Las personas del verbo
Nosotros y vosotros. El conflicto salta cuando la frontera de la identidad se convierte en la determinante de las relaciones sociales. En el municipio de Salt, en la periferia de Girona, se ha podido ver estos d¨ªas. "A m¨ª me robasteis vosotros", le dice un aut¨®ctono a un joven magreb¨ª. "Erais tres de los tuyos", remacha. La frontera est¨¢ trazada. Por un lado: nosotros, v¨ªctimas de vuestros robos. Por el otro: nosotros, v¨ªctimas de vuestro racismo. Y, sin embargo, unos y otros son v¨ªctimas, pero no exactamente de sus mutuas pulsiones excluyentes.
Este suburbio es una olla a presi¨®n, a punto de estallar. La crisis econ¨®mica y el desempleo golpean siempre a los m¨¢s d¨¦biles. Digan lo que digan unos y otros, ellos son los primeros en pagar por la crisis. Y los m¨¢s d¨¦biles son los inmigrantes y sus vecinos humildes, las familias aut¨®ctonas obligadas a compartir la franja de viviendas m¨¢s baratas, los que todav¨ªa no han podido subir en la escala social buscando un piso en una zona m¨¢s acomodada. La b¨²squeda de un puesto de trabajo o a veces de una min¨²scula ayuda p¨²blica puede suscitar la competencia entre ellos y, como resultado, la reacci¨®n racista. Pero tambi¨¦n la gesti¨®n de la vida de cada d¨ªa en la comunidad de vecinos. O el incremento de la delincuencia, directamente vinculada al nivel socioecon¨®mico y al paro.
Nosotros y vosotros: el conflicto salta cuando, como en Salt, la frontera de la identidad determina las relaciones sociales
Hay problemas de orden p¨²blico, es evidente. Y tambi¨¦n de vivienda, educaci¨®n, servicios sociales, que han permitido la concentraci¨®n de la inmigraci¨®n en determinados barrios, impiden la r¨¢pida integraci¨®n y amenazan con la aparici¨®n de guetos comunitarios, aislados y ajenos a las leyes y a la cultura de la sociedad de llegada. Los europeos conocemos de sobra todo esto. Lo extra?o es que conoci¨¦ndolo tan bien y desde hace tantos a?os no seamos capaces de prever estos estallidos y permitamos lo contrario, que estos conflictos alimenten a una derecha extrema y excluyente.
En Francia las ideas racistas y xen¨®fobas de Le Pen llevan avanzado en los barrios humildes desde hace un cuarto de siglo: han devorado al electorado comunista y condicionado la agenda pol¨ªtica, hasta obligar al presidente de la Rep¨²blica a la ceremonia de la confusi¨®n que significa el debate sobre la identidad francesa. En Italia las ideas xen¨®fobas son indisociables del Gobierno de Berlusconi y se han traducido en una panoplia de leyes discriminatorias y culpabilizadoras, que han convertido a los inmigrantes sin papeles en delincuentes. Tambi¨¦n en la legislaci¨®n europea ha producido estragos este mal, como demuestra la directiva del retorno, que permite la detenci¨®n en centros de internamiento de los inmigrantes sin documentaci¨®n hasta 18 meses sin que sea obligado el control judicial.
Hay quien cree que el futuro de Espa?a y de Catalu?a se juega en el Tribunal Constitucional o en las consultas sobre la independencia. La pol¨ªtica y el periodismo suministran abundantes se?uelos para que los ciudadanos se angustien por falsos problemas. El futuro de nuestras sociedades se juega en la integraci¨®n de los inmigrantes. Han llegado para quedarse, ya son imprescindibles para nuestro desarrollo econ¨®mico y nuestro Estado de bienestar, y constituyen el aspecto m¨¢s pr¨®ximo y m¨¢s humano de la nueva realidad de un mundo globalizado. Quien quiera so?ar en que las cosas no sean as¨ª puede hacerlo, pero seguir¨¢ siendo un sue?o. Salt no es un s¨ªntoma ni un laboratorio. Es el espejo donde debemos mirarnos para observar hacia d¨®nde vamos.
En este azogue ahora convulso podemos ver s¨®lo un problema de orden p¨²blico. Los municipios piden m¨¢s polic¨ªa, la polic¨ªa m¨¢s contundencia a los jueces, y los jueces se encogen de hombros y aseguran que el castigo a los multirreincidentes no es cosa suya sino del Ministerio de Justicia o del Gobierno auton¨®mico, que no han creado los registros de quienes cometen faltas en serie para dejarles en la c¨¢rcel en aplicaci¨®n del C¨®digo Penal vigente. N¨®tese que municipio y polic¨ªa, las autoridades de proximidad, son los que cargan con el peso de la dificultad, mientras que el poder judicial se lava las manos y transfiere la responsabilidad hacia arriba.
En realidad estamos, como siempre, ante un problema pol¨ªtico: integrar a los inmigrantes es construir un nosotros incluyente que no deje a nadie fuera. Esto es la polis, la democracia, a la que deben someterse todos, jueces incluidos. Lo extra?o es que estos temas no lleguen apenas a los parlamentos, ocupados en otras tareas.
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