Aznar, Rajoy y Feij¨®o
Hace alg¨²n tiempo pod¨ªan distinguirse en el PP dos sectores pol¨ªticos m¨¢s o menos diferenciados. Uno, el ultramontano, que hab¨ªa llegado a la conclusi¨®n de que la ¨²nica forma de retornar al poder consiste en mantener con insistencia un discurso duro, capaz de generar un feroz enfrentamiento social y una insoportable crispaci¨®n pol¨ªtica. Es el sector de la derecha espa?ola que considera que el poder le pertenece por derecho natural y que piensa, como ?lvarez Cascos, que los gobiernos socialistas son una anomal¨ªa en la historia de Espa?a y a?ora el discurso rupturista de Aznar y de su entorno, convencido de que en Espa?a s¨®lo se producen cambios pol¨ªticos en medio de una gran crispaci¨®n social.
Han asumido los an¨¢lisis y la estrategia que el aznarismo defini¨® desde el 14-M de 2004
En contraste con esa posici¨®n, exist¨ªa en el PP, o eso parec¨ªa, una corriente de dirigentes conservadores, entre los que se sol¨ªa situar a Rajoy y a su equipo o a personajes emergentes como Feij¨®o, que consideraba que la alternancia debe producirse desde una oposici¨®n firme y exigente pero basada en los valores comunes de la convivencia y la Constituci¨®n. Dichos dirigentes reconoc¨ªan que el Partido Popular se hab¨ªa alejado de la moderaci¨®n. Denunciaban alarmados que, debido a la actuaci¨®n de algunos jerarcas hist¨®ricos, el PP aparec¨ªa -y aparece todav¨ªa- ante la ciudadan¨ªa como el heredero nost¨¢lgico de un r¨¦gimen detestable; propugnaban la aconfesionalidad del Estado y se opon¨ªan a la anacr¨®nica pretensi¨®n de la Iglesia Cat¨®lica de trasladar el derecho can¨®nico a normas de derecho com¨²n. Deploraban, adem¨¢s, el est¨¦ril aislamiento pol¨ªtico de su partido y propon¨ªan acuerdos con el resto de las fuerzas parlamentarias en temas que afectasen a la estructura b¨¢sica del Estado. Y descartaban el recurso a la crispaci¨®n, incluso para la defensa de posiciones antag¨®nicas y, desde luego, como m¨¦todo para producir cambios pol¨ªticos en el pa¨ªs.
?Podr¨ªa afirmar alguien que en el PP, luchas por el poder aparte, existen hoy esas dos tendencias diferenciadas? De ninguna manera. Los dirigentes moderados han sido marginados y los que como Rajoy y Feij¨®o permanecen han asumido las tesis del sector m¨¢s duro del partido, han desempolvado la pol¨ªtica de destrucci¨®n del adversario y se muestran dispuestos a todo con tal de recuperar el poder. Es lo que ha hecho, sin el m¨¢s m¨ªnimo pudor democr¨¢tico, N¨²?ez Feij¨®o en las elecciones auton¨®micas de hace un a?o, protagonizando la campa?a m¨¢s sucia que se recuerda en Galicia, basada en mentiras, difamaciones e insidiosas insinuaciones con el fin de descalificar pol¨ªtica y moralmente a sus oponentes. Y es lo que sigue practicando desde que alcanz¨® la presidencia de la Xunta, tanto en Galicia como en el intenso apostolado que desarrolla por las diversas tierras de Espa?a. Y eso mismo es a lo que se dedica Rajoy cuando no s¨®lo descalifica al Gobierno y a su presidente con insultos e infamias in¨¦ditas en los pa¨ªses de nuestro entorno, sino a cualquier persona o instituci¨®n del Estado que no comparta sus delirantes an¨¢lisis o constituya un obst¨¢culo para sus ansias de poder, sin importarle lo m¨¢s m¨ªnimo las devastadoras consecuencias que para la democracia y el prestigio exterior de Espa?a comportan sus irresponsables decisiones.
Les guste o no, Rajoy, Feij¨®o, Arenas, De Cospedal y compa?¨ªa han renunciado a un proyecto pol¨ªtico propio, si es que lo tuvieron alguna vez, y han asumido, con todas las consecuencias, los an¨¢lisis y la estrategia que el aznarismo hab¨ªa definido desde el 14-M de 2004, tras su derrota electoral, y el acceso de Zapatero al poder. Cada vez que hablan estos l¨ªderes pol¨ªticos o sus portavoces medi¨¢ticos s¨®lo se escuchan an¨¢lisis apocal¨ªpticos, soflamas incendiarias o terribles anatemas. Pero resulta imposible advertir en sus proclamas siquiera indicios de una alternativa pol¨ªtica coherente. Ahora bien, Rajoy y N¨²?ez Feij¨®o han de saber que en pol¨ªtica es necesario que exista correspondencia entre medios y fines; de lo contrario, es leg¨ªtimo pensar que ¨¦stos no son precisamente los que se proclaman. Y han de saber tambi¨¦n que el "cuanto peor, mejor", al que parecen haberse adherido, no ha sido nunca una divisa democr¨¢tica.
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