El mando
Con el mando a distancia en la mano, a modo de cetro, repantigado en el sof¨¢ frente al televisor, cualquiera puede sentirse un peque?o dios. La pantalla es el mundo. Hoy s¨®lo existe lo que se refleja en ella. Por la pantalla desfilan los h¨¦roes del momento, desde el m¨¢s noble al m¨¢s idiota, pero a este peque?o dios repantigado, que todos llevamos dentro, le basta con apretar levemente la yema del dedo y en una d¨¦cima de segundo se borrar¨¢ del mundo la imagen del rey, la del pol¨ªtico m¨¢s encumbrado, la del divo m¨¢s famoso, la del comentarista m¨¢s insolente, la del pat¨¢n m¨¢s odioso, la del golfo m¨¢s redomado. Esta potestad puede ejercerla el peque?o dios como un d¨¦spota, seg¨²n cambie su ¨¢nimo cada hora del d¨ªa. Si por un capricho as¨ª lo desea, con apretar otra vez la yema del dedo, comparecer¨¢ ante su presencia de nuevo en la pantalla el rey, el pol¨ªtico, el l¨ªder de opini¨®n, el presentador, el payaso, el resto de la carne de ca?¨®n, s¨®lo por el placer de despreciarlos y volver a borrarlos del mundo. Este simulacro de poder psicol¨®gico, en el fondo, es un ant¨ªdoto muy profundo contra la propia rebeli¨®n, lo ¨²ltimo que se lleva en materia de opi¨¢ceos. Si se puede fulminar la imagen del rey con un dedo, ?qu¨¦ necesidad hay de llevarlo a la guillotina como a Luis XVI? Si el presidente del gobierno y el jefe de la oposici¨®n son tan d¨¦biles que se hallan a merced de mi mando a distancia, ?por qu¨¦ hay que creerlos, seguirlos y votarlos? Aparte de este poder omn¨ªmodo sobre la imagen que la tecnolog¨ªa ha regalado al peque?o dios repantigado, ahora la cultura digital interactiva le ha concedido otro privilegio aun m¨¢s revolucionario. Estando sobrio o borracho, lo mismo si es inteligente o cretino, desde cualquier bar, iglesia o prost¨ªbulo, con un mensaje a trav¨¦s del m¨®vil, el peque?o dios puede emitir opiniones y comentarios absurdos, vomitar insultos procaces, chistes escatol¨®gicos o cualquier otro disparate y al instante este producto de sus v¨ªsceras aparecer¨¢ escrito en pantalla durante el programa y ser¨¢ le¨ªdo por millones de telespectadores. En un solo segundo tendr¨¢ m¨¢s lectores que Pascal, Voltaire y Nietzsche consiguieron juntos en varios siglos. Y todo esto mientras el peque?o dios se toma una raci¨®n de calamares.
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