Normalizaci¨®n cuya puesta en marcha implicar¨ªa la adopci¨®n legislativa de centenares de medidas, as¨ª como m¨²ltiples disposiciones sancionadoras, en todo lo cual el acuerdo parlamentario iba a ser imposible. ?Fue acaso una aprobaci¨®n ritual, tratando de evitar en v¨ªsperas electorales el ser se?alado como "enemigo del gallego"?
El caso es que ahora la Real Academia y el Consello da Cultura le recomiendan al Gobierno volver a ese Plan que suscit¨® el ¨²ltimo consenso, ratificado en octubre del 2008, en una nueva v¨ªspera electoral. Y en ese Plan se establece como objetivo de la ense?anza el garantizar que la adquisici¨®n de la competencia en gallego repercuta de forma efectiva en su adopci¨®n como lengua habitual. El Consello da Cultura lo subraya en su dictamen. Dudamos mucho que sea leg¨ªtimo que nuestros parlamentarios aprueben un objetivo como ¨¦ste sin pasarlo previamente por las urnas, sin que digan claramente en sus programas que los hablantes de castellano somos una anomal¨ªa que se proponen corregir en el caso de que les demos nuestro voto. Si no nos consideran una anomal¨ªa, el objetivo de cualquier Plan al respecto no puede ir m¨¢s all¨¢ de la adquisici¨®n de competencias en el registro culto de ambas lenguas.
?Cu¨¢nto gallego y cu¨¢nto castellano se necesita para ello? No demasiado, basta con que los dos se usen en contextos formales, y que ninguno quede relegado a las materias en las que s¨®lo se imparten instrucciones orales. No importan los porcentajes, pues no es una cuesti¨®n de pedagog¨ªa. Lo que realmente importa es exhibir el equilibrio, porque es lo ¨²nico que puede solucionar el problema pol¨ªtico sin agraviar a nadie. Si es posible hacerlo con flexibilidad (en ambas direcciones, naturalmente), tanto mejor. El PSdeG deber¨ªa contribuir a ello, aprovechando la oportunidad que le ha brindado el PP al optar, en el l¨ªmite de lo que le permiten sus equilibrios internos, por una posici¨®n cercana a la que comparten bastantes socialistas y muchos de sus votantes.
Mauro Fern¨¢ndez es catedr¨¢tico de Ling¨¹¨ªstica General de la Universidad de A Coru?a
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