?Habla Israel en nombre de los jud¨ªos?
Las obras de Merino en Arco y la reacci¨®n de la embajada israel¨ª son una nueva escaramuza entre quienes pretenden provocar y quienes se sienten provocados desde el poder - El sentimiento de ofensa no puede limitar la libertad de expresi¨®n
La apertura de la feria Arco vino precedida de una protesta israel¨ª por la exhibici¨®n de dos obras del artista Eugenio Merino. En la primera, tres personajes representando a un musulm¨¢n, un cristiano y un jud¨ªo aparecen rezando uno sobre otro, haciendo coincidir su posici¨®n en la torre humana con la progresi¨®n de las posturas corporales -postrados los musulmanes, arrodillados los cristianos e inclinados los jud¨ªos- que cada religi¨®n exige para dirigirse a la divinidad. La segunda obra es una composici¨®n en la que una ametralladora israel¨ª Uzi sirve de base a una menor¨¢, el caracter¨ªstico candelabro de siete brazos. La nota de la Embajada de Israel en Madrid se?alaba que "el conjunto de las obras de Eugenio Merino expuestas en Arco incluyen elementos ofensivos para jud¨ªos, israel¨ªes y, seguramente, para otros". A continuaci¨®n, afirmaba que "la libertad de expresi¨®n o la libertad art¨ªstica" sirve en ocasiones como disfraz "de prejuicios, de estereotipos o de la mera provocaci¨®n por la provocaci¨®n". "Un mensaje ofensivo", conclu¨ªa la nota, "no deja de ser hiriente por pretender ser una obra art¨ªstica".
Los prejuicios o los estereotipos no tienen por qu¨¦ ser siempre negativos
En democracia, el origen de la persona forma parte de su esfera de intimidad
Estas apreciaciones planteaban como soluci¨®n lo que, en realidad, constituye el n¨²cleo del problema. Entre otras razones porque los prejuicios o los estereotipos no tienen por qu¨¦ ser siempre negativos, sino que tambi¨¦n podr¨ªa darse el caso de que fueran positivos. De hecho, se ha dado desde tiempo inmemorial: ¨¦sa y no otra ser¨ªa la esencia del arte de propaganda, que no suele ser objeto de protestas por parte de las embajadas o los Gobiernos sino, en todo caso, de promoci¨®n. Y en cuanto a la provocaci¨®n por la provocaci¨®n, nada impide que sea el est¨ªmulo para obras que m¨¢s tarde gozar¨¢n de amplio reconocimiento. Baste pensar en Marcel Duchamp y su urinario o Andy Warhol y su retrato de Mao. Con un agravante adicional, y es que lo que alguna vez fue provocaci¨®n puede dejar de serlo, hasta convertirse, incluso, en ortodoxia.
Aunque referida a las obras de Eugenio Merino, la pol¨¦mica que precedi¨® a la inauguraci¨®n de esta edici¨®n de Arco suscita una cuesti¨®n de alcance general, como es la actitud del poder ante las manifestaciones de la libertad que no son de su agrado. La Embajada de Israel consideraba que las obras en cuesti¨®n eran una ofensa para "jud¨ªos, israel¨ªes y, seguramente, para otros". Esos otros, sin embargo, no han tenido la misma reacci¨®n, lo que no significa necesariamente que no hayan participado del mismo sentimiento. En respuesta a la nota diplom¨¢tica, los portavoces de Merino informaron de que una de las obras consideradas ofensivas hab¨ªa sido adquirida por una persona de origen jud¨ªo. Era una forma de recordar que la valoraci¨®n de una obra no est¨¢ determinada por la pertenencia a un grupo humano, puesto que siempre puede existir alguien que disienta. Lo que, sin embargo, se ha perdido de vista en el rifirrafe es que, en las sociedades democr¨¢ticas, el origen de las personas forma parte de su esfera de intimidad. Si en este caso se ha convertido en relevante es porque, frente a la pretensi¨®n de una embajada de ejercer como portavoz oficial del sentimiento de los jud¨ªos, no s¨®lo de los israel¨ªes, hacia la obra de Merino, el entorno del artista reaccion¨® se?alando que la embajada no hablaba en nombre de todos.
Este efecto indeseable de colocar el origen de los individuos en un plano p¨²blico en lugar de mantenerlo en la estricta esfera de la intimidad alcanza cotas a¨²n mayores cuando, en lugar de la cr¨ªtica de arte, se refiere a la cr¨ªtica pol¨ªtica. La acusaci¨®n de antisemitismo, o de judeofobia, un t¨¦rmino que populariz¨® Jean-Pierre Taguieff en un ensayo que la editorial Gedisa public¨® en Espa?a en 2002, suele ser frecuente ante la condena de algunas acciones de Israel. Tras padecer una campa?a de descr¨¦dito a ra¨ªz de un art¨ªculo sobre el conflicto israelo-palestino en el que criticaba al Gobierno de Sharon, el autor franc¨¦s Pascal Boniface public¨® un ensayo titulado ?Est¨¢ permitido criticar a Israel? En ¨¦l alertaba de la comunitarizaci¨®n que se cernir¨ªa sobre la pol¨ªtica francesa si las posiciones estuvieran f¨¦rreamente marcadas por el origen jud¨ªo, ¨¢rabe o musulm¨¢n de los participantes, a quienes tendr¨ªan que asociarse, sin la m¨¢s m¨ªnima posibilidad de disensi¨®n, el resto de ciudadanos que tomasen la palabra. Si se estaba con unos, hasta el final, igual que si se estaba con los otros.
La comunitarizaci¨®n contra la que alertaba Boniface era resultado, en realidad, del mismo fen¨®meno que ha convertido en relevante la condici¨®n de jud¨ªo del comprador de la obra de Merino expuesta en Arco: el origen de las personas pasa al primer plano del debate p¨²blico, de manera que cualquier juicio sobre lo que hacen corre el riesgo de transformarse en un juicio sobre lo que son. La pregunta que comienzan a suscitar algunos autores, y entre ellos no pocos israel¨ªes, es qui¨¦n estar¨ªa acentuando m¨¢s ese riesgo, los grupos pol¨ªticos que defienden abiertamente el antisemitismo o quienes, con la pretensi¨®n de combatirlo, creen descubrirlo en cualquier cr¨ªtica a las acciones de Israel. Un inquietante fen¨®meno de los ¨²ltimos tiempos es que, en Europa, la siniestra bandera del antisemitismo se ha extendido desde los grupos marginales de ultraderecha hacia sus sim¨¦tricos en la ultraizquierda, que en su defensa de los palestinos retoman las fantas¨ªas de los protocolos de los sabios de Si¨®n. En Oriente Pr¨®ximo, entre tanto, el antisemitismo ha empezado a calar en el discurso yihadista y tambi¨¦n en el de una potencia como Ir¨¢n, cuyo presidente, Mahmud Ahmadineyad, lanza reiteradas proclamas contra los jud¨ªos con el pretexto de denigrar a Israel y se suma a las tesis negacionistas del Holocausto.
En La naci¨®n y la muerte, un ensayo cuya traducci¨®n espa?ola acaba de publicar la editorial Gredos, la profesora israel¨ª Idith Zertal lleva a cabo un pormenorizado estudio sobre un fen¨®meno que Hanna Arent aplic¨® al mal que encarnaba el nazismo, y que ahora se suele referir preferentemente al Holocausto: la banalizaci¨®n. Zertal da por descontado que el Holocausto se banaliza en cada ocasi¨®n en que, para criticar a Israel, se compara la situaci¨®n actual de los palestinos con la de los jud¨ªos en los campos. Pero el m¨¦rito principal de su trabajo reside en el an¨¢lisis de la banalizaci¨®n que llevan a cabo los propios dirigentes israel¨ªes. Zertal describe, as¨ª, la manera en la que el desarrollo del programa nuclear israel¨ª se justific¨® con el argumento de impedir un segundo Holocausto. Como tambi¨¦n las actuaciones m¨¢s desproporcionadas y controvertidas contra los palestinos durante las sucesivas Intifadas, en las que, parad¨®jicamente, el n¨²mero de v¨ªctimas entre los habitantes de los territorios ocupados multiplicaba varias veces el de las israel¨ªes. En la ¨²ltima conmemoraci¨®n del d¨ªa internacional del Holocausto, el presidente israel¨ª, Sim¨®n Peres, expres¨® en Auschwitz su temor de que pudiera repetirse si no se deten¨ªa el programa nuclear de Ir¨¢n. El riesgo contra el que advierte Zertal es que si, por un lado, el Gobierno israel¨ª cree obtener cobertura pol¨ªtica o moral invocando el temor de un nuevo Holocausto, por otro se ver¨¢ obligado a pagar el inmenso coste de su banalizaci¨®n con los fines m¨¢s diversos.
Con el recurso a las acusaciones de antisemitismo, lanzadas por portavoces oficiales de Israel contra quienes en absoluto participan de estas execrables posiciones, podr¨ªa estar comenzando a ocurrir otro tanto. La paradoja en la que suelen incurrir al hacerlo es que, mientras emplean una desbordante energ¨ªa hermen¨¦utica en buscar reminiscencias de antisemitismo en escritos, declaraciones u obras art¨ªsticas, convalidan impl¨ªcitamente la fr¨¢gil hip¨®tesis que est¨¢ en el origen de la tragedia que vivieron los jud¨ªos a manos del nazismo, seg¨²n la cual es posible distinguir entre unos seres humanos arios y otros semitas. Se debe a Maurice Olender uno de los alegatos m¨¢s contundentes contra esta distinci¨®n, que acab¨® explicando en t¨¦rminos biol¨®gicos y de raza lo que s¨®lo era una diferencia de creencia religiosa y, a partir de ella, de tradiciones que reg¨ªan los diversos aspectos de la vida cotidiana. En Las lenguas del para¨ªso, publicado en Espa?a por la editorial Seix-Barral, Olender da cuenta de c¨®mo los estudiosos del siglo XIX identificaron un grupo de lenguas, que llamaron indoeuropeas, diferentes de otras a las que llamaron sem¨ªticas, y de c¨®mo, a partir de este punto, lo indoeuropeo acab¨® transform¨¢ndose en ario, lo ario, a su vez, en una supuesta raza aria que, por ¨²ltimo, fue enarbolada por un tirano que quiso demostrar su superioridad mediante el exterminio de quienes, en esta construcci¨®n fantasmag¨®rica, pertenec¨ªan a otra raza igualmente supuesta.
Las obras de Eugenio Merino expuestas en Arco, tanto como la reacci¨®n de la Embajada de Israel, pueden ser interpretadas como una nueva y banal escaramuza entre quienes pretenden provocar a trav¨¦s del contenido de una manifestaci¨®n art¨ªstica y quienes se sienten provocados por ¨¦l, sea cual sea su valor. Quiz¨¢ no se trate tanto de sumarse a unos o a otros, elaborando argumentos ad hoc que, al final, son simples variaciones de los que se vienen utilizando en la interminable pol¨¦mica sobre el arte y las actitudes del artista, sino de tomar conciencia de cu¨¢nto se pone en juego cada vez que se abre un debate de esta naturaleza, sobre todo si se recurre con m¨¢s o menos ligereza a conceptos que la historia ha cargado de una sobrecogedora densidad. ?Deber¨ªan ser estos conceptos argumento suficiente para limitar la libertad de expresi¨®n o la libertad art¨ªstica? Contra lo que pudiera parecer, el problema no residir¨ªa en los conceptos mismos, sino en determinar qui¨¦n tendr¨ªa la autoridad para decidir qu¨¦ conceptos son los relevantes para establecer limitaciones y cu¨¢ndo una obra de arte los respeta o los ofende.
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