Chatroulette:el delirio 2.0
Once de febrero de 2010. En el mismo instante en que los informativos anuncian que los ministros de Econom¨ªa de la zona euro se re¨²nen por primera vez en la historia "a trav¨¦s de videoconferencia", miles de internautas de a pie viven, tambi¨¦n por primera vez, sus propias cumbres hist¨®ricas: "He hablado con un tipo con la careta de Carlos de Inglaterra", dice Lars desde Estocolmo. "?Hemos conversado con Jessica Alba!", creen, ilusos, Phil y Steve desde Ohio. Todo ello tiene lugar en chatroulette.com, una p¨¢gina que permite mantener conversaciones virtuales uno-a-uno con desconocidos, en lo que viene a ser una revisi¨®n simple, bizarra, an¨¢rquica y adictiva del prehist¨®rico IRC (el primer sistema de chat masivo). ?La diferencia? Que puedes ver y o¨ªr a tu interlocutor. ?La gracia? Su absoluta arbitrariedad.
"?Revolucionario? De momento, frustrante: hay muchos colgados. Pero tiene potencial"
No se puede elegir con qui¨¦n est¨¢s a punto de hablar a trav¨¦s de audio o texto, se trata de cualquier persona de cualquier lugar del mundo; si no te gusta lo que ves, s¨®lo puedes darle al bot¨®n de "siguiente". El ritmo es vertiginoso y el ego se resiente, ya que s¨®lo cuenta la primera impresi¨®n. Es como participar en un duelo, con la emoci¨®n de ver qui¨¦n se atreve a disparar primero. Tras las especulaciones sobre su origen, The New York Times acaba de desvelar que su creador es un adolescente ruso de 17 a?os, Andrey Ternovskiy, quien ha reinventado una rueda que, gracias al factor sorpresa, echa chispas para diversi¨®n y pasmo de m¨¢s de 23.000 usuarios que, si nada lo impide, est¨¢n a punto de crecer y multiplicarse. Seg¨²n The New York Magazine, en diciembre eran s¨®lo 300.
"Es como jugar a una m¨¢quina tragaperras hecha de gente", describe Jonah Lehrer, colaborador de la biblia de tecn¨®filos Wired y autor del blog The Frontal Cortex. "Es dif¨ªcil saber si estamos ante algo revolucionario. Hasta el momento es bastante frustrante. Hay muchos colgados y bromistas. Pero obviamente tiene un gran potencial. Internet sobresale por juntar a extra?os, ya sea en eBay o en la secci¨®n de comentarios de un blog. Chatroulette lo hace en el m¨¢s b¨¢sico de los contextos: una conversaci¨®n cara a cara. Puedo imaginar que llegue a ser un gran portal. Tambi¨¦n puedo imaginar que
desaparezca ma?ana", opina.
Por el momento no existe ning¨²n control sobre las im¨¢genes que emiten los usuarios. La advertencia incluida en la p¨¢gina sobre contenidos inapropiados como mucho lleva a los exhibicionistas m¨¢s considerados a mostrar preavisos del corte "Soy James Bond, ?quieres ver mi pistola?".
A?os despu¨¦s de que se inventara la videoconferencia, una vez que el sistema de videollamada m¨®vil no se ha convertido en un valor a?adido para la venta de terminales y que plataformas como Skype no tienen el grado de inmersi¨®n esperado, las grandes posibilidades de una idea tan rid¨ªculamente sencilla nos lleva a preguntarnos si este sistema vendr¨¢ a reconciliar nuestra videoimagen con el futuro cotidiano.
"A la gente le gusta la naturaleza pasiva del texto. Nos permite controlar nuestra imagen mejor, y por eso lo utilizamos m¨¢s a menudo que las propias llamadas telef¨®nicas. Las videollamadas van en contra de esta tendencia. Es lo opuesto, y se quedar¨¢n en el ¨¢mbito profesional y del teletrabajo. Chatroulette es a donde vamos cuando no queremos trabajar", a?ade Jonah Lehrer.
Pero, por poco que se pruebe, resulta dif¨ªcil no pensar en esta plataforma como parte del futuro, aunque no parezca tener un encaje preciso en nuestra dimensi¨®n social p¨²blica, hoy intr¨ªnsecamente ligada a las redes sociales. Una idea casi subversiva. Detr¨¢s no hay un plan de negocios, ni marketing aparente, es un mecanismo tan b¨¢sico, tan arbitrario, que es casi punk. En un ¨¦poca obsesionada con compartimentar gustos, acciones y pensamientos, Chatroulette viene a ser, con su origen adolescente ("Es que yo y mis amigos est¨¢bamos cansados de hablar los unos con los otros", justifica su creador en The New York Times) y su naturaleza an¨¢rquica, una met¨¢fora de cu¨¢n impredecible es a¨²n la salvaje naturaleza humana.
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