Permitido comer chicle y besarse
Mil y un objetos de la ¨²ltima novela de Orhan Pamuk animar¨¢n el futuro Museo de la Inocencia de Estambul
Hace poco m¨¢s de un decenio Orhan Pamuk empez¨® a tramar la creaci¨®n simult¨¢nea de una novela y de un museo. La novela, titulada El museo de la inocencia, se public¨® con ¨¦xito en 2009, y este a?o, coincidencia con la capitalidad europea de Estambul, abrir¨¢ sus puertas el Masumiyet M¨¹zesi. Significa en turco museo de la inocencia, aunque no vaya del genocidio armenio. Es la singular creaci¨®n de un novelista como Pamuk, que trasplanta a las vitrinas las man¨ªas coleccionistas de Kemal, el protagonista de su ¨²ltimo libro, tal vez el m¨¢s personal. Kemal Bamasci (Orhan Pamuk) no re¨²ne sellos, o escarabajos, sino los objetos que fueron tocados por su amada F¨¹sun Keskin, su bella prima de 18 a?os.
Un d¨ªa Pamuk (Kemal) ech¨® el ojo a una casa de tres pisos en ?ukurcuma, a pocas calles al oeste de su barrio de Cihangir. ?ukurcuma significa "la hondonada", y es donde Estambul se va derramando en la orilla europea del B¨®sforo. No suelen perderse por ah¨ª los turistas ansiosos de que les regateen al estilo del Gran Bazar, pero es la meta para los que buscan tiendas de antig¨¹edades y chamarileros, todo lo que va depositando y regurgitando una ciudad indecisa entre mares y culturas, con un pie en Europa y el resto de su voluminoso cuerpo, que ya alimenta a m¨¢s de diez millones de personas, en Asia.
Siendo Estambul emblema de la dualidad entre Oriente y Occidente -y eso Pamuk lo vive en sus entra?as- produce una calidad especial de tiempo perdido. Hay quienes sienten nostalgia proustiana de una magdalena, y quienes como Pamuk por medio de Kemal no ponen l¨ªmite a sus furores coleccionistas. El arco de esa obsesi¨®n va desde 1950 hasta nuestros d¨ªas, recorriendo la propia biograf¨ªa del autor siempre detr¨¢s del coleccionista compulsivo que es Kemal. As¨ª, mientras Pamuk iba escribiendo la compleja pasi¨®n literaria de Kemal (con toques que recuerdan Lolita de Nabokov), al mismo tiempo iba coleccionando lo que Kemal necesitaba en la novela. Nada mejor para la congoja, y otros males de amor, que el analg¨¦sico Paradison. O pensar en las burbujas perdidas de la vida coleccionando botellas de refrescos Brisa, y men¨²s de restaurante, entradas de cine, colonias y zapatillas. Todo lo cual en una novela de 83 cap¨ªtulos que es una gu¨ªa al mismo tiempo del museo, y que incluye una entrada gratuita para el eventual lector-visitante. As¨ª figura el tintero de cristal con el que ella jugueteaba en el cap¨ªtulo 9. Las cerillas y barajas con las que Kemal hac¨ªa solitarios para matar la espera de su amor en el cap¨ªtulo 25. El cascanueces y el reloj con bailarina que F¨¹sun daba cuerda del cap¨ªtulo 28. Y los cepillos de dientes de su amada del cap¨ªtulo 49. Ya lo dice Kemal: "Comprend¨ª que el mundo entero, con cada uno de los objetos que conten¨ªa, formaba un todo". Y el salero del restaurante Aleko de Yenik?y, y hasta el cucurucho de helado mordisqueado por el borde que tir¨® F¨¹sun en el cuarto encuentro con Kemal seg¨²n se lee en el cap¨ªtulo 51. Y los programas de mano de las m¨¢s de cincuenta pel¨ªculas que vio Kemal, desde mediados de junio a primeros de octubre de 1976, del cap¨ªtulo 52... Cientos de objetos junto a fotos de la ¨¦poca y pel¨ªculas con Estambul al fondo. Un museo ¨²nico donde Pamuk pone sus normas: no est¨¢ prohibido comer chicle ni besarse.
Por ?ukurcuma
El Museo de la Inocencia, en la esquina de Dalgi? Sokak con ?ukurcuma Caddesi, es un buen pretexto para recorrer el barrio. En ?ukurcuma hay tiendas que parecen en s¨ª mismas un mercado de las pulgas, aunque tambi¨¦n se encuentren piezas de valor en alg¨²n anticuario de la calle de Turnacibasi, cerca del Liceo Italiano y al sur de la gran avenida de Istiqlal (anta?o de Pera). ?ukurcuma, el barrio de la inocencia, es breve pero est¨¢ sembrado de edificios con empaque burgu¨¦s de principios del siglo XX y, sobre todo, de vida cotidiana, sin alharacas otomanas, y lo mismo se encuentra un hamam, un ba?o turco muy real, como restaurantes en Hayriye Caddesi y calles aleda?as donde dan anchoas del mar Negro en ceviche, o fava, que es pur¨¦ de habas, entrem¨¦s muy rum¨ª (de los antiguos habitantes griegos de Beyoglu), o una especialidad armenia como el topik, bolas de garbanzos y patata con cebolla caramelizada y un toque de canela. No viene mal acompa?arlo con un raki, an¨ªs con agua.
Pero lo que m¨¢s se ve caminando por las cuestas y adoquines de ?ukurcuma es un esp¨ªritu materializado, no tanto en lo antiguo como en lo viejo hecho cosa, y a veces hecho cachivache, y por eso abren tantas cuevas de Aladino hasta arriba de aperos y balanzas, cafeteras y m¨¢scaras antig¨¢s, o cajas de galletas de metal buenas para guardar como Kemal los cromos de artistas que ven¨ªan en los chicles Zambo. No falta casi nada en el ramo de lo kitsch, lo industrial y lo pasado de moda, pero no de la memoria de los estambul¨ªes pese a los cambios.
Pamuk ha sabido ver la importancia de todo eso, con su toque de fetichismo, aunque su intento quede lejos de un vulgar museo de los horrores, o del Museo Ripley de Los ?ngeles cuyo lema es "cr¨¦alo o no", y pone un maniqu¨ª de un chino con cuatro ojos. En el Museo de la Inocencia hay mil y un objetos por dar una cifra, aunque ah¨ª Pamuk es implacable contando: 4.213 colillas de los cigarrillos Samsun que fum¨® F¨¹sun en los ocho a?os que la visit¨® Kemal; 237 horquillas que ¨¦ste coleccion¨® de su amada prima, de la que ¨¦l guardaba (como Flaubert un mech¨®n de Louise Colet-Madame Bovary) desde un pendiente perdido hasta c¨®mo le mir¨® tal d¨ªa y a tal hora y se le removieron las entra?as de la memoria. Pues ya lo dice Kemal: "La vida me obligar¨ªa a convertirme en un antrop¨®logo de mis propias vivencias, no quiero subestimar en absoluto a esos apasionados profesionales que intentan darle un sentido a sus vidas y a las nuestras exponiendo cacharros, ¨²tiles e instrumentos que han tra¨ªdo de lejanos pa¨ªses".
Podr¨ªa parecer una exaltaci¨®n de la nimiedad, pero Pamuk parte de la base de que la vida no siempre est¨¢ hecha de glorias y medallas, ni Estambul se resume en la daga del museo de Topkapi con tres esmeraldas que parecen huevos de codorniz. Hay si acaso una vaga inspiraci¨®n de Pamuk en alguno de los 1.743 museos que visit¨® realmente Kemal en 15 a?os, desde el Micromuseo de Objetos Perdidos de la calle de Morillons de Par¨ªs al de Dostoiesvki de San Petersburgo, donde dicen de un sombrero dentro de un fanal: "Perteneci¨® realmente a Dostoievski". Sin olvidar el Museu Frederic Mar¨¨s de Barcelona, "el lugar que mejor me ense?¨® qu¨¦ deb¨ªa hacer con lo que me quedaba de F¨¹sun".
No en vano, en el caso del museo de Pamuk y su pretendida inocencia, se trata tambi¨¦n de un triunfo de lo que en ingl¨¦s se conoce como memorabilia, objetos dignos de ser recordados -no importa lo humildes que sean- por alg¨²n a?adido gramo de nostalgia. O de tiempo prendido.
? Luis Pancorbo es autor de Avatares. Viajes por la India de los dioses (Miraguano, 2008).
Gu¨ªa
La visita
? Masumiyet M¨¹zesi / Museo de la Inocencia
(www.masumiyetmuzesi.com). La apertura del museo est¨¢ prevista para verano en el barrio de ?ukurcuma, cerca de Tophane.
Informaci¨®n
? Turismo de Turqu¨ªa en Madrid (www.turismodeturquia.com; 915 59 70 14).
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