Sin comparaci¨®n
Hace dos a?os por estas fechas, una escuela de samba quiso participar en el Carnaval de R¨ªo con una carroza en la que pretend¨ªa representar el Holocausto, colocando una monta?a de cad¨¢veres esquel¨¦ticos y desnudos, al lado de la figura de Hitler. La iniciativa provoc¨®, como es natural, una viva reacci¨®n y la comparsa fue finalmente prohibida por un juez, decisi¨®n ¨¦sta que personalmente comprendo y adem¨¢s comparto. Imaginar a esa carroza y su significativa carga pase¨¢ndose en aquel jolgorio y a ritmo de samba por las calles de R¨ªo atenta contra tal cantidad de principios en los que creo y/o conf¨ªo que me quedo como sin suelo, como en un naufragio radical.
Y sin querer comparar lo estrictamente incomparable ni desvirtuar la escala de las cosas, quiero decir que con una sensaci¨®n parecida, bajo una forma de profundo desamparo, me qued¨¦ tambi¨¦n hace unos d¨ªas por algo que sucedi¨® durante la emisi¨®n de un Teleberri (en concreto, el 12 de febrero). Se trataba de explicarnos la normativa europea sobre etiquetado de los huevos, seg¨²n provengan ¨¦stos de granja o de corral. Y para representar la situaci¨®n de las ponedoras que se pasan la vida enjauladas, en unas condiciones ciertamente penosas, los responsables de ese informativo eligieron este lamentable r¨®tulo: "Gallinas en Auschwitz".
Confieso haber recibido con estupefacci¨®n primero e indignaci¨®n despu¨¦s, esta comparaci¨®n, que considero impropia y descabezada (me quiero consolar pensando que es m¨¢s el resultado de un no que de un s¨ª pensamiento; o que m¨¢s que de una decisi¨®n largamente deliberada es el producto de una inercia a bote pronto, de ¨¦sas que impiden buscar en otro lado que no sea el pozo sin fondo, y sin fundamento, del clich¨¦). Es leg¨ªtimo e incluso loable que el Teleberri quiera alertarnos acerca de la crueldad a la que son sometidos ¨¦sos y otros animales. Es m¨¢s, creo que forma parte de las responsabilidades de unos informativos de calidad destapar cuestiones como ¨¦sa y contribuir a encontrarles soluci¨®n. En ese sentido, el citado Teleberri pod¨ªa haber complementado su cobertura del asunto cont¨¢ndonos, por ejemplo, que en pa¨ªses como el Reino Unido las principales cadenas de supermercados se han puesto de acuerdo para no vender huevos de gallinas enjauladas. Y pod¨ªa haber animado a que, en su misma l¨ªnea proanimalista, se adoptaran entre nosotros iniciativas similares.
Las condiciones crueles en las que viven esas gallinas, como cualquier otro maltrato a los animales, son, desde luego, denunciables. Pero no con la comparaci¨®n citada. Esa comparaci¨®n me resulta inaceptable, escandalosa. Y dolorosa; m¨¢s dolorosa, si cabe, porque se ha producido aqu¨ª, entre nosotros que conocemos, no s¨¦ si mejor que nadie, pero en cualquier caso muy de primera mano, lo que significa y lo que cuenta la digna memoria de las v¨ªctimas. Y lo que cuesta preservar su reconocimiento, defenderlo de sus amenazas m¨¢s tenaces: el confusionismo y el negacionismo.
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