Salir de la recesi¨®n: el tiempo apremia
Es probable que lo peor de la recesi¨®n, en el sentido de que la ca¨ªda de la actividad y del empleo han alcanzado m¨¢ximos, haya quedado atr¨¢s. En todo caso, de momento, la crisis se ha llevado por delante 5 puntos porcentuales del PIB real, ha destruido cerca de dos millones de puestos de trabajo, la tasa de paro ha aumentado 12 puntos hasta aproximarse al 20% y el d¨¦ficit p¨²blico supera la cifra in¨¦dita del 11% del PIB. Todo ello a pesar, o gracias a, dir¨¢n algunos, las extraordinarias medidas de est¨ªmulo monetario, fiscal y presupuestario.
En el ¨¢mbito internacional asistimos a un continuo desplazamiento del centro de gravedad hacia las econom¨ªas emergentes con efectos sobre la deslocalizaci¨®n de la actividad, la persistencia de importantes desequilibrios regionales entre los flujos de inversi¨®n y de ahorro, a renovadas tensiones en los mercados financieros debido al marcado deterioro de las cuentas p¨²blicas de las principales econom¨ªas avanzadas y a una primera crisis en la zona del euro ante las dudas sobre la solvencia de Grecia para garantizar el pago de la deuda.
Resulta demasiado f¨¢cil identificar reforma laboral y "abaratamiento del despido" para oponerse a ella
Hay que evitar caer en una dilatada fase de crecimiento bajo , paro, y desequilibrios dif¨ªcilmente sostenibles
Tambi¨¦n es sencillo rechazarla con el pretexto de que encubre un retroceso en los avances sociales
Desde este punto de partida, las perspectivas para nuestra econom¨ªa son preocupantes porque los posibles motores de la recuperaci¨®n carecen de suficiente ¨ªmpetu. El consumo de los hogares est¨¢ lastrado por el retroceso de la renta disponible que acompa?a la ca¨ªda del empleo y la falta de confianza que se traduce en una mayor propensi¨®n al ahorro en detrimento del gasto. En cuanto a la inversi¨®n, el exceso de capacidad instalada y las d¨¦biles perspectivas de demanda invitan a posponerla. La salida de nuestras empresas al mercado exterior es, posiblemente, uno de los principales soportes, aunque su intensidad se prev¨¦ moderada en tanto que se espera una recuperaci¨®n de escasa entidad, especialmente en la Eurozona.
Aun bajo la hip¨®tesis de una progresiva "recuperaci¨®n" y en la ausencia de una eventual reca¨ªda, los organismos internacionales y la mayor parte de los expertos prev¨¦n, para Espa?a, un pr¨¢ctico estancamiento en 2010 y un crecimiento econ¨®mico de s¨®lo el 1% en 2011. A este ritmo, la capacidad de crear empleo ser¨¢ muy limitada y la tasa de paro se mantendr¨¢ durante demasiado tiempo en niveles inaceptables. La correcci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico se ver¨¢ seriamente dificultada y seguir¨¢ aumentando la carga de la deuda p¨²blica. Queda adem¨¢s por ajustar el todav¨ªa elevado endeudamiento del sector privado, la reestructuraci¨®n del sistema financiero y el exceso de oferta de vivienda.
En lo que a las pol¨ªticas macroecon¨®micas se refiere, nos enfrentamos a una gradual retirada de los est¨ªmulos monetarios y, llegado el momento, a una elevaci¨®n de los tipos de inter¨¦s. En cuanto a la pol¨ªtica presupuestaria y fiscal, no s¨®lo se han agotado los m¨¢rgenes disponibles sino que ser¨¢ necesario moderar el gasto e incrementar la carga impositiva, con los efectos restrictivos que ello conlleva, para sanear las cuentas, recuperar la credibilidad en los mercados y poder satisfacer los requerimientos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento en el plazo previsto.
En este contexto, el objetivo prioritario de nuestra pol¨ªtica econ¨®mica debe centrarse en evitar el riesgo de que la econom¨ªa se instale en una dilatada fase de bajo crecimiento, elevado desempleo y desequilibrios dif¨ªcilmente sostenibles. La respuesta no puede ser otra que la puesta en marcha de las reformas estructurales capaces de impulsar un uso m¨¢s exhaustivo y eficiente de los factores de producci¨®n. Estas reformas, correctamente identificadas en la Agenda de Lisboa, reiteradas por los organismos internacionales, expertos de distinta orientaci¨®n e incluso por el Plan Nacional de Reformas cubren un amplio abanico y ata?en, de un modo particular, al mercado laboral, la pol¨ªtica fiscal y la competencia en los mercados de bienes, servicios y factores.
Resulta demasiado f¨¢cil identificar la reforma laboral con el "abaratamiento del despido" o rechazarla bajo el pretexto de que encubre un retroceso en los avances sociales sin tomar en consideraci¨®n el elevado coste de no llevarla a cabo. Para garantizar a medio y largo plazo las coberturas sociales, ser¨¢ necesario crecer, ganar competitividad, reducir la temporalidad y mejorar la formaci¨®n. Todo ello dif¨ªcilmente podr¨¢ alcanzarse sin abordar unas reformas que, aunque pol¨ªticamente inc¨®modas, son a todas luces inaplazables.
El Gobierno, presionado por las circunstancias y no sin cierta demora, ha avanzado recientemente en la actualizaci¨®n del Plan de Estabilidad las l¨ªneas gruesas de una pol¨ªtica para la reactivaci¨®n econ¨®mica y el ajuste de las cuentas p¨²blicas con un particular ¨¦nfasis en la reforma del sistema de pensiones y del mercado laboral. Con ello se reconoce, finalmente, la gravedad de la situaci¨®n y se da un paso en la direcci¨®n correcta. Ser¨¢ necesario, sin embargo, superar la vaguedad de las propuestas y la declaraci¨®n de buenas intenciones para concretar, fijar un calendario y aplicar con determinaci¨®n las medidas m¨¢s adecuadas al respecto.
Las tareas para los pr¨®ximos a?os incluyen, como grandes objetivos, la reducci¨®n del paro, un sustancial recorte del d¨¦ficit p¨²blico, la absorci¨®n del exceso del parque de viviendas, el desapalancamiento del sector privado y la reestructuraci¨®n del sistema financiero. A tal efecto, ser¨¢ asimismo necesario contar con el apoyo y la colaboraci¨®n responsable de los entes territoriales sobre los que recae una parte importante de la gesti¨®n presupuestaria y con un papel determinante en la administraci¨®n de las Cajas de Ahorro.
No es el momento de utilizar la crisis como arma arrojadiza o marcar l¨ªneas rojas para consolidar posiciones partidistas en detrimento del inter¨¦s general. El consenso y los pactos cuanto m¨¢s amplios mejor, pero sin obviar que la responsabilidad ejecutiva recae finalmente en el Gobierno.
Tras un dilatado periodo de bonanza y con el viento en popa, nos enfrentamos a problemas de gran calado de cuya soluci¨®n depende nuestro futuro. Como se ha demostrado en ocasiones anteriores, la econom¨ªa espa?ola, debidamente gestionada, dispone de capacidad suficiente para remontar el vuelo y recuperar una senda de crecimiento sostenido capaz de generar riqueza y de asegurar el Estado de bienestar.
Tempus fugit..., el tiempo corre..., el tiempo apremia. No podemos llegar tarde si no queremos pagar un alto precio.
Federico Prades es asesor econ¨®mico de la Asociaci¨®n Espa?ola de Banca (AEB)
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