No disparen al espejo
En este pa¨ªs ha habido gentes que se pasaron casi dos d¨¦cadas atribuyendo las sucesivas victorias electorales de Jordi Pujol al control presuntamente omn¨ªmodo que ¨¦ste ejerc¨ªa sobre los medios de comunicaci¨®n de la Generalitat. No a los aciertos y las habilidades del l¨ªder convergente, ni a los errores o flaquezas de la oposici¨®n, sino sobre todo a la labor adoctrinadora de Catalunya R¨¤dio y TV-3 bajo la f¨¦rula nacionalista. Ahora, las mismas o parecidas voces sostienen que, si el tripartito de Jos¨¦ Montilla sufre problemas de imagen, si le cuesta tanto levantar el vuelo, si las encuestas de intenci¨®n de voto le son poco propicias, es porque no controla con mano de hierro aquellos mismos medios. Las turbulencias entre los partidos coligados, el haber puesto alguna consejer¨ªa crucial en las manos equivocadas, la imposibilidad -gracias al Tribunal Constitucional- de soslayar durante esta legislatura los debates identitarios, el hecho de que la crisis econ¨®mica se est¨¦ llevando por delante las ganancias de la nueva financiaci¨®n..., todo esto no tiene mayor importancia. La clave de las dificultades del tripartito, y en particular del PSC, reside en que la radiotelevisi¨®n p¨²blica catalana va por libre, convertida al parecer en una m¨¢quina de guerra independentista.
Los problemas del tripartito no est¨¢n en el espejo que los refleja o deforma, sino en la realidad: en su arquitectura interna
De entrada, resulta chocante que, si el supuesto control de Pujol era un abuso, la presunta falta de control de Montilla sea una muestra de debilidad o de candor. Pero, contradicciones al margen, la teor¨ªa que he resumido en el p¨¢rrafo precedente s¨®lo tendr¨ªa fundamento si vivi¨¦semos bajo las condiciones imaginadas por George Orwell en su novela 1984, o bien en la Corea del Norte de la dinast¨ªa Kim, donde los receptores de radio carecen de dial, porque salen ya de f¨¢brica con la ¨²nica emisora existente sintonizada. Por fortuna, no nos hallamos en ninguno de tales escenarios, ni siquiera en la inminente Venezuela en la que Hugo Ch¨¢vez podr¨¢ interrumpir cualquier emisi¨®n, a cualquier hora, para endilgar sus soflamas antiimperialistas. Lo que quiero decir es que, pese a su trabajado liderazgo, ni TV-3 ni Catalunya R¨¤dio ha pose¨ªdo jam¨¢s el monopolio, tampoco la hegemon¨ªa, sobre el consumo radiotelevisivo catal¨¢n, menos a¨²n en estos ¨²ltimos a?os de audiencias cada vez m¨¢s segmentadas. Aquellos programas de contenido informativo o pol¨ªtico que, en prime time, siegan supuestamente la hierba bajo los pies del tripartito los ve poco m¨¢s del 10% de la poblaci¨®n, tal vez el 20% del electorado. ?D¨®nde se forma el 80% restante su opini¨®n sobre los ¨¦xitos y los fracasos del Gobierno de Montilla?
Luego, dentro de la obsesi¨®n hiperb¨®lica de algunos analistas por el papel de la radiotelevisi¨®n de la Generalitat, descuella la fijaci¨®n con el programa Pol¨°nia. Comprendo y respeto que haya a quien le incomode ver caricaturizado cada semana al presidente de Generalitat como un tipo no muy listo que destroza el catal¨¢n. Pero ser¨ªa justo a?adir que, junto a ¨¦l, el l¨ªder de la oposici¨®n es un idiota engre¨ªdo y macarra, y su n¨²mero dos un envidioso rival hambriento de ser ministro, y los jefes del independentismo gubernamental una mezcla explosiva de bober¨ªa y ambici¨®n fratricida, y el Rey un frescales, y... Es lo propio de la s¨¢tira pol¨ªtica en las democracias consolidadas, y no hay noticia de que programas de este tipo le hayan hecho perder a nadie unas elecciones jam¨¢s.
No, los problemas del tripartito no est¨¢n en el espejo que los refleja, ni siquiera en el que los deforma; est¨¢n, seg¨²n acaba de verse, en la realidad: en su arquitectura interna, en las contradicciones del PSC y en ciertos d¨¦ficit de gesti¨®n. A no ser, claro, que Ernest Maragall y Antoni Castells formen parte tambi¨¦n de la costra nacionalista-medi¨¢tica que es preciso arrancar. De momento el m¨¢ximo especialista en costras, Joan Ferran, ya los ha tachado de "megal¨®manos y ciclot¨ªmicos". En otros c¨ªrculos afines al aparato se los llama, despectivamente, "el clan de los eruditos".
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