Jos¨¦ Heredia Maya, poeta de la voz gitana
Me lleg¨® la noticia atravesada, como llegan siempre las noticias de la muerte. Estaba preparando el viaje a Granada, para ver a Pepe Heredia Maya, porque intu¨ªa que podr¨ªa ser la ¨²ltima vez. Pero la muerte no espera. Acudi¨®, el 17 de enero, puntual a su cita, y yo me qued¨¦ sin despedirme de ¨¦l. Por un lado, eso me dej¨® su imagen libre del deterioro de la ¨²ltima parte de su enfermedad y con el recuerdo n¨ªtido de aquel Pepe Heredia del que fui amigo a trav¨¦s de Sevilla, Granada, Almer¨ªa y Madrid, con el que compart¨ª tantos d¨ªas de magia, poes¨ªa, y por qu¨¦ no decirlo, tambi¨¦n consuelo ante las esquinas afiladas de la vida.
Supe de ¨¦l a?os antes de conocerle, por aquel maravilloso disco de Aguaviva, Qu¨¦ cantan los poetas andaluces de ahora, donde se inclu¨ªan dos magn¨ªficos y sorprendentes poemas suyos, Pon tu cuerpo a tierra y Cuando en c¨¢rcel de miedo me levanto, y una declaraci¨®n de principios: "Nacer en el seno de una familia gitana en la Espa?a de la posguerra era una tragedia".
Impuls¨® la revista de pensamiento 'La mirada limpia' para construir di¨¢logos
Luego lo conoc¨ª en su casa del Albaiz¨ªn, en Granada, gracias a nuestro com¨²n amigo Juan Jos¨¦ T¨¦llez. Era la tarde un h¨¢lito caliente perfumado, y desde aquella plataforma, a los pies de un olivo, contemplamos c¨®mo el atardecer recortaba la silueta de la Alhambra. Hubo muchas noches m¨¢s, en ese patio o en la torre de su carmen, noches de luna y estrellas, noches con flamencos, poetas, gitanos y amigos. Hubo noches y d¨ªas en mi casa de Triana, en Sevilla, donde yo trabajaba entonces para Diario 16 Andaluc¨ªa y donde ven¨ªa Pepe en ocasiones, para arrastrarme a recitales de flamenco, a ver a Camar¨®n o a otros cantaores -de ah¨ª naci¨® mi pasi¨®n por el buen cante-, encuentros siempre con chispa y que no se sab¨ªa nunca d¨®nde o c¨®mo pod¨ªan acabar. Porque ten¨ªa esa facultad. En su torno la amistad trenzaba caminos e hilos invisibles, y hac¨ªa que uno pensara que, en realidad, lo conoc¨ªas de toda la vida.
Junto con ¨¦l, conoc¨ª a su familia, a su mujer, Matilde Moreno, y a sus dos hijos. A¨²n conservo las fotos que nos hicimos con una yeg¨¹a que un d¨ªa compr¨® para sus chavales, Pepe y El¨ªas. Con aquel animal, Pepe reviv¨ªa escenas de su infancia y la estela de su pueblo perseguido, ¨¦sa que le hac¨ªa decir en un gran poema: "Aunque sea reciente mi carn¨¦ / yo nac¨ª hace milenios: / Cuando despacio al paso de la bestia / el horizonte se horadaba". Viv¨ª muy cerca el proceso de creaci¨®n de Maqama Jonda, una obra en la que, como en Camelamos Naquerar, ese "queremos hablar" que dio voz al pueblo gitano en 1977, romp¨ªa moldes contra la incomprensi¨®n, y tend¨ªa puentes, hac¨ªa gui?os al otro, al diferente. Y todo, adem¨¢s, "a comp¨¢s". Tambi¨¦n viv¨ª el proceso de alguno de sus poemarios, como Charol, o el Penar Ocono que un grupo de amigos reedit¨® en 1992.
Compartimos innumerables veladas y estancias en su casa en el Cabo de Gata, en Almer¨ªa (recuerdo c¨®mo hablaba de ese mar, el del corsario Al Borani, y las referencias lorquianas de esa tierra de ¨¢gatas, visitando el cortijo donde ocurri¨® el suceso que inspir¨® al poeta Bodas de sangre). Luego lleg¨® nuestra etapa de Madrid, donde durante un par de a?os vino a refugiarse en casa de una desagradable experiencia vivida en Granada, una dolorosa injusticia de la que se repuso como pudo y con el amor de los que le quer¨ªan. Aquello le sirvi¨® para escribir Experiencia y juicio y descubrir que ten¨ªa muchos y fieles amigos (y entretanto, ense?ar literatura y poes¨ªa a los presos, como buen profesor de universidad que era). En una ¨²ltima etapa madrile?a impuls¨® la revista de pensamiento La mirada limpia, siempre preocupado por construir di¨¢logos, por abrir espacios a la palabra y cerr¨¢rselos a la violencia y la intolerancia.
Hoy, m¨¢s que para espantar a la muerte, para darle un abrazo y despedirme de ¨¦l, he sacado los libros de poemas de este hombre s¨®lo excesivo en la amistad y en la palabra, que am¨®, sufri¨® y escribi¨®, y he vuelto a releer aquellos versos, oyendo c¨®mo los recitaba, con esa chispa de inteligencia y emoci¨®n en los ojos, haci¨¦ndote c¨®mplice del hecho po¨¦tico, del milagro de la creaci¨®n y de la m¨²sica. "Con el cuerpo sembrado de magnolias / Y la muerte ocup¨¢ndome el cansancio / Yo me puedo morir en cuanto quiera".
Alfonso Domingo es director de documentales y escritor.
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