Un cura de inc¨®gnito en el prost¨ªbulo
Shay Cullen, tres veces candidato al Nobel de la Paz, ha salvado a miles de ni?os de la explotaci¨®n sexual en Filipinas
El padre Shay Cullen no tiene pinta de cura. Su aspecto es una de las armas que este sacerdote irland¨¦s utiliza -con c¨¢mara oculta si hace falta- contra las mafias del sexo que explotan a decenas de miles de ni?os y ni?as en Filipinas, amparados por polic¨ªas corruptos y fiscales que se las arreglan para no condenar a nadie. "Los polic¨ªas no suelen tener empat¨ªa con las v¨ªctimas, algunos son clientes o est¨¢n en el negocio. La soluci¨®n pasa por brigadas de polic¨ªa femeninas", asegura.
"Jesucristo, como el activista radical que era, estar¨ªa probablemente en la calle haciendo algo parecido", explica durante su reciente visita a Bilbao. Nacido en 1943, es miembro de los misioneros de San Colombano y ha sido tres veces candidato al Nobel de la Paz. No duda en criticar c¨®mo la Iglesia Cat¨®lica recurre a su autoridad con tanta energ¨ªa en cuestiones como el aborto, y no lo hace para erradicar la pobreza ni condenar los abusos del clero.
"Las mujeres polic¨ªa son la clave para luchar contra las mafias"
Tras ser ordenado sacerdote en 1969, fue destinado a Filipinas. En 1974, fund¨® la Fundaci¨®n Preda en la ciudad de Olopango, que ha salvado a miles de ni?os de las garras de las mafias del sexo. Hizo visible uno de los efectos colaterales de la presencia estadounidense en la base naval de Subic Bay al revelar la existencia de una red de prostituci¨®n infantil dedicada a satisfacer las bajezas de los marines. Se implic¨® como pocos en la campa?a para conseguir que EE UU pusiera fin a su presencia militar permanente en el archipi¨¦lago. Pudo verles levantar el ancla en 1992.
Suele ir de inc¨®gnito a los prost¨ªbulos y clubes -regentados a menudo por australianos, europeos y estadounidenses- para recabar pruebas e intentar llevarse a los j¨®venes a su fundaci¨®n. "A veces, cuando recogemos a los ni?os, me denuncian a m¨ª por secuestro", afirma.
Acostumbrado a mirar al diablo a los ojos, se acerca con destreza a los proxenetas que hacen guardia en la puerta del local como si fuera uno m¨¢s de esos sherpas que llevan de la mano a los turistas sexuales: "Es mejor hablar con estos para conseguir grabaciones de audio. Dentro de los clubes no se oye por la m¨²sica".
-Qu¨¦ pasa t¨ªo, vengo con unos clientes que quieren ni?as. ?Qu¨¦ tienes?-, les dice.
-De todo. ?Quieres una de 14?-, pregunta el proxeneta.
-No, estos las quieren m¨¢s jovencitas, m¨¢s limpias. Le tienen miedo al VIH.
-Ah, quieres v¨ªrgenes. Eso te costar¨¢. Te puedo poner tres de 13 a?os.
Tiene ahora mismo m¨¢s de 30 casos documentados de abusos a menores. Se muestra esc¨¦ptico de que los culpables terminen en la c¨¢rcel. "Es m¨¢s f¨¢cil salvar a los ni?os que lograr que les condenen". Sabe que, si hay pobreza, siempre habr¨¢ gente dispuesta a comprar a otros para su disfrute. Por eso abri¨® otro frente en el comercio justo a beneficio de los agricultores y artesanos filipinos que logran un mejor precio por sus productos, disponibles en tiendas de Interm¨®n Oxfam.
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