Demasiado grande para quebrar
?Est¨¢ en peligro la relaci¨®n bilateral m¨¢s importante del siglo XXI porque un monje budista de 74 a?os sonriente y sereno, envuelto en una t¨²nica azafr¨¢n y granate, sea recibido en la Casa Blanca por Obama? El presidente de Estados Unidos, consciente de la sensibilidad de China ante cualquier reconocimiento pol¨ªtico del Dalai Lama, ni siquiera se atrevi¨® a sentarle en el Despacho Oval, haci¨¦ndolo en la Sala de Mapas, para restarle oficialidad al encuentro. El l¨ªder pol¨ªtico y espiritual de T¨ªbet fue empujado al exterior nevado por una puerta trasera donde se acumulan las bolsas de basura. Una actitud pol¨ªtica algo vergonzante para no irritar al gigante asi¨¢tico, que hace tiempo que ha despertado planteando con su emergencia un cambio estrat¨¦gico que Estados Unidos no sabe a¨²n c¨®mo digerir. Como era previsible, Pek¨ªn ha reaccionado con disgusto diplom¨¢tico a lo ocurrido. La prueba del algod¨®n para ver si el enfado tiene consecuencias se har¨¢ con Ir¨¢n, donde Washington necesita la complicidad china para detener a los ayatol¨¢s at¨®micos. Hace s¨®lo unos meses, Estados Unidos ofrec¨ªa a China una asociaci¨®n estrat¨¦gica, pol¨ªtica y econ¨®mica, para resolver los grandes problemas globales. Hizo fortuna la idea de un condominio o G-2 entre las dos naciones. Pero muy pronto la realidad arruin¨® los titulares period¨ªsticos.
Los intereses de las dos potencias est¨¢n tan interconectados que un divorcio parece dif¨ªcil
La nula receptividad china a las peticiones norteamericanas de que aprecie su moneda; la guerra con Google, censurado y pirateado por los chinos; el choque en la cumbre del clima en Copenhague, donde Obama se sinti¨® ninguneado por un viceministro de Pek¨ªn, mientras que a su vez los chinos estimaron que Washington le hab¨ªa tendido una emboscada; la venta de armas norteamericanas a Taiwan. Y ahora, "el lobo envuelto en un h¨¢bito", como ha sido descrito por los comunistas chinos el Dalai Lama, nacido Tenzin Gyatso, recibido en Washington. La gota que colmar¨ªa el vaso. Un personaje que fascina al Occidente materialista por su espiritualidad, "un santo laico, un dios pol¨ªticamente correcto para un mundo sin Dios", seg¨²n uno de sus bi¨®grafos. Una acumulaci¨®n de roces que, aunque se dice que el roce acaba generando el cari?o, podr¨ªa hacer pensar en un descarrilamiento de las relaciones entre los dos gigantes. Las apariencias enga?an y ni Taiwan, ni T¨ªbet, tienen el potencial de romper la relaci¨®n entre los dos pa¨ªses que, en palabras de Obama, "definir¨¢ el destino del siglo XXI". La explicaci¨®n la proporcion¨® Wall Street con motivo de la gran recesi¨®n: hab¨ªa bancos, aseguradoras y fabricantes de autom¨®viles que eran too big to fail, demasiado grandes para caer, y fueron rescatados-nacionalizados por el Estado federal. Lo mismo ocurre con Chim¨¦rica, es una relaci¨®n que por su tama?o no puede quebrar. Los intereses de EE UU y China est¨¢n tan interconectados que un divorcio parece muy dif¨ªcil. Pek¨ªn necesita el mercado norteamericano y Washington y el d¨®lar precisan que China siga comprando masivamente la deuda del Tesoro estadounidense.
China entra en su tercera d¨¦cada de crecimiento por encima del 10% anual, con su autoestima muy reforzada por haber capeado la crisis econ¨®mica mundial casi inc¨®lume. Siente reivindicado su peculiar sistema de econom¨ªa capitalista de Estado autoritario y, en lo pol¨ªtico, de partido ¨²nico. Su espectacular ascenso mundial, juega ya en todos los continentes, y el ¨¦xito econ¨®mico explican el auge del nacionalismo chino. Surge a la vez una opini¨®n p¨²blica joven y nueva en Internet, m¨¢s de 300 millones de internautas, que por primera vez presionan al poder para que se muestre firme internacionalmente, sobre todo frente a EE UU. Se escuchan en la Red voces en este sentido: "Estados Unidos maltrat¨® a China en el pasado; ahora nos toca a nosotros".
Jeffrey E. Carter, profesor de Yale y funcionario en varias presidencias norteamericanas, estima en su blog en el Daily Beast que Washington se est¨¢ equivocando con China. Est¨¢ tratando de influenciar a Pek¨ªn como si tuviera, por s¨ª sola, el poder para hacerlo. Esto fue muy evidente en el fracaso de Copenhague. Debiera de aplicar una orientaci¨®n m¨¢s multilateral, que incluyera a Europa, ensimismada en su tejer interno. Washington debe considerar que tras provocar la crisis export¨¢ndola al mundo, su sistema financiero y su filosof¨ªa econ¨®mica no son un gran ejemplo. EE UU no puede ordenarle nada a China. El drag¨®n asi¨¢tico ya ha acabado su fase de asomarse al mundo y, al hacerlo, ya lo est¨¢ cambiando. Son dos grandes pa¨ªses competidores condenados a entenderse, pero cada uno en pie de igualdad. China acaba de entrar en el a?o nuevo del Tigre, que suelen ser turbulentos. Y la tradici¨®n se cumple, seg¨²n recuerda David Shambaugh en el Financial Times.
fgbasterra@gmail.com
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