La gente amable
Siempre se agradece la presencia de la gente amable, sobre todo en tiempos esquivos, como es el caso. Madrid tuvo fama anta?o de ciudad alegre y acogedora. La crisis y dem¨¢s nos han vuelto ce?udos. Las personas van por la calle con cara de pocos amigos. Incluso nuestros pol¨ªticos se suelen mostrar ¨²ltimamente con rictus adusto y risa de hiena. No hay duda, la gente est¨¢ muy preocupada y no le falta raz¨®n.
Ahora mismo, en muchos hogares de Madrid se est¨¢n viviendo situaciones dram¨¢ticas. Y no s¨®lo en las casas humildes sino tambi¨¦n en las de clase media y clase media alta, donde el paro se ha instalado de forma inquietante. Menos mal que existen los ni?os, los perros, los gatos, los gorriones y algunas estatuas. Y menos mal que sigue habiendo gente amable.
Incluso en algunos sectores se ha incrementado el n¨²mero de personas agradables. La tan cacareada acritud de los funcionarios est¨¢ descendiendo. Y ahora vas a algunas ventanillas y te saludan con una leve sonrisa y con educaci¨®n. Lo mismo sucede con las cajeras de supermercado. A veces vas a comprar algo solamente por participar de su gracejo y su comedido afecto. Y los m¨¦dicos, y los taxistas, y algunos camareros, y la quiosquera, y el agente de movilidad, y el polic¨ªa municipal. En fin, muchos ciudadanos que nos hacen la vida un poco m¨¢s agradable.
Las personas amables tienen los mismos problemas que los dem¨¢s, pero poseen el arte de no inocular a la gente sus propias desgracias. Y eso exige un alto grado de educaci¨®n y autocontrol porque andan todo el santo d¨ªa aguantando neuras ajenas con correcci¨®n. Vaya usted a saber lo que piensan por dentro. Por el contrario, los pol¨ªticos han incrementado su agresividad y su falta de formas. Nos est¨¢n alborotando la cabeza y siempre andan entre ellos a cara de perro. Un poco de sosiego, por favor.
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